martes, 20 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!


Queridos amigos internautas, en estas fiestas navideñas no quiero que os falte mi felicitación de Navidad y desearos con cariño a todos los que formamos este grupo de oración toda clase de bendiciones de felicidad y de suerte.

Ahora es tiempo de júbilo y de alegría. Atrás han quedado los días del Adviento en lo que nos hemos estado preparando y limpiando el camino que nos conducía hacia el portal. ¡Cuanto esfuerzo realizado!, pero si aún en ese camino nos queda alguna maleza o piedra que nos impida ver la sonrisa del divino niño aún estamos a tiempo de rectificar.

Se me ha ocurrido que estas navidades podíamos hacer un esfuerzo como si fuesen las últimas navidades de nuestras vidas y volcarnos en hacer felices y ayudar a todos los que nos rodean. ¡Hay tanta tristeza tanta soledad y tanto sufrimiento en este mundo!, que debemos pensar cuanta gente sola está en las cárceles, sanatorios o residencias de ancianos que están esperando que alguien los visite y les lleve una sonrisa. Si es que no podemos nosotros realizarlo, recemos para que otros que tenga la oportunidad lo puedan realizar.

He estado recordando alguna de las navidades de mi vida, pero hay una que brilla con luz propia y que destaca sobre todas las demás, y esa fue la navidad de 1979. Os voy a contar esta pequeña historia que me sucedió. Era verano y estaba yo embarazada de cinco meses de mi último hijo, cuando una noche se me presentó una gran hemorragia, con el consabido susto, me trasladaron al sanatorio de Málaga, para tratar de salvar a mi hijito y allí, aunque os parezca increíble, permanecía durante tres meses en el hospital.

Al principio estaba desesperada, lloraba al recordar a mis cuatro hijos con mi marido solo, con mi madre y yo sin poder estar con ellos. Pero poco a poco me fui serenando y aprendí que no tenía que mostrar tristeza alguna delante de los demás para que ellos no se sintiesen mal.

Fue una época muy dura en mi vida. Era la enferma más antigua de toda la planta de maternidad. Conocía a las enfermeras, a los médicos..., pero todo desde mi cama, pues no me podía levantar. Y poco a poco se fue produciendo un milagro, pues empecé a rezar y a preocuparme por todas las compañeras que venían a tener sus hijos y por el resto de enfermos. Y les decían que mientras estaban en el parto yo estaba rezando por ellas. Se creo un ambiente de amor en aquella habitación que personas que no conocía de nada, todos venían a saludarme y a darme su apoyo. Y entonces me empecé a dar cuenta que cuando uno está en un hospital es muy importante recibir visitas.

Tenía que organizar mi tiempo, pues veinticuatro horas en una cama durante tres meses es mucho. Les dije que me trajesen un blog y un bolígrafo. Así podría escribir las sensaciones, pensamientos, visitas, etc, en una especie de diario. Con estas cosas y una pequeña radio transcurrieron todos estos días, pero hay una persona que nunca podré olvidar en mi vida, que me hizo la caridad más grande que nunca me ha hecho nadie. Se llama Luci y era sobrina de Salvadora, una querida amiga de la familia desde mi infancia, y su tía le dijo: “Luci, está allí Lali sola, si quieres ve algún día a verla.” Y se produjo el milagro, todos los días mientras estuve en el sanatorio, antes de recoger a sus hijos al colegio, venía media hora y me traía un vaso de leche. Nunca podré olvidarlo, esperaba con ansiedad todos los días la hora en que venía y congeniamos de tal forma, que nos hicimos grandes amigas y confidentes. Los domingos por la mañana, como los niños estaba con su marido, se venía un poquito más. Comulgaba con migo a la hora que el sacerdote traía la comunión y me traía chocolate con churros. ¡Hay amigos! Cuanta gente buena hay en el mucho, todo lo que hagamos por los demás aunque parezcan cosas insignificantes, para el que las recibe son maravillosas.

Y llegó el otoño y mi hijito ya tenía ganas de nacer, ya no quería esperar más. Tenía ganas de que lo cogiera en mis brazos y nació antes de tiempo pero bien. Y yo cuando hablaba con él, le decía: “Hijo aguanta un poquito, después de lo que hemos pasado, agárrate en mis entrañas y espera un poquito más.” Pero la verdad es que los dos teníamos ganas de vernos.

Yo había hecho la promesa de que si mi hijo nacía bien intentaría por todos los medios del mundo bautizarlo en la noche de noche buena, durante la misa del gallo. Y después de muchos avatares lo pude conseguir. Me decían: “Estás loca, ¿como vas a sacar al niño a las doce de la noche con el frío que hace?” Pero yo sabía que no le pasaría nada. ¡Y llegó la Noche Buena! Y la familia y un grupito pequeño de amigos, fuimos a la misa del gallo y allí bautizaron a mi hijo. Era mi ofrenda, así le dije al divino Niño: “ “¡Después de tanto sacrificio aquí te lo traigo!” Luego de regreso a la casa, cantamos y bailamos con alegría.

Amigos, esa es mi historia de Navidad, hasta la semana que viene si Dios quiere, pero estoy un poquillo malilla y no se si podré escribiros. Os pongo a continuación unos villancicos para que nos alegremos y disfrutemos de la navidad.








sábado, 10 de diciembre de 2011

Recuerdo de mi infancia.


Queridos amigos internautas,

¡llega la Navidad! Ya faltan pocos días para la Nochebuena y poder celebrar con alegría que un 24 de diciembre, en una noche fría de invierno, el Mesías prometido, el hijo de Dios y de María nació en un establo para salvarnos a todos.

Por este motivo vienen a mi memoria pequeños recuerdos en forma de flashes que me hacen revivir cómo eran las navidades en compañía de mis queridos padres y de mis hermanos Antonio y Conchi. Éramos pequeños y eran tiempos felices.

Mis padres eran unas buenas personas. Mi padre, un médico sabio, y mi madre, una eficiente enfermera. Siempre estaban juntos y muy enamorados. Trabajaban siempre codo con codo. Eran abnegados, sacrificados, mi padre un poco más serio y mi madre alegre, y habían entregado sus vidas al servicio de los demás, a cuidar de todos los enfermos y prestar ayuda a todos los que la necesitaban.

En ese ambiente crecimos y nos criamos. Un ambiente de amor, pero de una gran disciplina, pues nos enseñaron a ser responsables cada uno de nuestros actos.

Navidad de 1945 al 46. Hacía ya 5 años que mis padres se trasladaron conmigo de Madrid a la bella y hospitalaria ciudad de Marbella para empezar una nueva vida. Aquí en esta ciudad nacieron mis dos hermanos: ya estaba la familia al completo.

Vivíamos en una casa grande de pueblo y allí mi padre montó junto con la vivienda su consulta. Tenía su gran despacho, su sala de curas llena de todos los utensilios necesarios para ejercer la medicina, su mesa para reconocer a las parturientas, el autoclave para desinfectar todo lo necesario para los partos y todo el instrumental que necesitaba. Luego a continuación había otra habitación que la tenía con los rayos X para hacer radiografías y ver a todos sus enfermos. Y la sala de espera.

Mi padre, no porque yo lo diga, fue una bellísima persona, y muy listo. Y pronto se corrió la voz por la comarca y por los pueblos vecinos, todos venían a su consulta. Acudía a donde le llamaran. Entonces no había como ahora carreteras y urbanizaciones, sino que muchas veces acudía en lo alto de mulos y caballos para asistir partos o curar enfermos en la montaña. Su casa era como un pequeño ambulatorio, siempre tenía las puertas abiertas para ayudar al que llamara. ¡Cuántas y cuántas escayolas puso a lo largo de su vida! De brazos rotos, piernas rotas... y siempre -ahora que lo pienso- quedaban bien y los pacientes se iban todos contentos.

Eran tiempos difíciles, pues hacía pocos años que había terminado la Guerra Civil en España. La guerra del 36 en España y la 2ª Guerra Mundial, que empezó en el 39. Por eso había escasez de muchísimas cosas, lo mismo de alimentos que de otras cosas esenciales para la vida. Pero esa generación de la posguerra fue una generación gigante, supieron apretar los dientes y hombres y mujeres se pusieron a trabajar cada uno en lo que sabía hacer, unos en el campo sembrando cosechas, otros reconstruyendo las ciudades, y en unos pocos años consiguieron levantar el país.

Mi madre escribió una carta a su padre, nuestro abuelo Gregorio, y le decía que no encontraba un nacimiento para poderlo poner. Amigos, entonces todo el mundo escribía. Se escribían muchas cartas, el teléfono era una cosa que todavía no existía, al menos no en nuestro pueblo. Y dos o tres días antes de la Navidad sonó el timbre de la puerta y allí estaba: un empleado de la única agencia de transportes que había en el pueblo con un gran paquete. Por todos los lados se leía la palabra “Frágil”. Cuando mi madre recogió el paquete lo pusieron en la mesa grande de la cocina y empezó a abrirlo con cuidado. Allí estábamos alrededor de la mesa mi querido padre, Catalina (nuestra cocinera y segunda madre), su hijo Luis y todos nosotros. Con sumo cuidado lo desembalaron y entonces ¡oh, sorpresa! apareció ante nosotros el Portal de Belén: el niño, la virgen, San José, el buey, la mula, los pastores, las lavanderas, los animalitos y las casitas de los pastores. Y también estaba el castillo del Rey Herodes con el Rey sentado a la puerta guardado por cuatro soldados con sus lanzas. El puente, el molino, la posada. En una palabra: una maravilla.

De nuestras gargantas se escapó un “¡oh, mamá! ¡Qué bonito!”. Mi madre sonreía y sin embargo las lágrimas rodaban por su cara y entonces se dieron cuenta que dentro del portal había una carta. Hace más de 65 años y estas frases no se me han olvidado. Y decía:

“Queridos hijos, no podía consentir que a mis queridos nietos les faltase un Nacimiento donde poder cantar villancicos en la Nochebuena. Aunque estemos lejos en distancia, esa noche estaré a vuestro lado con mi espíritu”.

Mi padre echó el brazo por encima del hombro de mi madre, la abrazó y le dijo: “esto sólo lo podía hacer tu padre”.

Fueron las Navidades más felices que recuerdo de mi infancia.

Pero había otra cosa muy importante que se repetía todas las Navidades, y era hacer los dulces de Navidad. En cualquier casa, ya fueran ricos o pobres, todos hacían sus dulces. El pueblo olía a leña de chimenea que se mezclaba con el olor de matalauva, harina y azúcar, que salía de las panaderías, de las tahonas y de los hogares. Esto nos decía que la Navidad llegaba.

Y aquel año sucedió algo fantástico. Aquella tristeza que todavía quedaba de la guerra cambió de repente porque unos grupos de jóvenes se vistieron de pastores y salieron por las calles recorriendo el pueblo, cantando villancicos al son de panderetas, zambombas y sonajas. La gente asomaba a las puertas y a las ventanas por verlos cantar y muchos eran los que les invitaban a dulces y a unas copitas y les daban algún dinero. Cómo cambió todo, era el principio del fin.

Y en nuestra casa no podíamos ser menos que los demás. Mi madre le decía a mi padre “hoy y mañana por la tarde no voy a estar contigo ayudándote en la consulta, pues vamos a hacer los dulces”. Y mi madre le decía a Catalina “recoged la cocina rapidito para que empecemos pronto con los dulces”. Eran dos tardes. La primera para hacer los roscos y la segunda para los mantecados. Y allí, en la cocina, mi madre, Catalina, Salvadora y Madrina, con sus delantales blancos puestos, sus pañuelos sobre sus cabezas para que no cayeran pelos y sus brazos remangados, empezaban la faena. Ponían un gran lebrillo de barro sobre la mesa y allí mi madre amasaba con la ayuda de ellas. Y luego Catalina y Salvadora eran las encargadas de freír los roscos. La cocina era una cocina de pueblo grande, con cuatro hornillas de carbón que tenían arriba unos hierros y un hueco por el frente por donde se sacaban las cenizas y con un soplillo se avivaba el fuego. A los niños nos daban un poquito de masa para que nos entretuviéramos e hiciéramos también los roscos. ¡Cuántas risas y bromas se hacían durante esos días mientras se hacían los dulces! Y recuerdo que mi padre cuando tenía un clarillo se escapaba de la consulta con su bata blanca y se sentaba en una silla en la cocina y las miraba cómo trabajaban.

Estaréis pensando que por qué os cuento todo esto. Pero es que al llegar estas fechas no puedo evitar recordar con añoranza y tristeza, porque ya todos han desaparecido, aquellos años felices de mi infancia. Ahora tenemos de todo, es fácil comprar los dulces y todo lo necesario para la Navidad, pero yo creo que el verdadero Espíritu Navideño era aquel, en que todos participábamos con alegría para hacer felices a los que nos rodeaban.

Por entonces le hacían a mi padre muchos regalos. Pollos, pavos, etc. y eran todas aquellas personas que durante el año mi padre las había visitado y curado sin cobrarles nada, y en agradecimiento le criaban un gallo o un pollo y venían orgullosos a la casa a traérselo. Y le decían: “Don Antonio, esto para que se lo coma con su familia”. Mi padre siempre emocionado les contestaba: “pero si a ustedes les hace más falta que a mí, llévenselo”. Y ellos decían: “no nos ofenda. Se lo hemos criado con todo el cariño para usted”. Y entonces mi madre, que siempre tenía en el aparador dos bandejas, una con una botella de coñac para los hombres, anis dulce para las mujeres y copas, y otra con los roscos y dulces que habían hecho tapados con un mantelito muy bien bordado y planchado, les convidaba a que tomasen. No entraba una persona en la casa a la que no se le ofreciera un obsequio.

Y ya para terminar os digo que ese Misterio que mi abuelo nos regaló hace ya más de 65 años se sigue poniendo todas las Navidades. Antes lo ponía mi madre, después mi hermana y ahora una de mis hijas. Ya está casi roto, a algunas figuras les falta alguna mano o una pierna, pero mientras vivamos y dure el Misterio, todos los años se pondrá, pues él representa el Espíritu de la Navidad.

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Adviento.


Queridos amigos internautas:

Con el Adviento comienza el año litúrgico. El Adviento es el período de tiempo de las cuatro semanas anteriores al 25 de diciembre (Navidad).

La palabra Adviento significa esperanza, alegría, júbilo, preparación y camino. La esperanza es la que nos han sabido transmitir desde el Antiguo Testamento los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob etc. Para que no olvidáramos la promesa que un día les hizo Dios de que enviaría a su Hijo El Mesías, como Rey de Israel. Esto se realizó en Belén de Judá cuando un 24 de diciembre, El Mesías llegó al mundo. En ese momento se cumplió la promesa que Dios hizo a los patriarcas y terminó el antiguo Testamento. Con el nacimiento de Jesús comienza nuestra era y empieza el Nuevo Testamento.

El período de Adviento es el tiempo que tenemos todos para preparar el nacimiento de Cristo. Tenemos que limpiar nuestras almas de pecados y maldades para que el camino hacia el Portal de Belén sea fácil de transitar. Hagamos con nuestras buenas obras de ese camino de tierra una alfombre de verde hierba fresca y a los bordes sembrémosla de hermosas flores y de altos árboles que den sombra en el verano.

Comencemos desde el principio:

Era María una joven hermosa, pura, alegre y tímida. Un día que estaba ella sola en su habitación se le presentó el Arcángel San Gabriel y le dijo:

- Bienaventurada seas María. Has hallado gracia ante los ojos de Dios y te ha elegido para ser la Madre de Dios. Tendrás un hijo al que pondrás por nombre Jesús y él será El Mesías Prometido.

Al oír estas palabras María se turbó. Sus mejillas se sonrojaron y se asustó. El Ángel al verla le dijo: -No temas María-

María contestó: -¿Y cómo va a ser esto si yo no conozco varón alguno?-

Entonces el ángel le dijo: - La sombra del Altísimo te cubrirá y engendrarás a tu hijo.

Quedose el ángel callado esperando la respuesta de María a lo que Ella respondió:

- He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra, y en ese bendito instante el hijo de dios anidó en el vientre de María y toda la creación estalló en júbilo, los ángeles cantaban el cielo, los pájaros trinaban sus más hermosas melodías y las aguas brincaban por cascadas y riscos y todos los seres vivientes daban gracia porque María era conforme con que empezara el Misterio de la Redención.

Amigos ¿quién pudiera haber oído los pensamientos de María y haber escuchado las palabras que ella en secreto le decía a su hijo? Ella vería como su figura se iba redondeando y sentiría al niño moverse en su vientre y con el gesto que hacemos todas las madres, pasaría su mano por el vientre queriendo acariciarlo.

Se me ha ocurrido pensar en la infinidad de clases de madre que hay, pero yo he formado tres grupos:

1º Las madres biológicas
2º Las madres adoptivas
3º Las madres consagradas a Dios

El grupo primero es el más numeroso, pues casi todas las mujeres hemos sido alguna vez madres. Hemos sentido esa alegría íntima al ver que nuestro hijo crecía dentro de nosotras y después del momento difícil y doloroso del parto. Cuando la criatura ha nacido, todo el sufrimiento se olvida al cogerlo en nuestros brazos, besar sus manitas y acariciar su carita. Desde ese momento, se hace un lazo que es indivisible. Siempre estaremos unidos a nuestros hijos para ayudarlos, cuidar de ellos, protegerlos y si es necesario dar la vida por ellos.

El segundo grupo, no por ser menor es menos importante, pues en él están todas aquellas personas que por los motivos que sean tienen su corazón rebosante de amor y cariño y están deseando entregárselo a unos niños que están esperando que alguien los acoja para formar una gran familia. El embarazo de estas madres es más largo que el de las madres biológicas, pues tienen que luchar para conseguir su sueño y superar los obstáculos que se encuentran en el camino hasta por fin llegar ese bendito día en que les dicen estos son tus hijos. Toda mi admiración y respeto a todas estas madres que han sabido formar una auténtica familia.

El tercer grupo lo forman aquellas personas que han entregado su vida a Dios y de una manera altruista y sacrificada están en los suburbios de las ciudades, en las lejanas misiones y en cualquier sitio donde son reclamadas. Ellas tienen a su cuidado a los pobres y desheredados de la Tierra. Ellas van repartiendo esperanza y cariño a tantos y tantos niños que si no fuera por ellas morirían.

Os voy a pedir un favor. Si llega a vuestros oídos que alguna jovencita o mujer quiere abortar, os pido que habléis con ellas, las ayudéis y las aconsejéis que hay muchas instituciones que se ocuparían de ellas y cuidarían de sus hijitos, y si veis que no podéis convencerlas para que se queden con ellos animarlas para que los den en adopción.

  Amigos preparemos con fe y alegría La Navidad y hasta la semana que viene si Dios quiere.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Cristo Rey.


Queridos amigos internautas:

  El domingo pasado finalizó el año litúrgico. Por eso la Santa Madre Iglesia ha señalado este día como la última fiesta del año y la ha dedicado a Cristo Rey.

Los cristianos y toda la buena gente de la Tierra teníamos el deber de pedir perdón a Cristo por tantas ofensas y pecados que hemos cometido. También queríamos reconocer que Tú eres el dueño y Señor de todas las cosas visibles e invisibles y que eres el Rey del universo y de todas las criaturas que lo habitan.

Jesús, cuando estabas entre nosotros en la Tierra, muchas veces nos dijiste en enseñanzas y parábolas que había un Reino futuro donde allí reinaba la alegría, la paz y el amor. En muchas ocasiones dijiste que tu reino no era de este mundo y que llegaría un momento en que estarías sentado a la derecha del Padre junto al Espíritu Santo rodeado de todas las buenas almas.

Cuando llegó el momento de tu pasión y muerte, los sacerdotes del templo Anás y Caifás endurecieron su corazón y lo llenaron de envidia y de odio, y veían que su mundo se estaba derrumbando al oír las enseñanzas que tú predicabas de “libertad, amor y paz”, que todos éramos iguales ante los ojos de Dios y que todos éramos hermanos.

Los sacerdotes, escribas y fariseos habían convertido la Ley de Moisés en una losa pesada que oprimía al pueblo y habían tergiversado las leyes, haciéndolas casi imposibles de cumplir. Esto fue lo que les motivó al ver que las palabras de Cristo iban ganando cada vez más adeptos a que se quedaran ellos solos. Y entonces, sin dar la cara, movieron los hilos para que lo juzgaran y lo condenaran por blasfemia al decir que él era el Hijo de Dios. Lo llevaron ante el tribunal del Rey Herodes y del gobernador romano Poncio Pilatos.

¡Qué equivocados estaban! Ellos creían que tenían el poder sobre Jesús y no supieron comprender que Jesús había venido al mundo para entregarse como un inocente cordero para redimirnos y salvarnos del pecado. No supieron ver en la figura de Cristo al Mesías hijo de Dios. ¡Qué ignorantes y estúpidos fueron!

Le hicieron un juicio fraudulento e injusto para que fuera condenado sin remedio. (¡Ay, amigos! ¡Cuántos juicios injustos y a cuántas personas inocentes han condenado porque les convenían a los que los juzgaban o para dar un escarmiento!) Entonces le preguntaron que si él era el Rey de los judíos, a lo que Jesús les contestó: “tú lo has dicho. Yo soy”. Y entonces lo mandaron azotar salvajemente y cubrieron su espalda de heridas y de sangre. Y no contentos con esto, cogieron unas ramas de espinas y trenzaron una corona y se la clavaron en la cabeza. Después cubrieron sus hombros con un trozo de tela púrpura imitando una capa y en su mano le pusieron una caña figurando un cetro para que el populacho que lo estaba viendo y gritaba que lo matara se riera de él, vestido como si fuera un Rey.

Ay, Jesús. De tu cabeza brotaban hilos de sangre que cubrían tu rostro. Tu mirada tan triste buscaría entre el populacho a muchos de los que tú habías curado de enfermedades y te habían seguido oyendo tus enseñanzas, pero no encontraste a nadie: estabas solo.

Han transcurrido 21 siglos y los cristianos de todos los tiempos te proclamamos que tú eres el Hijo de Dios y eres nuestro Cristo Rey. Y como Rey que eres te ofrecemos nuestro cariño y nuestra pleitesía, y nos proclamamos soldados para extender tu reino y que no quede un solo lugar en la Tierra donde no sepan que tú eres el Hijo de Dios, Jesús el Nazareno.

Pero esta tarea la vamos a hacer con todas nuestra fuerza y nuestro corazón, con uñas y con dientes, pero sin utilizar ni la violencia ni la fuerza, sólo el amor y la caridad que tú nos enseñaste.

Nuestro grito de guerra será “¡Cristo vive, Cristo reina y Cristo impera!”, y todos diremos con fuerza “¡Viva Cristo Rey!”.

Amigos, confío que al menos todos nosotros, cada uno en sus posibilidades, extendamos el Reino de Cristo. Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Las Bienaventuranzas.


Queridos amigos internautas esta semana he pensado que sería bueno recordar las bienaventuranzas estas son las palabras más hermosas que salieron de la boca de Jesús en favor de tanta buena gente que se siente ofendida, despreciada, perseguida y esclavizada por alguno de sus semejantes.

Cuando nos sintamos machacados y triturados por la vida, recordemos las palabras que Jesús quiso explicar con estas bienaventuranzas, ellas son el bálsamo que cicatriza nuestras heridas espirituales y corporales y el faro que alumbra el sendero por el que caminamos hacia el reino de Dios.

He estado buscando ideas para ponérosla en nuestra página y me he encontrado con este texto que creo que explica perfectamente el sentido de las bienaventuranzas, por eso os animo que seamos mansos, humildes y justos de corazón.

Jesús se dio cuenta cuando vino al mundo, que los hombres estamos equivocados, que andamos buscando la felicidad donde no está.

Es por ello que un día subió a la montaña y habló a todas las personas que le seguían sobre las bienaventuranzas, explicándoles que la felicidad no está en el tener, el dominar, el disfrutar... sino en algo muy diferente : en amar y ser amado.

Fíjate que la única y verdadera felicidad no está en la tierra sino en El Cielo , en llegar a estar junto a Dios para siempre. Jesús te dice en las bienaventuranzas, quiénes son los que deben sentirse bienaventurados, es decir afortunados y felices, porque van en el camino correcto para llegar al cielo.


- Jesús habló de nueve bienaventurados, veamos quienes son:

1) Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios.

- El “pobre” para Jesús, no es aquél que no tiene cosas, sino más bien aquél que no tiene su corazón puesto en las cosas.

- Fíjate la diferencia: Puedes ser una persona que no tenga cosas materiales pero que no más estás pensando en lo que no tienes y en lo que quieres tener. Entonces no eres “pobre de corazón”. En cambio puedes ser una persona que sí tenga cosas pero que tu mente está puesta en agradar a Dios, en trabajar por El, en ayudar a otros, en dar tu tiempo y compartir tus bienes.

- Cuando no vives ocupado de lo que tienes, cuando no eres ambicioso, envidioso, presumido, cuando confías en Dios y no en el dinero, entonces ¡Eres libre, eres feliz!


2) Bienaventurados los mansos porque poseerán la tierra.

- No es fácil entender como Cristo te pide que seas manso, cuando el mundo es violento, cuando para los hombres, el importante es el más fuerte, el más poderoso.

- Ser manso significa ser bondadoso, tranquilo, paciente y humilde. Ser manso no es ser menso, el manso es suave por afuera pero fuerte en lo que cree por dentro.

- “Poseerán la tierra” quiere decir que poseerán la ¨tierra prometida¨ que es el Cielo, o sea que llegarán al cielo.


3) Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

- Hay personas que tienen muchos sufrimientos en esta vida y todos pensamos ¡Pobrecito! Pues Cristo dice: Feliz el que sufre, porque ese dolor bien llevado le ayudará a llegar más fácilmente al cielo. Si unes tu sufrimiento a de Cristo, ayudas a tu propia salvación y a la de otros hombres.

- Hay 3 pasos en eso de llevar el dolor :
a) Primero súfrelo con paciencia.
b) Luego trata de llevarlo ¨con gusto¨.
c) Lo mejor, sería ofrecerlo a Dios por amor.


4) Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

- Dios sabe que desgraciadamente en este mundo, los hombres cometen muchas injusticias con otros hombres: meten preso al inocente, culpan al que no hizo nada, no pagan lo que el otro en justicia merece, roban al otro lo que le pertenece, agreden y hasta matan al inocente .

¡Cuántas injusticias conocemos! Tu mismo has sufrido injusticias... Cristo no te dice: busca que se te haga justicia, véngate, desquítate... sino que te dice: ¡Alégrate, que ya Dios será justo en premiarte en el cielo por lo que has pasado aquí en la tierra!


5) Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

- Ser misericordioso significa perdonar a los demás, sí... perdonar aunque sea “grande” lo que te hayan hecho, aunque te haya dolido tanto, aunque tengas ganas de odiarlos en vez de perdonarlos. Perdonar cuesta mucho, pero es lo que Dios te pide que hagas. Dios mismo te pone el ejemplo: siempre te perdona, aunque lo ofendas en lo mismo, aunque lo ofendas en cosas muy serias.... siempre te recibe con los brazos abiertos.
- Jesús te pone una condición muy seria: el que perdone será perdonado, el que no lo haga no será perdonado.

- Piensa ¿a quién no he perdonado? , no pienses en lo que te hizo, piensa en que amas mucho a Dios y porque El te lo pide lo perdonarás. ¡Dios te premiará perdonándote a ti cuando llegues a su presencia!


6) Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.

- Tu corazón estará “limpio” cuando no haya en él ningún pecado. Cuando pecas, te “separas” de Dios por voluntad tuya . Cuida mucho la limpieza de tu corazón, que no te valga ensuciarlo, esto es cosa muy seria, puede costarte no entrar al cielo.

- Haz la costumbre de confesarte seguido y sobretodo de pensarlo muy bien antes de hacer algo que tú sabes que lo ensuciará.


7) Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios.

- Jesús dice que debes buscar siempre la paz: la paz en tu trato con los demás (no andarte peleando con todos y por todo) , la paz en tu hogar (llevándote bien con tu familia).

- Para aquellas personas que creen que con levantamientos, con armas, con sangre van a lograr justicia... Este no es el camino para lograrlo Cristo repite estas palabras: “Bienaventurados los pacíficos... “


8) Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

- Hay muchas personas presas, perseguidas por la ley. Unas culpables.... otras inocentes. Pues Jesús les dice que si se arrepienten, El los perdonará y podrán entrar al cielo.
- Debes rezar mucho por estas personas, para que Dios los ayude a convertirse, para que se arrepientan del mal que han hecho, para que pidan perdón a Dios y puedan salvarse.


9) Bienaventurados seréis cuando por causa mía os insulten y digan toda clase de calumnias contra ustedes. Alégrense y regocíjense, porque se recompensa será grande en los cielos.

- Si alguna vez hablan mal, se burlan de ti, te señalan porque eres bueno, porque respetas los mandamientos de Dios, porque rezas, porque hablas de Jesús, porque defiendes lo que Jesús nos enseñó ... ¡Alégrate, Dios tiene preparado para ti un gran premio en el cielo!

Amigos espero que nos sirva a todos estos ejemplos tan maravillosos, hasta la semana que viene si Dios quiere.


Os quiero pedir un favor me gustaría que recordaseis poner advocaciones de la Virgen, (las Advocaciones de la Virgen está escrito en el mes de marzo), pues sería hermoso poner en el blog todas las advocaciones, y que no quede ninguna, si alguno no sabe hacerlo, pedirlo a vuestros hijos que ellos os ayudaran a hacerlo, espero reunir una lista enorme con las advocaciones, pues sería precioso.

Gracias.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Día de los Santos, día de los difuntos y resurrección de Lázaro.



Uno de noviembre día de todos los Santos.

Ya llegó el otoño y el olor a castañas asadas invaden y perfuman nuestras calles. El verde follaje de los árboles cambia de color como si una mano invisible los pintase a tonos rojizos, dorados, amarillentos y cobrizos. Otros por el contrario se desnudan y tiran sus hojas al suelo en bosques, parques y alamedas; formando una gruesa y mullida alfombra que cruje cuando andamos sobre ella.

Mes de Noviembre lleno de añoranza melancolía y nostalgia. Este es el mes que ha escogido la iglesia para que honremos a todos los santos. Es fiesta principal en la iglesia pues en ella celebramos a los millones de personas que de una manera anónima callada, sacrificada, pero muy alegre han sabido cumplir la ley de Dios con lo difícil que eso es, porque han sabido ver a Cristo en el rostro de sus semejantes y los han amado ayudado y respetado como si de Jesús se tratara.

¡Amigo que suerte tenemos de estar vivos! Pues todavía estamos a tiempo de pedir perdón y arrepentirnos de todos nuestros pecados.

La santidad, que palabra tan grandilocuente, poderosa e inalcanzable. Pero si de verdad nos atreviésemos a intentar conseguirla, aunque parece una tarea imposible. Pensando en que algunos Santos lo han conseguido ¿por qué nosotros no?

Si estamos decidios a emprender este camino, lo primero que tenemos que hacer es hablar con Jesús de una manera íntima y en silencio, sin que nada nos distraiga, y decirle:

- Te ofrezco un trato Jesús. Si Tú quieres escucharme te propongo que hagamos un pacto entre los dos. Yo te ofrezco mi corazón lleno de amor hacia ti, mi voluntad y todas las potencias de mi alma. Y Tú a cambio me tienes que conceder los dones y gracias necesarios para poder realizar esta tarea. Pues quiero conseguir amarte a ti sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo.

- ¿Que te parece estamos de acuerdo? Noto que sonríes, aquí tienes mi firma, me comprometo a todo lo que me he comprometido. ¿Y tú te atreves a firmar tu parte? En el fondo de mi corazón siento que has consentido y has firmado.

En las lecturas de la misa del día de todos los santos hay una maravillosa parte que dice:

Tuvo Juan una visión del cielo, y vio en el centro a Dios en su trono lleno de majestad y gloria, rodeado de los ancianos, santos y ángeles. Entonces vio que venían las doce tribus del Israel y luego una gran inmensa muchedumbre de toda las razas, pueblos y naciones de la tierra que nadie podía contar.

Y Juan preguntó: “¿Quienes son todos estos que vienen vestidos con túnicas blancas y portando en su mano una palma en señal de paz?”

A lo que respondieron: “Estos son los que vienen de la tribulación de la tierra y que han lavado sus almas con la sangre del cordero.”

Amigos internautas cuando traspasemos el umbral de la muerte a la vida eterna, espero que formemos todo parte de esa muchedumbre que alaba a Dios diciendo: “ Para Ti todo honor, gloria, poder y sabiduría por los siglos de los siglos.”


Día dos, fiesta de los fieles difuntos.

La iglesia no se olvida de sus hijos difuntos, y por eso señala un día al año para que al menos durante esa jornada recemos por ellos, les digamos misas y responsos; vayamos a visitarlos a los cementerios y limpiemos sus sepulturas.

La muerte, que palabra tan terrible que a todos nos da miedo, pero que triste sería si acabásemos en una fría y oscura sepultura sin esperanza de otra nueva vida por eso, no la veamos como una enemiga, sino por el contrario como una aliada y recibámosla con esperanza, paz y sosiego; y no de una manera trágica y desgarradora.

Jesús durante toda su vida nos habló de la otra vida, cuando dijo:”Mi reino no es de este mundo” o cuando decía: “Voy a la casa de mi Padre”. Y no paraba de hacer referencia a un mundo mejor. Hasta en el último momento de su vida cuando estaba muriendo en la cruz le dijo al buen ladrón: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”

Con esta esperanza aceptamos la muerte pensando que es un trámite que tenemos que pasar para alcanzar la vida eterna. Y como dice el padre Pepe que al final de nuestros días nos encontraremos con nuestros seres queridos en la mesa camilla del cielo.

Amigos del grupo de oración de nuestro blog. Espero yo también, que algún día nos conozcamos y estemos juntos en la mesa camilla del cielo.


Resurrección de Lázaro.

He recordado este pasaje del evangelio y pienso que hoy encajaba muy bien en estas fechas al celebrar estas dos fiestas.

Cuando vivía Jesús en la Tierra, como Dios y hombre que era, tenía parientes, conocidos, enemigos y también muchos amigos. Entre ellos se encontraban tres hermanos: Lázaro, Marta y María.

Estaba Jesús predicando su evangelio en otra aldea cuando Lázaro se puso gravemente enfermo y entonces sus hermanas le mandaron recado para que viniesen a curar a Lázaro, pero Jesús se quedó donde estaba y no vino (pues el sabía lo que hacía).

Al cabo de tres días dijo a sus discípulos: “Vamos a casa de Lázaro”. Cuando estaba llegando lo vieron Marta y María, y salieron llorando a su encuentro recriminándole: “Maestro si hubieras estado aquí mi hermano no hubiera muerto”.

Entonces Jesús lloró (¡Ay Jesús! ¿Quién podría haber visto tus lágrimas? Aunque pienso que esas lágrimas son por todos nosotros y por todas las penas y desgracias que nos suceden) y dijo a María: “Llevadme donde está Lázaro enterrado, porque va a resucitar”

A lo que contestó María: “Yo se que todos resucitaremos el día del juicio final” y Jesús dijo (antiguamente se tenía la costumbre de hacer un agujero en la montaña para luego cubrirlo con una piedra para enterrarlo): “Quitad la piedra”

Marta y María dijeron: “Tres días lleva enterrado y ya empieza a oler, pero en tu nombre la quitaremos”

Entonces Jesús levantó los ojos al cielo y rezó y acercándose a la tumba con voz potente y ronca gritó: “Lázaro, Lázaro, levántate que Yo te lo mando” Al momento vieron con estupor que Lázaro se puso de pié atado con las vendas y el sudario y Jesús les dijo: “Desatadlo y dadle de comer”

Los allí presentes no daban crédito a lo que había sucedido y esta noticia corrió como reguero de pólvora por toda la comarca. Así eran muchos los enfermos que vieron más tarde para que los sanase.

Yo pienso que en este episodio Jesús nos quiso decir para que creyéramos firmemente en su palabra y en un mundo futuro que había resucitado a Lázaro, demostrando así su poder sobre todas las cosas.

Con esta lección que Jesús nos da y con la esperanza de alcanzar una nueva vida, tengamos cada día fe en sus palabras.

Amigos hasta la semana que viene si Dios quiere.

viernes, 28 de octubre de 2011

Sabatina a la Virgen del Carmen y Parroquia Virgen del Carmen.



Primera estrofa:
Es la Virgen del Carmen nuestra abogada,
que en penas y trabajos, graciosa ampara. (x2)

Estribillo:
Viva María, Viva el Carmelo, Viva el Escapulario Puerta del cielo.

Segunda estrofa:
Es el Escapulario Sol refulgente que alumbra con sus rayos hasta la muerte. (x2)

(Estribillo)

Tercera estrofa:
Los ojos de la Virgen me están mirando para ver si llevo puesto su Escapulario. (x2)

(Estribillo)

Cuarta estrofa:
Mírame, dulce madre, mírame siempre. Y verás que lo llevo puesto hasta
la muerte. (x2)

(Estribillo)


Queridos amigos internautas:

Esta hermosa canción la cantamos todos los sábados por la tarde en la parroquia. Nos la enseñó Doña Margarita, la madre de Don Roberto, nuestro antiguo párroco.

Era Doña Margarita (digo era porque falleció hace año y medio) una anciana joven, alegre, inteligente, afable, cariñosa y de buen trato. Se sentaba en el primer banco de la izquierda delante del altar y allí nos saludaba a casi todos los feligreses. Yo la llamaba mamá Margarita, pues siempre estaba pendiente de la Iglesia y de todos nosotros. Cuando teníamos algún problema se preocupaba y rezaba para que todo se resolviera bien, y cuando no nos veía en la misa le decía a su hijo:

- Roberto, llama a fulana que no ha venido, a ver si es que les pasa algo.

Y entonces Don Roberto nos llamaba y nos decía:

- ¿Os pasa algo? Que mi madre está preocupada porque no os ha visto.

Era presumida, siempre estaba muy bien arreglada y perfumada, y con este gesto nos quería decir que para venir a la Iglesia, había que venir no sólo limpio y aseado por fuera, sino con nuestra alma pura y nuestro corazón alegre.

  Muchas veces, cuando iban a saludarla, le decían con cariño: "¡Qué bien está usted, Doña Margarita!", y ella les contestaba: "¡Si ya tengo más de noventa años!", y la gente replicaba: "Pues está usted divinamente", a lo que ella respondía: "Cuando Dios me tiene aquí será por algo". Con esta frase nos quería decir que todos somos necesarios ante los ojos de Dios.  

A través de ella quiero rendir un homenaje a todas las madres y hermanas de sacerdotes que viven con ellos en las parroquias. Ellas son la mano femenina que de una manera silenciosa y abnegada cuidan de la Iglesia, de que todo esté limpio, que las flores estén frescas y que nunca le falte la luz al santísimo en el sagrario.

Me recuerda la imagen de la Virgen María cuando en las Bodas de Caná se dio cuenta de que se estaba terminando el vino e hizo que su hijo adelantase su vida pública al hacer el primer milagro de convertir el agua en vino.



Parroquia Virgen del Carmen

Está situada en las Chapas de Marbella. Una zona muy hermosa, tranquila y con mucha arboleda. Delante de su puerta se alzan unos hermosos pinos que la perfuman. Es una parroquia joven, mediana, sencilla, alegre, de paredes blancas, con grandes ventanas de colores y en el altar, unas hermosas vidrieras. En el tejado hay un hermoso carrillón de campanas y una torre con una cruz y un reloj.

En su interior, al fondo en el centro detrás del altar hay una imagen de Cristo crucificado. A su derecha está el patriarca San José con el niño y a su izquierda la Inmaculada Concepción, Patrona de España.

Al fondo a la derecha está el lugar más íntimo de la iglesia, pues ahí se encuentra el Sagrario, sitio de recogimiento y de oración, y encima, como no podía ser de otra manera, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Al fondo a la izquierda está subida en la quilla de un barco de madera y rodeada de flores por todos lados nuestra Patrona la Virgen del Carmen, con su niñito en brazos en una mano y en la otra el Santo Escapulario.

En los laterales está el Via Crucis y al fondo el confesionario. En los sótanos de la iglesia están los salones parroquiales y a la izquierda la sacristía.

Como veis es todo muy sencillo, pero muy entrañable, pues al ser pequeña parece estar más en contacto con los feligreses. Al tener tantas ventanas entra mucha luz que la ilumina y la hace cálida y alegre.

Queridos amigos, os voy a hablar en grandes líneas de los cuatro párrocos que hemos tenido. El primero fue Don Ángel, un sacerdote sencillo, humilde y bueno. El segundo fue Don José. Era muy estricto pero tenía un gran don de Dios, explicaba el evangelio de una manera magistral.

El tercero era nuestro querido párroco Don Roberto. Él supo atraernos a todos a la Iglesia como si tuviera un fuerte imán. Era amable, cariñoso, se preocupaba de todos nosotros, cuando estábamos enfermos nos traía la Sagrada Comunión a la casa, nos oía cuando teníamos problemas y nos daba sabios consejos para poder solucionarlos. Tenía un don especial con todo el mundo, se trataba con todos, desde el más alto al más humilde. Y tenía una costumbre estupenda que yo tan sólo la he visto una vez en mi vida en Margate (una ciudad inglesa) cuando fui con mi familia hace años, que era salir a la puerta a saludar a los fieles (incluso por nosotros, aun sin conocernos, se interesó este párroco de Inglaterra). Eso mismo lo hacía Don Roberto, al terminar la misa siempre salía a la puerta a despedirnos. Siempre tenía una palabra cariñosa para cada uno de nosotros, “que paséis buen domingo”, “que os cuidéis”, a los que se iban “que tengáis buen viaje”. En una palabra: era un padre para todos nosotros.

Y el cuarto se llama Don Antonio Jesús. Lleva poco más de un mes en la parroquia y nos estamos conociendo. Él quiere agradar a todos y se ha ofrecido para todo lo que le necesitemos. Me ha impresionado que canta divinamente. Y nos está enseñando nuevas canciones. Aunque tiene una costumbre, que mientras nos da la comunión está cantando, y es una sensación hermosa ver la alegría con la que nos da la Sagrada Forma.

Amigos, os voy a contar un secreto. Desde que estoy ciega, le doy gracias a Dios porque esto me ha servido para estar más en contacto con Jesús, para no distraerme en tonterías y poder rezar con más devoción. Os invito a que si queréis cerréis los ojos cuando estéis en la Iglesia o rezando, y veréis cómo es más fácil escuchar a Jesús en nuestro corazón.

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.