De nuevo estoy aquí con vosotros para contaros mis vivencias y pensamientos. Hoy os voy a hablar de las virtudes teologales que son tres: fe, esperanza y caridad.
Al pensar en qué os iba a contar me ha venido a la memoria una tradición que hay en mi pueblo que se ajusta a estas virtudes.
Mi pueblo se llama Marbella, está situado al sur de España en la comunidad autónoma andaluza y pertenece a la provincia de Málaga. Las aguas azules, cálidas y tranquilas del mediterráneo bañan sus costas. Al este tenemos la capital de Málaga y los pueblos que la rodean; al oeste el estrecho de Gibraltar y el peñón. Al sur tenemos el continente africano del cual recibimos los aires cálidos del desierto; y al norte tenemos la sierra de sierra blanca, que es la sierra milagrosa que hace de muro e impide que los aires fríos del norte lleguen a nuestra ciudad.
Marbella, como su nombre indica, es una ciudad turística, hospitalaria y preciosa. Está llena de hoteles de todas clases, de campos de golf y de urbanizaciones en todo su término. Ha sabido conservar a través de los años su centro histórico, su casco antiguo, sus monumentos, su castillo, su muralla, la capilla paleocristiana, etc. Pero Marbella no siempre fue así. Recuerdo de cuando era pequeña la Marbella antigua, rodeada de huertas donde se sembraban cereales, trigo, avena, garbanzos, judías, legumbres, árboles frutales, naranjos, limoneros, olivos, vides... Era una ciudad en la que había de todo un poco.
Tenía también unas minas de pirita de hierro, había una fábrica de esparto con el cual hacían alfombras, sombreros, bolsos, bomboneras y miles de cosas. Pero su gran industria era como puerto pesquero. Era bonito ver faenar a los pescadores con las redes, sacando el copo por la tarde, y ver a los peces bullir dentro de las redes en la orilla de la playa. Luego los pescadores tendían sus redes sobre la arena y las cosían. Aquella imagen de ver las redes extendidas con los flotadores de corcho alrededor y ellos cosiéndolas no se me puede olvidar. Como veis, tenía su encanto. Era una ciudad entrañable que ha cambiado tantísimo que donde antes eran las huertas, ahora son las urbanizaciones y los campos de golf.
Por sus calles aún recuerdo siendo muy niña cómo vendían los artículos de comida y de todo tipo. Venían los hombres con los burros cargados de picón y carbón e iban voceando por las calles: “¡niñas, el picón! ¡Salid!”. Otros por la mañana temprano voceaban: “¡molletes calientes! ¡Para las viejas que no tienen dientes!”. También bajaba el cabrero al caer la tarde y delante de tu puerta te ordeñaba la cabra para comprarle la leche. El pescadero ofrecía su pescado y el verdulero su verdura. Esto poco a poco se fue quitando, se hizo un mercado y allí se vendían todas estas cosas.
Ahora ya empiezo con la historia que os quería contar. Iba navegando un barquito de pescadores frente a las costas de Marbella y ellos estaban tan tranquilos faenando cuando de pronto el mar empezó a encresparse, la brisa suave se iba convirtiendo en aire fuerte y poco a poco el mar cada vez estaba más embrabecido y el viento soplaba como un huracán. El barco se movía como una cáscara de nuez en medio de las olas y el cielo se cubrió de nubes negras. Empezó una tormenta tan horrible que los truenos y los rayos caían por todas partes. Cosa rarísima en el Mediterráneo, se formó una galerna. Entonces cuando ya creían los pescadores que iban a perecer ahogados, un gran rayo iluminó un pico de la sierra de Marbella, el pico de Juanar. Aquellos pescadores horrorizados dijeron: “Virgen del Carmen, si nos salvas te pondremos en lo alto de aquel pico una cruz”. Y como por arte de magia el viento empezó a amainar, las olas a tranquilizarse, y el mar quedó tan tranquilo y el cielo tan azul que parecía que estaban paseando por un lago. Cuando los pescadores llegaron a la costa contaron a los habitantes del pueblo lo que les había sucedido, y allí se quedaron hasta que hicieron una gran cruz de hierro y la subieron a la montaña, cumpliendo así su promesa.
Pasaron los años y un día un grupo de jóvenes a los que les gustaba hacer senderismo por la montaña se dieron cuenta de que en el fondo de un barranco había una cosa negra y grande. Como no sabían qué era, se acercaron y bajaron, y vieron que era una cruz. Cuando regresaron al pueblo contaron lo que habían encontrado y se organizó un grupo de jóvenes con mulos y burros para sacar la cruz del barranco, traerla al pueblo para arreglarla y de nuevo ponerla en lo alto del pico de la sierra. Era el día de la cruz en mayo y aprovecharon ese día para bendecirla.
Todo el pueblo subió en romería, el sacerdote Don Rodrigo Bocanegra, las autoridades, mi padre que era médico, y en el pueblo tan sólo nos quedamos los ancianos y los niños pequeños, entre los cuales me encontraba yo, con gran tristeza al ver que no íbamos. Era tal la alegría que había en el pueblo de ver partir a tantas familias con sus comidas, sus burros cargados con el agua, la música... Al llegar arriba el párroco bendijo la cruz y dijeron una santa misa. Y después empezó la fiesta, todos comieron, bebieron y bailaron durante todo el día, hasta que al caer la tarde empezaron el regreso al pueblo.
Todo el pueblo subió en romería, el sacerdote Don Rodrigo Bocanegra, las autoridades, mi padre que era médico, y en el pueblo tan sólo nos quedamos los ancianos y los niños pequeños, entre los cuales me encontraba yo, con gran tristeza al ver que no íbamos. Era tal la alegría que había en el pueblo de ver partir a tantas familias con sus comidas, sus burros cargados con el agua, la música... Al llegar arriba el párroco bendijo la cruz y dijeron una santa misa. Y después empezó la fiesta, todos comieron, bebieron y bailaron durante todo el día, hasta que al caer la tarde empezaron el regreso al pueblo.
Desde lo alto del pico de Juanar hay una vista privilegiada, pues se ven todos los pueblos de la comarca, de África y el peñón de Gibraltar. Os aconsejo que si alguna vez tenéis la oportunidad de venir a este pueblo, siempre con un guía que conozca los caminos, subáis para ver lo que os estoy contando.
Todos los años son muchas las personas que suben a la cruz en promesa para rezar allí junto a ella. Como veis, lo que os decía al principio de la fe, la esperanza y la caridad se ajustan en este relato. La fe salvó a los pescadores, que tuvieron la esperanza de poder llegar a lo alto de la sierra para poner la cruz, y la caridad de los habitantes del pueblo les ayudó a subirla para que pudieran cumplir su promesa.
Espero que os haya gustado este relato y ya os iré contando más cosas de mi pueblo. Aparte de eso, os insto a que sigáis rezando el rosario cada cual en el grupo de oración que haya elegido, y también a que os animéis a escribir mensajes de respuesta y a seguir poniendo advocaciones de la Virgen.
Con esto me despido hasta la semana que viene. Un abrazo para todos.
que chulo como era Marbella, me hace gracia lo de pan caliente para las viejas que no tienen dientes, y es muy bonita la historia de los pescadores.
ResponderEliminarTKM marta (L)
Me ha gustado mucho recordar esta historia de nuestro pueblo que casi la había olvidado.De las tres virtudes que mencionas no sabría decir cual es más importante. Las tres son muy difíciles de tener y cumplir.
ResponderEliminarUn beso.
Hola abuela, que chula la historia de lo s pescadores.me encanta todo lo que escribes,tienes mucha imaginacion.
ResponderEliminarTe quiero muuuuucho.
Alvaro
Es preciosa la historia . .. la describes muy bien y con mucha sensibilidad. No la conocia y me ha encantado su lectura. Animo con el blog pues es muy interesante .
ResponderEliminarMEGUSTARIA SABER DONDE QUEDA SU PARROQUIA EN MARBELLA??
ResponderEliminarQuerido amigo/a, me alegro que tengas curiosidad por saber donde está mi parroquia. Está situada en las Chapas de Marbella y se llama Virgen del Carmen. Si alguna vez vienes por aquí, ven a visitarla y serás bienvenido.
ResponderEliminar