sábado, 5 de octubre de 2013

Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro



Queridos amigos internautas:

el verano se nos ha ido con paso lento y cansino. Y ahora está llamando a nuestra vida el otoño que viene con paso firme y decidido.

Lejos quedan los días de calor que han servido para madurar frutas y hortalizas. El sol ha cambiado los tonos verdes de los campos de cereales por amarillos dorados. Ya ha sido la siega y la trilla, y en la era los montones de trigo esperan ser llevados al molino para ser convertidos en harina fina y blanca que luego servirá para amasar el pan que el sacerdote consagrará en la misa y se convertirá en el cuerpo de Cristo.

Ahora es tiempo de vendimia. Las avispas y las abejas revolotean haciendo mil y un bailes alrededor de las uva. Y los racimos multicolores cuelgan de las ramas de las parras y de las vides esperando que unas manos delicadas vayan recogiendo los preciados racimos para ser llevados al lagar y convertir la uva en el rico mosto, que luego al cabo de los meses se convierte en delicioso vino. El cual con la bendición del sacerdote en la Santa Misa se convertirá en la sangre de Cristo.

Amigos, ahora es el momento de que nos decidamos a cambiar. Pongámonos delante del sagrado corazón de Jesús y con un suave murmullo y alegría digámosle "¡Quiero cambiar de vida. Quiero entregarme a ti, Señor! Quiero ser el barro que tú moldees a tu capricho. Quiero pedirte perdón por mis faltas y pecados. Y quisiera conseguir ver tu rostro en mis semejantes y tratar a los demás como si tú estuvieras presente, con caridad y con amor, y sobre todo con alegría. Y cuando te necesitemos, porque somos humanos, y recemos para pedirte un favor, haz que seamos humildes y digamos: 'Señor, necesito tu ayuda, yo sola no puedo. Pero haz tú este favor cuando tú quieras, como tú quieras y donde tú quieras'. Y así poco a poco, de una manera tranquila y sin grandes aspavientos cumplamos tu santa voluntad.

Ahora estamos terminando el año litúrgico. Ya quedan pocos domingos del tiempo ordinario. Durante este período hemos leído y oído en la misa los santos evangelios y cómo Jesús de una manera sencilla fue explicando su doctrina y sus enseñanzas a los apóstoles, para que ellos después a través de los tiempos nos las transmitieran a nosotros. ¡Qué sabiduría la tuya, Señor. Cómo te serviste con ejemplos y parábolas para que los apóstoles y tus discípulos comprendieran la esencia de la doctrina que predicabas!

Hoy os voy a relatar una fábula que me parece muy hermosa, la del rico Epulón y el mendigo Lázaro.

Vivía en un pueblo un hombre muy muy rico que se vestía con grandes túnicas de seda y vistosos colores como el púrpura, que toda su vida la pasaba dándole satisfacciones a su cuerpo con fiestas y banquetes y nunca pensaba en los demás, solamente en él y en su satisfacción. También allí vivía un hombre llamado Lázaro que era el más pobre de todos los pobres. Su cuerpo cubierto de llagas lo lamían los perros y por vestido llevaba unos andrajosos harapos. Tenía tanta hambre que se sentaba en los escalones de la entrada de la casa del rico por si se caía algún trozo de pan de su mesa y le llegaba hasta él para poder alimentarse.

Pasó el tiempo y los dos se murieron. El rico que había sido tan malo fue llevado al infierno y al pobre Lázaro lo recogió Abraham y lo puso en su seno. Un día que Epulón miró hacia arriba tuvo una visión y vio a Lázaro lleno de gloria y entonces le dijo a Abraham:

-Padre Abraham, haz que Lázaro baje y moje sus dedos en agua y los pase por mis labios, pues el fuego me devora.

A lo que Abraham le contestó:

-Entre tú y nosotros hay un abismo tan grande que ni nosotros podemos bajar ni tú puedes subir. Tú tuviste en vida tu recompensa, ahora le toca a Lázaro.

Y él le contestó:

-Tengo muchos hermanos. Haz que Lázaro vaya a donde viven ellos y les diga cómo y dónde estoy para que se arrepientan y no acaben también aquí.

A lo que contestó Abraham:

-Allí tienen a los profetas y no les hacen caso. Cada cual en la vida tiene la decisión de vivirla como quiere.

¡Amigos, qué lección tan maravillosa nos da Jesús con esta parábola! Nos explica que cada uno de nosotros somos responsables de nuestra vida y según la utilicemos así después en la otra vida tendremos nuestra recompensa.



A la brevedad de la vida

Ha llegado a mis manos un antiguo poema a través de un amigo, y he pensado hoy que después de la parábola del mendigo Lázaro, Jesús nos habla de la brevedad de la vida. Os la transcribo y espero que os guste, pues a mí me emocionó.

"A la brevedad de la Vida"
El curso de los años repetido
gasta la edad con natural violencia
y el tardo amanecer de la prudencia
conoce el tiempo cuando lo ha perdido.
la mitad fue del sueño y del olvido
la mitad error o negligencia.
¡Más o de vivir dificultosa ciencia!
¿quién en toda una vida te ha sabido?
Duran los días, pero ¿quién percibe la duración
si es menos inconstante la intrepidez de nuestra fantasía?
oh ¿qué importa el durar si solo vive
el que sabe acertar aquel instante
Principio y siempre fin del eterno día?
Notad una invención jamás oída
que pinta el gran hombre en su diario.
Tan rara, tan ilustre y tan sabida
cual nunca se escribió en un calendario.
Haciéndole durar cuanto la vida
Con canto muy mejor que el del canario
y escribir tantas cosas y tan bellas
que todos tendrán bien que ver en ellas.
¿Quién como vos… cortó la pluma
para escribir en justo tantas cosas?
Ninguno (dirán muchos) lo presuman.
Pues nadie las pintó tan abundosas.
Cifrando tanta copia en breve suma
De cosas, de contento y provechosas
Causando en los mortales nueva gloria,
Por ver entre nosotros tal historia
Un corte dais, tan bién cortado
que nadie lo cortó con tal destreza
Cortando (sin cortar) habeis cortado
mil cosas de primor y gentileza.
Pues con las iniciales nos habéis dado
los llenos y girantes con fineza.
Sin otras maravillas que no cuento
que exceden al humano entendimiento.
"El sumario perpetuo.
De mi abuelo."
D.Juan Prieto Bernal.
"alias,… Morenita"

Amigos, no desfallezcamos nunca y sigamos rezando los unos por los otros para ayudarnos con nuestros problemas, y seamos capaces de cumplir con el primer mandamiento de la Ley de Dios: amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.

Con todo mi cariño y hasta la próxima, Lali Maíz.


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