jueves, 6 de febrero de 2014

Pregón a la Virgen del Carmen de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de las Chapas

   

    Queridos amigos:

           Os pensaréis que cómo se me ocurre en febrero hacer un pregón a la Virgen del Carmen cuando su fiesta es el 16 de julio. Pero he sentido la necesidad de pedir amparo a la Virgen del Carmen para que nos proteja y aplaque las aguas de nuestros mares.

           Nunca en mi vida he visto rugir al mar con tanta fuerza como en estos días. Es algo terrorífico y escalofriante sentir el ruido ensordecedor que hacen las olas al llegar a la costa. El viento huracanado formado por tormentas y lluvias torrenciales hace temblar nuestras ventanas y puertas y se cuela por las rendijas de nuestras casas con un espantoso silbido que nos atenaza.

           Si estamos en un lugar seguro y contemplamos el espectáculo de la tempestad, es algo difícil de describir. Ver las olas cabalgando desbocadas sobre la espuma blanca y romper en la orilla devorando todo lo que se encuentra a su paso…

           ¡Virgen del Carmen, a ti imploro pidiendo ayuda! ¡Estrella de la mañana, madre de la misericordia, contén esta furia, tú que eres la patrona del mar!

           Os voy a hablar de mi Virgen del Carmen de la Parroquia de las chapas, pero antes de explicaros algunas cosas os voy a decir qué es las Chapas. Los que tenemos ya muchos años la recordamos de distinta manera a lo que es hoy. Las Chapas debe su nombre a la cantidad de chaparros que había en esta zona, y es un término de la ciudad de Marbella que está en la parte este. Era una zona agrícola y ganadera. La formaban unos cuantos cortijos inmensos donde se trabajaba, se reía y se vivía. El campo estaba lleno de alcornoques, de chaparros, de encinas y de olivares. Y en él se realizaban toda clase de trabajos ganaderos y agrícolas. Había un grupo pequeño de personas que vivía fuera de los cortijos, y una estrecha carretera dividía las chapas de la parte norte, del campo, a la parte sur, al mar. Una gran masa forestal de pinos la cubría con su sombra y la perfumaba con el olor de sus piñas. Y cerca de la playa toda ella estaba llena de dunas de arena que hacían a veces grandes montañas que impedían ver el agua hasta que uno ya estaba cerca.

           Pero todo esto con el turismo y con los años casi ha desaparecido. Ahora las Chapas es un término que se ha poblado de urbanizaciones y de casas y se ha hecho un pueblo con toda clase de servicios, incluidos centros comerciales y un hospital. ¿Y qué ha pasado con todo esto, que es a donde quiero llegar? Que los que aquí vivimos necesitábamos una iglesia. Un sitio donde reunirnos para rezar y para hacer convivencia entre los vecinos. Al principio, en un local provisional, pusieron una imagen de la Virgen del Carmen y un sacerdote decía misa los domingos. Pero por fin ahora ya tenemos nuestra iglesia. Es pequeña, sencilla, pero hermosa. Es nuestra casa. Le tengo un especial cariño porque ahí se han casado dos de mis hijas y se han bautizado tres de mis nietos. Y todos los domingos y fiestas acudimos con alegría a la iglesia para rezar y encontrarnos con Dios y la Virgen. Y como no podía ser de otra manera, le pusieron por nombre "Parroquia de Nuestra Señora del Carmen". Y allí está nuestra Virgen montada en la proa de un barco que le han construido, vigilándonos y amparándonos.

           Es preciosa. Tiene unas facciones tan tiernas y tan dulces que sólo de mirarlas te consuela. Cuando entras en la iglesia y la miras, parece que ella te está buscando con la mirada para ver si falta alguno. Y cuando no nos ve se preocupa pensando qué nos ha sucedido. Pero luego llega la temporada alta del verano y la iglesia se llena de personas forasteras, veraneantes que vienen a descansar y a disfrutar de su ocio. Y entonces la Virgen los mira y le dice a su hijo: "hoy tenemos nuevos visitantes, vamos a fijarnos en ellos y a bendecirlos para que tengan suerte en sus vacaciones y vuelvan a vernos".

           ¡Oh, Virgen del Carmen, Reina del Cielo y de los mares! Si no fuera por ti, cuantas desgracias ocurrirían.

           ¿Pero sabéis lo que hace ella? Cuando las playas están llenas y en sus aguas surcan muchos barcos, mira a su hijito y le dice: "hijo, ha llegado el momento en que tenemos que trabajar más". Y sin que nadie se dé cuenta, se baja del altar, extiende su manto sobre las aguas y con Jesús apretado a su corazón en una mano y su Santo Escapulario en la otra empieza a navegar. Y surca todas las aguas, y se fija cuando alguien está en peligro y le echa el escapulario para que se agarre a él y se salve.

           Muchas veces hemos oído contar a las personas que han tenido un problema en el agua decir: "me estaba casi ahogando, pero de pronto sentí una fuerza y pude llegar a la orilla". ¡Esa eras tú, María!

           Pero también nos dice que seamos prudentes, y así pasan las horas hasta que las estrellas empiezan a brillar en el firmamento haciéndole una corona a la Virgen, y la luna refleja en el agua el camino que la lleva de nuevo a su altar. Entonces María le dice a Jesús: "hijo, hemos concluido la jornada. Por hoy hemos terminado. Vámonos a descansar, que mañana tenemos que volver".

           Amigos, recemos a la Virgen del Carmen. Pidamos por los demás y digámosle toda clase de piropos: Madre de la Salvación, Madre de la Alegría, Estrella de la Mañana… Y digámosle como en esta coplilla: "mírame, dulce madre, mírame siempre, y verás que llevo tu escapulario hasta la muerte".

           Hasta la próxima vez. Con todo mi cariño, Lali Maíz. 

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