Esta semana os quiero hablar del poder de la familia, pues es el tesoro más grande que tenemos los hombres.
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Lo hizo varón y hembra y les dijo: “creced y multiplicaos y poblad la Tierra”.
Para mí la familia es como un pequeño universo donde el sol representa al padre, la luna a la madre y las brillantes estrellas a los hijos. Todos tienen un sitio en el universo, todos son necesarios, todos se necesitan unos a otros y todos ellos se rigen por las leyes naturales.
La fuerza de la familia se me representa con la fuerza atómica. No hay nada en la Tierra que tenga más fuerza que el átomo. En el núcleo están los protones y los neutrones, que forman el núcleo, y en la órbita están los electrones, y todos ellos tienen su función.
También se me representa la familia con un caudaloso río de agua salvaje en el que se forman profundos remolinos y grandes rápidos llenos de espuma blanca. Estos rápidos forman cascadas y cataratas. A dos o tres kilómetros del cauce del río se oye el ruido ensordecedor de sus aguas y sus cascadas. Pero unos kilómetros más abajo la mano del hombre ha construido una inmensa presa y esas aguas salvajes y bravas se transforman en un tranquilo lago de aguas transparentes y azules, las cuales dan vida para regar los campos y abastecer de agua las ciudades.
Con este símil quiero decir cómo se va encauzando la vida de nuestros hijos ayudándoles a eliminar sus defectos y potenciar sus virtudes.
La familia es una sociedad perfecta donde en ella conviven varias generaciones, abuelos, padres e hijos. Todos son necesarios. Cada uno guarda su sitio y ayuda al bienestar común con su esfuerzo y su cariño. Pero si a un miembro de la familia le sucede algo o tiene algún problema, la familia se une como una piña y como un pulpo gigante con sus tentáculos abraza y ayuda al miembro que lo necesita.
Pero todo esto aun siendo tan importante y necesario, hay una cosa todavía más importante: es que en la familia a los niños desde pequeñitos se les enseña cómo amar a Dios. Esto me recuerda dos parábolas que les dijo Jesús a sus discípulos. La del grano de mostaza y la de la levadura.
La primera dice así. Había un hombre que tenía un huerto y quería sembrar. Entonces lo labró, lo fertilizó, lo regó y cogió una semilla de mostaza, que es la más pequeña de todas las que hay en la Tierra, tan pequeña como un grano de arena. Durante cierto tiempo este hombre la regó y la cuidó hasta que de esa semilla minúscula salió un árbol fuerte y poderoso tan recio que las aves del cielo anidaban en sus ramas.
La de la levadura dice así. Había una mujer que quería hacer pan y entonces cogió la harina suficiente y una pequeña porción de levadura. Lo amasó todo con agua y a las dos horas esa masa fermentó y se convirtió en masa para hacer pan, del cual salían dorados y blancos panecillos.
Con estas dos parábolas os quiero decir y explicaros que aunque la semilla de mostaza y la porción de levadura eran tan pequeñas, esa es la palabra de Dios que los padres van poniendo en el corazón de sus hijos. Y al cabo de los años dan su fruto como el árbol de mostaza y los panes.
Amigos, defendamos a la familia de los ataques de la sociedad y de algunas leyes injustas, pues la familia es la que mantiene al mundo. En ella hay amor, tranquilidad, se solucionan los problemas y si la familia se rompe nos volvemos egoístas y lo único que conseguimos es estar solos.
Y ahora para terminar os quiero poner la lectura del día de la Sagrada Familia, que me parece preciosa, y en ella se resume la esencia de la familia. Está sacada del Nuevo Testamento, Pablo Colosenses 3:
18 Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. 19 Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. 20 Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. 21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. 22 Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. 23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; 24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. 25 Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.
Queridos amigos, os voy a hacer una pequeña confidencia. El próximo día 2 de junio, si Dios quiere, vamos a celebrar mi marido y yo en unión de toda la familia nuestras Bodas de Oro. Estamos muy ilusionados y animo a las parejas a que tengan paciencia en sus matrimonios y se sepan llevar sorteando todas las dificultades y que pueda más el amor que el odio.
que bonito abuela, y eso es lo que voy a leer yo en tus bodas de oro
ResponderEliminartkm Marta