domingo, 9 de marzo de 2014

Miércoles de Ceniza


Queridos amigos:

El pasado miércoles fue el Miércoles de Ceniza. En este día empieza la Santa Cuaresma.

La cuaresma es un tiempo de ayuno, de oración, de sacrificio, de reflexión, de poner orden en nuestras vidas para prepararnos para el gran misterio de nuestra religión que es la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y su triunfante Resurrección el domingo de Pascua.

A lo largo de nuestras vidas son muchos los miércoles de ceniza que hemos celebrado, tantos como años tenemos cada uno. Pero no todos los hemos celebrado igual. Si pensamos en las tres etapas principales de la vida (infancia, juventud y madurez, y vejez), en la primera, en la infancia, los que hemos tenido la suerte de nacer en una familia cristiana o nos han llevado a un colegio católico, siempre nuestros padres o profesores se han ocupado de llevarnos a la iglesia para recibir la ceniza. En esta época de nuestra vida no comprendemos bien las palabras que dice el sacerdote al imponernos la cruz en la frente con las cenizas: “polvo eres, polvo serás y en polvo te convertirás”. Más bien con risa contenida nos fijamos en cuál de nuestros compañeros tiene la mancha más grande en la frente. No alcanzamos a comprender el significado de este acto.

En la juventud y madurez ya han pasado unos cuantos años y hemos dejado atrás la infancia. Entonces sí sabemos el significado de las palabras del sacerdote, pero como estamos en plena juventud, con tanta fuerza y ocupados en nuestros quehaceres de trabajo y de estudios, el pensar que algún día seremos polvo se ve como una cosa lejana que nunca llegará o que tardará mucho tiempo en producirse.

Casi sin darnos cuenta llegamos a la tercera etapa de nuestras vidas: la ancianidad o la vejez. Pronto nos hemos dado cuenta que ya no somos como cuando éramos jóvenes, que hemos perdido la fuerza y ya no podemos hacer las cosas que antes realizábamos, y la salud poco a poco se va resquebrajando. Ahora sí en esta etapa de nuestra vida lo comprendemos todo perfectamente: que somos una pequeñez en el tiempo del mundo, que somos como hojas que flotan en el río de la vida que al principio caen verdes y frondosas y al final de sus días se tornan amarillentas y secas y la corriente las lleva por donde quiere hasta que llega un momento en que el agua se las traga. Pero aun así, esas hojas que van al lecho del río sirven de cobijo y de abono para que otra vez renazca la vida.

Pero no pensemos que todo es negativo en esta tercera parte de nuestras vidas, pues alcanzamos serenidad, paciencia, nos volvemos más agradecidos, y cuando nos sintamos solos porque nuestros hijos se han marchado de nuestros hogares para formar los suyos propios y regresan con cariño a vernos, a besarnos y abrazarnos y a traernos a sus hijos para que los veamos, entonces la soledad que sentimos se transforma en alegría y sentimos en el fondo una pequeña satisfacción al ver que hemos cumplido con nuestro ciclo en la vida.

Miércoles de Ceniza, cuántas cosas, cuántas oraciones y cuántos sacrificios tenemos que hacer sin que se note que los hacemos. Como le decía Jesús a sus discípulos:

-Cuando ayunéis y hagáis sacrificio, no pongáis la cara larga y triste para que todos os la noten y piensen “está así porque está ayunando”. Sino por el contrario, estad alegres, que nadie note que estáis haciendo un sacrificio, pues así nuestro Padre que está en los cielos os lo agradecerá. Pues si lo hacéis pensado en que la gente diga “qué bueno es que está ayunando”, Dios no os lo agradecerá pues ya habréis sido recompensados por los hombres.

¿Qué significa ayunar y hacer vigilia en cuaresma? No solamente es no poder comer carne, sustituyéndolo por los manjares que a cada uno le gusten más. Sino por el contrario, privarnos de todo aquello que nos satisface, y ese dinero dárselo a un pobre.

Amigos, hagamos de verdad este año que la Santa Cuaresma sea lo más piadosa que podamos hacer. Que el Espíritu Santo nos llene nuestras almas como cantan los niños en la catequesis:

Ven, Espíritu, muévete en mí.
Llena mi mente, mi corazón
y llena mi vida con tu amor.
Ven, Espíritu, muévete en mí.

Amigos, hagamos un firme propósito este año de cambiar. Meditemos y saquemos cada uno todo lo malo que anida en nuestro corazón, y cada día con un esfuerzo mayor consigamos llegar libres de pecado para celebrar con júbilo la gloriosa Pascua de Resurrección.

Con todo mi cariñó, Lali Maíz.

viernes, 21 de febrero de 2014

Virgen de Lourdes, abogada de los enfermos



Queridos amigos:

Hace pocos días hemos celebrado la fiesta de la Virgen de Lourdes, abogada de los enfermos, y hoy os quiero contar la historia de las apariciones de la Inmaculada Concepción a la niña Bernadette Soubirous en la cueva de Massabielle en Lourdes, Francia. A continuación os dejo un relato que he encontrado hablando de la historia de la advocación de la Virgen de Lourdes:

"La Virgen de Lourdes es una de las advocaciones de la Virgen María más veneradas del mundo entero. Su historia comienza el 11 de febrero de 1858 en Lourdes, Francia.

Bernadette Soubirous era entonces una niña de catorce años, pobre e ignorante, pero muy devota de la Virgen María y el Rosario. Bernadette fue a Massabielle a recoger leña con su hermana y otra niña, pero al tener que cruzar un río, se quedó atrás debido a su salud delicada.

Bernadette estaba cerca de una gruta cuando escuchó un ruido y sintió un viento. La sorprendió la aparición de una nube dorada y a una mujer vestida de blanco. La mujer llevaba los pies descalzos y sobre cada uno tenía una rosa dorada. En la cintura llevaba una cinta azul ancha. En las manos, juntas y posición de oración, llevaba un rosario.

Ante la aparición de la señora, la reacción de Bernadette fue comenzar a rezar el Rosario. Según algunas versiones de esta historia, cuando Bernadette rezaba las Avemarías del Rosario, la señora no decía nada y solo pasaba las cuentas. Cuando rezaba los Padres Nuestros y las Glorias, la mujer rezaba a la vez que ella. Cuando Bernadette terminó de rezar, la señora regresó a la gruta y desapareció.

Bernadette contaba que ella no sintió miedo al ver a la señora sino que hubiera deseado quedarse contemplándola por siempre. Sin embargo, cuando regresó a su casa y su madre se enteró de lo sucedido, no le creyó. Le prohibió volver pero a los pocos días le permitió a Bernadette regresar a la gruta. La señora se le apareció otra vez. Esta vez Bernadette fue acompañada de otras personas.

Para comprobar si era cierto lo que veía, Bernadette le lanzó agua bendita a la señora y le pidió que si venía en nombre de Dios, diera un paso adelante. La señora dio un paso.

Más tarde pudo convencer a su padre de que la dejara regresar a la gruta y él le permitió ir el 18 de febrero.

Fue durante esta tercera aparición del 18 de febrero que la Virgen le pidió a Bernadette que regresara durante quince 15 seguidos. Le habló en su propio dialecto gascón, y se dirigió a ella usando el "usted" (voi) de cortesía. Le dijo: "¿Me haría usted el favor de venir aquí durante quince días?". También le prometió que sería feliz en el otro mundo.

Algunos que escucharon de las apariciones, creyeron en el suceso y acudieron a la gruta. Otros se burlaron de Bernadette y lo que parecía una creación de su imaginación. El 25 de febrero, Bernadette escarbó en la tierra para buscar un manantial que la señora le indicó y tomó del agua con tierra que pudo sacar.

Bernadette fue motivo de las burlas de muchos al ensuciarse con lodo la cara por obedecer el mandato de la señora de que se lavara en el manantial que aún no había aparecido completamente. Poco después brotaron las aguas del manantial milagroso, que desde entonces han sido vehículo de muchos milagros certificados por la Iglesia Católica.

Las apariciones continuaron. La señora animó a Bernadette a rogar por los pecadores y pidió que se construyera una capilla en ese lugar. También le pidió a Bernadette que besara la tierra como acto de penitencia y signo de humildad, una práctica que continúa hoy en día en Lourdes.

El 25 de marzo de 1858 la señora apareció por decimosexta vez. Fue entonces cuando Bernadette le preguntó 4 veces quién era y ella por fin le respondió que era la Inmaculada Concepción. Por ser Bernadette una joven analfabeta y sin acceso al dogma católico de la Inmaculada Concepción de la Virgen María que había sido proclamado el 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pío IX, estas palabras permitieron que, por fin, el sacerdote de su parroquia le creyera.

El 7 de abril, Bernadette permaneció en éxtasis durante la aparición de la Virgen, aún cuando la vela que sostenía le alcanzó las manos y se mantuvo encendida en ellas sin quemárselas.

La Virgen se le apareció por última vez a Bernadette el 16 de julio de 1858. Sus apariciones fueron declaradas auténticas el 18 de enero de 1862."


Desde entonces son miles los peregrinos que han acudido a Lourdes a implorar por la curación de sus enfermedades y problemas. No todos han tenido la suerte de ser curados físicamente, pero la verdad es que los que allí han acudido a rezar y a pedir clemencia, todos ellos vuelven a sus casas con una paz y una resignación que los hace felices.

¿Quiénes son los enfermos? ¿Para qué sirven? ¿Qué papel tienen en la Iglesia?

Los enfermos son todas aquellas personas que han perdido la salud, voluntaria o involuntariamente, y por este motivo les ha cambiado su vida. Hay multitud de clases de enfermos, tantas como enfermedades. Pero podríamos resumirlas en dos grupos:

  1. Los enfermos del alma.
  2. Los enfermos del cuerpo.

Los enfermos del alma son todas aquellas personas que tienen su espíritu corrompido y desahuciado por hacer el mal, unas veces a conciencia y otras veces inconscientemente.

Pero hay otro grupo de personas que se cree que tiene el alma limpia, por ignorancia, por falta de piedad y de oración, etc. Y entonces piensan: "yo ni he robado ni he matado a nadie, entonces no tengo pecado". Pero no piensan que si no han robado grandes cantidades de dinero o grandes cosas, muchas veces es porque no han tenido ocasión, pero sin embargo han robado en lo pequeño y han engañado a los que tienen a su alrededor en su casa o en el trabajo o en la convivencia diaria. Han robado la sonrisa y la alegría de muchas personas y han mirado para otro lado cuando se reclamaba su ayuda para no involucrarse.

Si fuéramos conscientes y pensáramos: "voy a hacer un examen de conciencia a fondo. Voy a rezar al Espíritu Santo para que me ayude a encontrar mis faltas y pecados en el último rincón de mi alma y así poderme corregirme", nos daríamos cuenta de cuán grandes son nuestras faltas y pecados, y entonces podríamos enmendarnos.

Dentro del otro grupo que piensa que no ha matado a nadie, si recapacitáramos nos daríamos cuenta de a cuántas personas hemos matado con nuestra lengua. Criticando y murmurando, levantando juicios temerarios y calumnias que hacen más daño que una herida.

Amigos, seamos valientes y pongamos en paz nuestra alma yendo a la iglesia y pidiendo perdón con el sacramento de la penitencia.

¿Para qué sirven los enfermos?

Los enfermos son aquellas personas que Dios ha elegido para que con su sufrimiento y su amor a Dios sean capaces de ofrecerlo todo en sacrificio por Él. Ellos son los cirineos que ayudaron a Jesús a llevar su cruz al monte Calvario y con su sacrificio aliviarle el dolor a Jesús.

La sombra alargada de la Cruz llega a cada uno de los enfermos y hace que con el sufrimiento y el dolor purifiquen su alma aquí en la Tierra para llegar libres de pecado a la vida eterna.

¿Qué representan los enfermos en la Iglesia?

Ellos son el pilar, el muro de carga que con su sacrificio y su oración mantienen a la Iglesia viva, como aquel grupo de diez leprosos que estaba al borde de un camino y oyeron un tropel de gente que pasaba cerca hablando muy fuerte. Preguntaron: "¿quién va? ¿Qué sucede?". Y les contestaron: "es Jesús Nazareno, el que va predicando y curando a los enfermos". Al oír esto los leprosos empezaron a gritar:

-¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!

Y les mandaban callar para que no le molestasen, pero ellos gritaban más fuerte:

-¡Hijo de David, ten compasión de mí!

Tanto gritaron que Jesús se paró ante ellos y les preguntó que qué querían. A lo que respondieron que les sanara. Entonces Jesús los bendijo y en ese momento sus carnes recobraron la salud, y les dijo:

-Id al jefe de la Sinagoga para que vea que estáis curados y os dé el certificado.

Pero al verse curado, uno de los diez se volvió y postrándose de rodillas en el suelo daba gracias a Jesús y le alababa. Entonces le preguntó Jesús:

-¿Dónde están los demás?

Y el leproso calló. Y Jesús lo volvió a bendecir y le dijo:

-Vete en paz, tu fe te ha salvado.


Amigos, seamos agradecidos por todos los bienes y favores que recibimos diariamente de Dios, y demos las gracias a tantas personas, médicos, personal sanitario y otras personas anónimas que nos cuidan y nos atienden en tantos momentos difíciles y nos traen un rayo de luz a nuestras vidas.

Amigos, recemos por todos los enfermos del mundo, del alma y del cuerpo, y pongamos nuestra oración a los pies de la Santísima Virgen de Lourdes como madre misericordiosa y abogada de los enfermos.

Con todo mi cariño, Lali Maíz.

jueves, 6 de febrero de 2014

Pregón a la Virgen del Carmen de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de las Chapas

   

    Queridos amigos:

           Os pensaréis que cómo se me ocurre en febrero hacer un pregón a la Virgen del Carmen cuando su fiesta es el 16 de julio. Pero he sentido la necesidad de pedir amparo a la Virgen del Carmen para que nos proteja y aplaque las aguas de nuestros mares.

           Nunca en mi vida he visto rugir al mar con tanta fuerza como en estos días. Es algo terrorífico y escalofriante sentir el ruido ensordecedor que hacen las olas al llegar a la costa. El viento huracanado formado por tormentas y lluvias torrenciales hace temblar nuestras ventanas y puertas y se cuela por las rendijas de nuestras casas con un espantoso silbido que nos atenaza.

           Si estamos en un lugar seguro y contemplamos el espectáculo de la tempestad, es algo difícil de describir. Ver las olas cabalgando desbocadas sobre la espuma blanca y romper en la orilla devorando todo lo que se encuentra a su paso…

           ¡Virgen del Carmen, a ti imploro pidiendo ayuda! ¡Estrella de la mañana, madre de la misericordia, contén esta furia, tú que eres la patrona del mar!

           Os voy a hablar de mi Virgen del Carmen de la Parroquia de las chapas, pero antes de explicaros algunas cosas os voy a decir qué es las Chapas. Los que tenemos ya muchos años la recordamos de distinta manera a lo que es hoy. Las Chapas debe su nombre a la cantidad de chaparros que había en esta zona, y es un término de la ciudad de Marbella que está en la parte este. Era una zona agrícola y ganadera. La formaban unos cuantos cortijos inmensos donde se trabajaba, se reía y se vivía. El campo estaba lleno de alcornoques, de chaparros, de encinas y de olivares. Y en él se realizaban toda clase de trabajos ganaderos y agrícolas. Había un grupo pequeño de personas que vivía fuera de los cortijos, y una estrecha carretera dividía las chapas de la parte norte, del campo, a la parte sur, al mar. Una gran masa forestal de pinos la cubría con su sombra y la perfumaba con el olor de sus piñas. Y cerca de la playa toda ella estaba llena de dunas de arena que hacían a veces grandes montañas que impedían ver el agua hasta que uno ya estaba cerca.

           Pero todo esto con el turismo y con los años casi ha desaparecido. Ahora las Chapas es un término que se ha poblado de urbanizaciones y de casas y se ha hecho un pueblo con toda clase de servicios, incluidos centros comerciales y un hospital. ¿Y qué ha pasado con todo esto, que es a donde quiero llegar? Que los que aquí vivimos necesitábamos una iglesia. Un sitio donde reunirnos para rezar y para hacer convivencia entre los vecinos. Al principio, en un local provisional, pusieron una imagen de la Virgen del Carmen y un sacerdote decía misa los domingos. Pero por fin ahora ya tenemos nuestra iglesia. Es pequeña, sencilla, pero hermosa. Es nuestra casa. Le tengo un especial cariño porque ahí se han casado dos de mis hijas y se han bautizado tres de mis nietos. Y todos los domingos y fiestas acudimos con alegría a la iglesia para rezar y encontrarnos con Dios y la Virgen. Y como no podía ser de otra manera, le pusieron por nombre "Parroquia de Nuestra Señora del Carmen". Y allí está nuestra Virgen montada en la proa de un barco que le han construido, vigilándonos y amparándonos.

           Es preciosa. Tiene unas facciones tan tiernas y tan dulces que sólo de mirarlas te consuela. Cuando entras en la iglesia y la miras, parece que ella te está buscando con la mirada para ver si falta alguno. Y cuando no nos ve se preocupa pensando qué nos ha sucedido. Pero luego llega la temporada alta del verano y la iglesia se llena de personas forasteras, veraneantes que vienen a descansar y a disfrutar de su ocio. Y entonces la Virgen los mira y le dice a su hijo: "hoy tenemos nuevos visitantes, vamos a fijarnos en ellos y a bendecirlos para que tengan suerte en sus vacaciones y vuelvan a vernos".

           ¡Oh, Virgen del Carmen, Reina del Cielo y de los mares! Si no fuera por ti, cuantas desgracias ocurrirían.

           ¿Pero sabéis lo que hace ella? Cuando las playas están llenas y en sus aguas surcan muchos barcos, mira a su hijito y le dice: "hijo, ha llegado el momento en que tenemos que trabajar más". Y sin que nadie se dé cuenta, se baja del altar, extiende su manto sobre las aguas y con Jesús apretado a su corazón en una mano y su Santo Escapulario en la otra empieza a navegar. Y surca todas las aguas, y se fija cuando alguien está en peligro y le echa el escapulario para que se agarre a él y se salve.

           Muchas veces hemos oído contar a las personas que han tenido un problema en el agua decir: "me estaba casi ahogando, pero de pronto sentí una fuerza y pude llegar a la orilla". ¡Esa eras tú, María!

           Pero también nos dice que seamos prudentes, y así pasan las horas hasta que las estrellas empiezan a brillar en el firmamento haciéndole una corona a la Virgen, y la luna refleja en el agua el camino que la lleva de nuevo a su altar. Entonces María le dice a Jesús: "hijo, hemos concluido la jornada. Por hoy hemos terminado. Vámonos a descansar, que mañana tenemos que volver".

           Amigos, recemos a la Virgen del Carmen. Pidamos por los demás y digámosle toda clase de piropos: Madre de la Salvación, Madre de la Alegría, Estrella de la Mañana… Y digámosle como en esta coplilla: "mírame, dulce madre, mírame siempre, y verás que llevo tu escapulario hasta la muerte".

           Hasta la próxima vez. Con todo mi cariño, Lali Maíz. 

martes, 28 de enero de 2014

Jesús escoge sus Apóstoles



Queridos amigos:

Con el nacimiento de Jesús, el Mesías prometido desde los tiempos antiguos, comienza una nueva era. Atrás queda el Antiguo Testamento y empieza el Nuevo. Desde este tiempo los años se cuentan antes de Cristo y después de Cristo.

Jesús ya ha sido bautizado. Y con su bautismo se termina el ciclo de Navidad. Ahora la Iglesia abre un paréntesis hasta que comience la cuaresma, y durante este período estamos en el tiempo ordinario.

Han transcurrido los años y aquel niño que nació en Belén ya ha crecido. Ha sido formado en el seno de la Sagrada Familia. En ella ha recibido una formación, le han enseñado un oficio, el de carpintero, y durante muchos años Jesús ha estado ayudando a su padre en la carpintería. Pero lo más importante es su formación espiritual, y en el Templo y en la Sinagoga le han enseñado la Ley de Moisés y todos los escritos y profecías de los profetas.

Ya tiene treinta años. Jesús va a comenzar su vida pública. Ya está preparado para cumplir la misión para la cual vino al mundo, que era enseñarnos su doctrina para que fuésemos redimidos. Pero Jesús no quería realizar esta tarea solo. Quería formar un grupo que fuera con él durante todo el tiempo que viviese entre ellos para que fuesen testigos de todo lo que él hizo y dijo y así nos lo pudieran enseñar a todos los demás. Y no fue a escogerlos a la Sinagoga ni entre los escribas y fariseos, ni entre los hombres más principales de las ciudades, sino por el contrario los buscó por las aldeas, a las afueras de las ciudades y a orillas del lago de Getsemaní. Y encontró lo que quería: hombres recios y fuertes acostumbrados al trabajo duro pero con un corazón limpio. Y así comenzó a andar, y al primero que eligió fue a Pedro y a su hermano Andrés. Y mirándoles a los ojos les hizo la llamada: “venid conmigo, que yo os haré pescadores de hombres”. Y dejaron las redes, abandonaron las barcas y le siguieron.

Después vio a los hermanos Zebedeo, Santiago y Juan, y les hizo la misma llamada, y le siguieron. Y así fue eligiendo uno a uno al resto de apóstoles.

¿Os imagináis qué mirada les echaría Jesús para que dejaran todo, su trabajo, sus vidas y se fueran tras él? Nosotros también en alguno o en muchos momentos de nuestras vidas hemos sentido la llamada de Jesús, pero ¿cómo hemos reaccionado? ¿Hemos sido capaces de poner un cartel en nuestra alma que ponga “prohibido molestar”? ¿O hemos reaccionado con generosidad? Si hemos contestado afirmativamente nos sentiremos útiles, y con humildad le habremos dicho: “Señor, ayúdame para poder entregarme a ti, para ser generosa, para que sea mi persona como arcilla blanda que tú moldees entre tus manos”.

Ahora se me ha venido a la memoria una parábola que Jesús contó a los Apóstoles referente a sentir la llamada de Dios. Decía lo siguiente:

Había un amo con una gran viña. Tan grande que necesitaba braceros para que la trabajasen. Muy temprano al alba se dirigía a la plaza del pueblo, allí escogía un grupo y los contrataba por un denario. Pero era tanto el trabajo que el amo al mediodía, cuando el sol más aprieta y hace más calor, volvió a la plaza y contrató a otro grupo y les dijo lo mismo: que les pagaría al final del día un denario. Y ellos, contentos, se fueron con él.

Ya al caer la tarde, cuando el sol casi se ocultaba, volvió a la plaza y se encontró a un pequeño grupo y les dijo: “¿es que nadie os ha contratdo? Venid conmigo que yo os daré un denario”. Y terminó el día y el amo empezó a pagarles a todos. Empezó por los de la tarde y les dio un denario. Luego a los del mediodía y también les dio un denario. Y cuando llegó al primer grupo, los braceros que pertenecían a él pensaron que recibirían más de un denario, pero el amo les dijo que ellos habían sido contratados por un denario y un denario fue lo que recibieron, igual que los demás.

¿Qué significa esta parábola? Lo que significa es que cada uno de nosotros sentimos la llamada de Jesús en distintas edades de nuestras vidas, unos más jóvenes, otros en la edad madura y los últimos en la ancianidad. Pero el premio, el denario, es el Reino de los Cielos, que para todos es el mismo.

¡Qué difícil es seguir a Cristo! Pues estamos rodeados de tentaciones y de pecados. Algunos horribles y monstruosos, y otro grupo de pecados que parecen menores pero que son como la carcoma, que al igual que esta destruye las casas, estos pecados destruyen nuestra alma, como por ejemplo los pecados de omisión. Estos son todos aquellos en los que tenemos la oportunidad de hacer cosas buenas pero no lo hacemos. O la hipocresía. Jesús decía de los hipócritas que eran como sepulcros blanqueados: los hipócritas tratan de engañar a todo el mundo, pero al final a quien se engañan es a ellos mismos. O los que pecan de soberbia y orgullo, que se creen superiores a los demás y no piensan que a esos a los que desprecian son los mismos que les ayudan a hacerles la vida más fácil. ¿Qué sería el mundo sin esta legión de personas? Ellos con su sudor riegan la tierra, con el trabajo de sus manos la labran y con su inteligencia y su corazón la abonan.

Os voy a contar una historia que contó Jesús a sus discípulos. Había dos hombres, uno fariseo y otro publicano, que entraron en el Templo a rezar. El fariseo, hombre importante, puesto de pie ante el altar, rezaba de esta manera: “gracias, Dios mío, porque soy bueno. Porque no robo, ni mato, cumplo las leyes, pago mis impuestos y no soy como ese publicano”. Y el publicano, de rodillas al final del Templo y sin levantar los ojos del suelo, rezaba así: “perdóname, Señor, porque he pecado”, y lo repetía una y otra vez, y al final decía: “ayúdame y dame fuerzas para no volver a pecar”.

Entonces les dijo Jesús a los apóstoles: ¿cuál de los dos creéis que salió perdonado del Templo? Los discípulos contestaron que el publicano. Y entonces Jesús les dijo: “todo el que se humilla será ensalzado y perdonado, y el que se ensalza será humillado”.

Amigos, meditemos todas estas cosas y no dejemos escapar las llamadas que Jesús nos hace, y con humildad echémonos en sus brazos y digámosle con cariño: “Padre, ayúdanos y perdónanos”. No dejéis de rezar por todos los que lo necesitan y pidámoslo por intercesión de la Santísima Virgen María. Hasta la próxima vez, si Dios quiere. Con todo mi cariño, Lali Maíz.

martes, 7 de enero de 2014

Feliz 2014, fiesta de la Epifanía del Señor y los catequistas nativos.


Queridos amigos,

gracias a Dios, el pasado día 31 mientras nos comíamos las 12 uvas de la suerte con las campanadas del reloj de la Puerta del Sol de Madrid celebramos la llegada del 2014. Todo eran risas y alegrías, besos y abrazos, y todos deseándonos los unos a los otros felicidad y parabienes. Atrás quedaba el 2013 y con un examen de conciencia habíamos reconocido todas las cosas en que habíamos fallado. Entonces hicimos un propósito de tratar de mejorar toda nuestra vida.

Este año que ha comenzado me lo imagino como un libro con 365 páginas que están en blanco, y nosotros durante el curso del año cada día tenemos que escribir en ellas poniendo nuestros triunfos y alegrías, y también nuestros fracasos. Tenemos que darnos cuenta de no cometer los mismos errores que cometimos el año anterior, ya sea pecar de orgullo, vanidad, omisión, o de cualquier otra forma. También me figuro este año que comienza como un niño recién nacido, tierno y hermoso, que durante estos 365 días tiene que crecer y hacerse un hombre y madurar, para que cuando ya llegue el 31 de diciembre a anciano y moribundo pueda ver en la balanza de su vida que son muchas más las cosas buenas que hemos hecho que aquellas en las que nos hemos equivocado.


Epifanía del Señor

Esta es una de las fiestas de más ilusión y alegría que seguimos celebrando a través de los siglos, recordando que el Hijo de Dios se hizo hombre y nació en Belén, y tres Reyes Magos, que no sabemos de qué países eran, vieron brillar una estrella en el cielo y se pusieron en camino sin temor a los sacrificios y dificultades con ese afán de seguir su rastro y ver a dónde les llevaba. ¡Y llegaron a Belén! La estrella se posó encima de un pesebre y cayendo de rodillas los Reyes adoraron al niño llevándole tres regalos: oro como Rey, incienso como Dios y mirra como Hombre. Con estos tres regalos querían anticipar lo que sería su vida.

No hay cosa más hermosa que ver a los niños la víspera de Reyes mirando las cabalgatas. ¡Qué griterío en la calle! ¡Cuántas risas y voces todos gritándoles pidiéndoles regalos! Y los Reyes echándoles caramelos. Noche mágica donde las haya. Todos están nerviosos, cenan rápido para acostarse pronto y se tapan la cabeza con las sábanas para que les entre pronto el sueño, pues les dicen sus padres que si no están dormidos, los Reyes pasarán de largo.

Os voy a contar una cosa personal que me sucedió hace muchos años. Había sido un año malo y teníamos muy poco dinero, solamente habían nacido mis dos primeras hijas, y llegó la noche de Reyes. Mis hijas pidieron muñecas, cochecitos... pero no teníamos dinero para poner esas cosas y tan sólo pusimos unos cuentecitos, unos recortables y unos lápices de colores. Nunca olvidaré la cara de tristeza de mis hijas cuando por la mañana vieron que no había ningún juguete. Pero sonó el teléfono y eran las voces de mis padres, y mi madre dijo que se pusieran las niñas al teléfono, que les quería decir una cosa, y era que vinieran corriendo a su casa, que los Reyes se habían equivocado de sitio y allí les habían dejado muchísimos juguetes. ¡Ay, amigos! ¡Qué abrazo les di a mis padres! Nosotros no habíamos querido decir nada por no preocuparlos, pero ellos se lo imaginaban. Al ver las caras de mis hijas contemplando los juguetes, cómo les brillaban los ojos y las sonrisas tan expresivas en sus caritas, sentí la felicidad más grande del mundo. En ese momento comprendí que ningún niño se debe quedar el día de Reyes sin un regalo.


 Los catequistas nativos

Este segundo domingo después de Navidad la Iglesia celebra la fiesta de los catequistas nativos. Ellos son las personas que ayudan a los misioneros en todos los pueblos y aldeas para hacer más fácil su labor. Estos catequistas nativos me recuerdan a la misión que hizo San Juan Bautista de preparar el camino para cuando Jesús empezara su predicación y su vida pública. Ellos son el puente que une a los nativos con los misioneros, conocen su lengua, sus costumbres, los conocen a todos y hacen que no desconfíen de los sacerdotes. Son estrellas que brillan con luz propia, como brilló la estrella de los Reyes Magos. Y estas luces en tantos pueblos, aldeas y ciudades hacen que cada vez el mundo sea más habitable.

Amigos, recemos como dice el Papa Francisco por la paz en el mundo y hagamos que todos nosotros seamos capaces de construir la paz, pues la paz hay que trabajarla. Y que se note que a nuestro alrededor no haya rencillas ni malos modos ni daño a ninguno. Que de una vez por todas seamos capaces de ver a Jesús en todos los que nos rodean, reírnos y disfrutar con los que están alegres y felices, y consolar y acompañar a los que están tristes.

Y ahora, para terminar, como siempre os digo, no dejemos de rezar. Pidamos con ganas que este año que ha comenzado sea un año que marque un hito en la historia. Que con nuestras buenas voluntades consigamos que sea un mundo mejor y que recemos mucho por todos los que piden una oración.

Con todo mi cariño, Lali Maíz.