domingo, 24 de abril de 2011

Resucitó Aleluya. Aleluya resucitó.


Hoy el sol brilla en todo su esplendor, el cielo es más claro y transparente, los pájaros nos deleitan con sus melodías y trinos, y las flores se visten con sus mejores galas de colores para gritar que Cristo ha resucitado.

Queridos amigos internautas:

No existe un ser vivo en la Tierra que no se alegre de que Jesús el Nazareno, el hijo de Dios vivo, ha resucitado de entre los muertos para salvarnos.

Hace ocho días con el Domingo de Ramos empezó la Semana Santa, semana trágica de dolor, de martirio y al final de gloria. Vamos a recordar los principales episodios que durante estos días sucedieron.

- El Domingo de Ramos:

Se acercaba la fiesta de la Pascua, en la que los judíos conmemoraban la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud de los egipcios, y entonces estando Jesús rodeado de un gran gentío mandó a dos de sus discípulos y les dijo que se acercaran a las afueras de Jerusalén y se encontrarían una burra con su pollino atado a una reja. “Cogedla y me la traéis. Y si alguien os pregunta le decís que el Señor la necesita y pronto se la devolverá”, dijo Jesús. Llegaron los discípulos con la burra hasta donde estaba Jesús rodeado del gentío y cubrieron la burra con un manto y en ella se subió Jesús. La gente lo aclamaba y echaban sobre el suelo sus capas y mantos para que Jesús no se manchara. Empezaron todos el regreso hacia Jerusalén cantando y cogiendo palmas del campo y ramas de olivo. Al llegar a Jerusalén la gente se preguntaba quién era ese que traía ese tumulto de gente y les contestaron: “es Jesús el Nazareno, un profeta”.

- El Jueves Santo: Día del amor fraterno y de la caridad.

Jesús estaba reunido con sus discípulos y les dijo: “id a la ciudad y pedid que os dejen una sala para celebrar la cena de Pascua”. Al atardecer el sol se escondía sobre los árboles y entre las montañas, el cielo se cubría de estrellas y la luna apareció iluminando los caminos. Era la noche santa del Jueves Santo.

Estaban todos los discípulos con Jesús cenando y él les daba las últimas enseñanzas y doctrinas. Ellos no sabían que esa noche era la última que cenarían con él, pues Jesús iba a ser entregado. Se levantó Jesús, cogió una palangana con agua, se ciñó una toalla a la cintura y uno por uno les fue lavando los pies. Ellos se resistían, pues no comprendían lo que Jesús estaba haciendo. Jesús en este acto les estaba diciendo que ese trabajo que entonces estaba reservado para los esclavos, lo tenían que realizar ellos unos con otros y con todo el que lo necesitara. El agua, símbolo de limpieza, nos recuerda las primeras aguas bautismales cuando nos libraron del primer pecado original. Agua viva de purificación con la que quiso dar Jesús a entender que así todo el cuerpo estaba purificado.

Después se sentó a la mesa, cogió el pan, lo partió y lo bendijo, y mirando al cielo dijo: “Tomad y comed, porque este es mi cuerpo”, y luego, alzando la copa con el vino, lo bendijo y dijo: “Tomad y bebed, que esta es mi sangre, alianza del Antiguo y Nuevo Testamento”. Con este acto tan maravilloso Jesús instituyó el sacramento de la eucaristía. No se quiso ir sin quedarse él bajo las especias del pan y del vino para socorrernos, acompañarnos y ampararnos durante toda nuestra vida.

Al final de la noche Jesús les dijo “Vamos a rezar al Huerto de los Olivos”. Allí era donde Judas había pactado con los sumos sacerdotes Anás y Caifás entregarle a cambio de treinta monedas de plata. Judas les dijo que al que él le diera un beso, ese era Jesús. Así, se acercó a él y le besó en la mejilla y entonces se sintió un tropel de gente portando palos y espadas que apresó a Jesús. Ahí empezó el gran martirio de Cristo. Lo llevaron preso ante Pilatos y los sumos sacerdotes y allí lo azotaron, lo coronaron de espinas, lo abofetearon y le hicieron un juicio rápido e injusto. Jesús fue condenado a muerte.

- Viernes Santo: Día de reconciliación y de perdón.

Era costumbre que el reo al que iban a crucificar portara su cruz sobre sus hombros, y así lo hicieron con Jesús. Le dieron la cruz a Jesús y empezó a subir al monte Calvario o monte de la Calavera. -Cuán pesada es tu cruz, Jesús. En ella llevas el peso de todos los pecados del mundo. Tú que eras inocente, que viniste a hacer el bien a la Tierra y te pagamos crucificándote. ¿Cómo podría yo aliviarte el peso de tu cruz, Jesús? Si cada uno de nosotros aceptara la nuestra y fuéramos buenos cristianos, seguro que te aliviaría. Yo, Jesús, acepto mi bastón de ciega como mi cruz por el perdón de mis pecados y los del mundo. Aceptemos cada uno de nosotros nuestra cruz para aliviar a Jesús. ¿Dónde está toda la gente que te aclamaba y te vitoreaba? A tantos como curaste, resucitaste y alimentaste, ¿dónde están todos? Este mundo cobarde siempre ha sido así. Nadie da el paso adelante, siempre son pocos.-

Cuando llegaron a lo alto del monte Cristo fue clavado en la cruz entre dos ladrones. Estaba solo. La cruz se recortaba en lo alto del monte entre el cielo y la tierra. El palo vertical de la cruz nos unía de la tierra al cielo, y el horizontal donde tenía sus manos clavadas simbolizaba el abrazo y el perdón de Cristo. A los pies de la cruz solamente estaban María su madre, María Magdalena, María de Cleofás y sus discípulos San Juan y Santiago, además de los soldados encargados de custodiarlo. Entonces Jesús, dirigiéndose al cielo dijo: “¿Padre, por qué me has abandonado?”. Después, dirigiéndose a San Juan le dijo: “ahí tienes a tu madre”, y dirigiéndose a la Virgen María le dijo: “ahí tienes a tu hijo”. Desde ese momento el discípulo la recibió en su casa para que así no se quedara sola. Por último, dio un grito mirando al cielo y dijo: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”, y en ese momento expiró. El velo del templo se rasgó, hubo temblores de tierra, el sol se ocultó con un eclipse y el cielo se ennegreció, y algunos muertos salieron de sus tumbas.

Al ver todo esto, los soldados dijeron: “verdaderamente este era el hijo de Dios”.

- Procesión del Cristo del Amor en Marbella:

Han pasado 20 siglos y los cristianos al llegar la Semana Santa esperan que las hermandades saquen sus imágenes a la calle para recordar la Pasión y muerte de Cristo. Al ser en primavera, el aire está lleno del perfume del azahar de los naranjos, de los jazmines, madreselva y damas de noche, que junto con el olor de los cirios y del incienso crean un ambiente mágico en las calles que todo lo envuelve. De pronto se abre la puerta de la capilla y bajo el dintel se ve el trono de Cristo crucificado y al fondo el de su madre, María de la Caridad. El silencio es absoluto, la plaza está abarrotada de gente y sólo se oye la respiración de las personas. De pronto la banda de música irrumpe tocando el himno nacional y así sale Jesús a la calle. A continuación su madre, siempre detrás de Jesús, sale del templo.

Los costaleros están preparados. Fajadas sus cinturas y con una almohadilla en el hombro esperan las órdenes del capataz de trono que indica las órdenes para sacar a María. Se oye el primer martillazo. Esto quiere decir que estén atentos. Segundo martillazo, todos con el hombro puesto en los varales. Y al tercer toque, al grito del capataz “¡Al Cielo con Ella!”, levantan a María. Esos hombres recios y fornidos levantan sus brazos y elevan a la madre de Dios hacia el Cielo. Ahí empieza la estación de penitencia. María y Jesús recorren las calles de Marbella. Detrás de los tronos llevan un tambor para marcar el paso y al fondo se oye la banda de música. Espectáculo trágico y a la vez sublime. Cristo y María recorriendo nuestras calles, Cristo hablándonos desde su cruz, diciéndonos que nos perdonemos como él nos perdonó. Cuántas familias rotas, cuántos hermanos y hermanas que no se hablan por odios y rencillas... Seamos generosos y perdonemos como Cristo nos perdonó.

Al ver la mirada de la Virgen vemos en ella el dolor y la misericordia -madres del mundo, no abandonéis a vuestros hijos. Cuidadlos y socorredlos mientras tengáis vida-. Y así transcurre la procesión, sólo interrumpida por alguna saeta. Hay una preciosa que empieza así:

Dame una escalera para subir al madero y desclavarle las manos a Jesús el Nazareno...

Es costumbre que por estas fechas libere esta hermandad a un preso de la cárcel. Os voy a contar la historia brevemente. Había en Málaga una epidemia de cólera y la gente moría por esas fechas de Semana Santa. Las procesiones no podían salir a la calle porque no había costaleros que las sacaran. Llegó a oídos de los presos de la cárcel de Málaga y se escaparon y sacaron a Jesús en procesión. Al terminar esta y dejar a Jesús en su templo, volvieron todos a la cárcel. Al enterarse de este hecho, el Rey Carlos III hizo un decreto por el cual cada Semana Santa se liberara a un preso de la cárcel. Son muchas las anécdotas que rodean a esta tradición, pero ya las contaré en otro momento.

Y así llegamos al Domingo de Resurrección, día de alegría y de felicidad. Cristo nos ha liberado. Feliz Pascua de Resurrección.


2 comentarios:

  1. Querida mamá,

    Te leo con pasión todas las semanas. Me ayudas a reflexionar y a darme cuenta lo burra y obstinada que soy a vaces. Jesús nos perdonó a todos y nosotros no somos capaces ni de hablar, no te digo ya perdonar.

    Un beso grande.

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  2. Abuela, me encanta tu blog, esta historia es preciosa, y hay que aprender a perdonar, y muy pocas personas saben perdonar de corazón.

    Tkm Marta (L)

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