lunes, 17 de septiembre de 2012

La incomunicación de las personas


Queridos amigos internautas, por causas ajenas a mi voluntad he estado todo este tiempo sin ponerme en contacto con vosotros. Pero al fin tengo la oportunidad y lo hago de nuevo. Durante este tiempo, he estado pensando el tema que iba a elegir y finalmente me he decidido por hablaros de la falta de comunicación que tenemos los seres humanos unos con otros.

La incomunicación yo la considero como una enfermedad, como una lacra que nos va invadiendo inexorablemente poco a poco, y nos va alcanzando a todos ya seamos jóvenes o adultos. La incomunicación es como si fuera aceite derramado, o una espesa y densa niebla que se va colando por puertas y ventanas envolviéndolo todo y haciendo que todas las cosas de nuestro alrededor desaparezcan de nuestra vista y nos quedemos nosotros solos aislados en un mundo irreal. Eso es la incomunicación para mí.

Yo me pregunto: ¿Cómo hemos llegado a esta situación?, ¿Qué nos ha pasado para hacernos cambiar de esta manera? El hombre siempre ha sido un ser muy comunicativo. Ahora por circunstancias raras de la vida, el hombre se ha vuelto egocéntrico, solitario y prepotente. En una palabra, se cree autosuficiente y que no necesita nada de los demás. Por ello muchos hombres piensan que ellos se bastan solos y que no necesitan de nadie para resolver todos sus problemas. Esto es un grave error y ha hecho que el hombre sea cada vez más solitario.

Si alguna vez en ciertas circunstancias de la vida el hombre necesita pedir auxilio a otras personas para que les demuestren cariño, o una ayuda ya sea en el dolor, en la tristeza o en la alegría, cuando tiene que abrir su corazón a los demás para pedir auxilio siente un falso pudor y vergüenza y entonces duda si comunicarse o no con los demás, si callar o no callar. Cuando por fin se decide a hablar con un amigo, un familiar o alguien que lo quiera escuchar, observa que no todo el mundo le presta la debida atención ya que muchas veces los hombres nos hemos vuelto egoístas y cuando nos estamos hablando no prestamos la atención que se merece el que nos está hablando y lo oímos como una cantinela, como un runrún, como el agua del río o como cualquier otro ruido cansino que se nos ocurra. Por el contrario si nos pusiéramos a escuchar atentamente, que gran diferencia habría.

Al hacer el acto de escuchar, ponemos todas nuestras potencias, nuestra alma, nuestro entendimiento, corazón o cariño, al servicio del amigo o de la persona que solicita nuestra ayuda. Entonces se establece una comunicación entre la persona que habla y la persona que escucha que se crea un vínculo que hace que al que hable se desahogue y se sienta comprendido. El que escucha siente la necesidad de poderle hablar y consolar en lo que él pueda al otro y al final los dos se sienten satisfechos de haber mantenido esa conversación entre los dos. Así vemos el milagro de la comunicación. Esto es por lo que tenemos que luchar y trabajar todos para hacer que cada día podamos ir venciendo esas barreras que se van levantando alrededor nuestro y que poco a poco nos van asfixiando y apretando y hacen que nos sintamos cada vez más angustiados sin saber como superarlo.

Yo soy ya bastante mayor como todos sabéis, y recuerdo con añoranza como era antes mi vida, y diréis ¿a nosotros que nos importa como era antes tu vida? Voy a contar a grandes rasgos como vivíamos hace ya aproximadamente sesenta o sesenta y cinco años. Recuerdo el contacto que teníamos mis padres y mis hermanos unos con otros. ¡Cómo se vivía en la casa de mis padres!, que paz, que orden, que tranquilidad había en aquel hogar. No quiero decir con esto que todo fuera perfecto, porque perfecto no hay nada en la vida, pero si casi perfecto. Había un respeto grandísimo hacia nuestros padres y mayores. Era impensable que los hubiéramos tratado como muchos jóvenes tratan hoy a sus padres.

Como sabéis mi padre era medico y vivíamos en una casa que era muy grande. La casa tenía muchas comodidades para aquel tiempo, aunque si lo comparamos a como vivimos hoy no eran tantas. Nos sentíamos afortunados de pertenecer a esa familia. Cuando he estado pensando en lo que iba a escribir, he hecho como una especie de película en mi cabeza con momentos de mi infancia, de mi juventud y de cuando llegó al momento en que me casé y formé mi propia familia.

Uno de mis mejores recuerdos es cómo se respetaba la hora de las comidas .Era todo un ritual. Era algo maravilloso. Todos acudíamos a la hora que se había establecido para la comida, y nadie faltaba a la cita cuando éramos pequeños. La cosa cambiaba un poco cuando ya éramos más mayores y teníamos nuestras obligaciones. Si alguno iba a llegar tarde, avisábamos a mi madre y ella nos decía que no nos preocupáramos. Recuerdo la imagen de todos sentados en el comedor: mi padre sentado en su sillón, a su derecha mi madre y a su izquierda mi abuela, la madre de mi padre que vivía con nosotros largas temporadas. El resto de nosotros nos sentábamos alrededor de la mesa como dice la canción: como brotes de olivo alrededor de la mesa. Entonces mi madre se ponía de pie cuando ya estaba la comida servida y humeante en la mesa y procedía a bendecir la mesa. Siempre decía la misma oración: “te damos gracias Señor por estamos aquí todos reunidos, bendice estos alimentos que vamos a tomar por tu generosidad y haz que no falte en ningún hogar de la Tierra”. Cuando terminaba se santiguaba en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y todos hacíamos lo mismo. Ella poseía un don especial para repartir la comida. Antes de que la comida fuera al comedor, dejaba servida la comida en la cocina para los que trabajaban en la casa. Ella nos repartía a cada uno nuestra ración, y a todos hacía que les tocara de todo. Tenía tanto arte, que siempre dejaba algo de comida en la fuente para que alguien pudiera repetir si es que tenía más hambre. Ese mismo don lo ha heredado mi hija Rocío. ¡Ay amigos que imagen! .Soy ya una vieja y no la he olvidado. Cuando fuimos más mayores, hablábamos de todos los temas, pero siempre con respeto. En la mesa nunca se discutía. La mesa era sagrada. Mi madre decía que la mesa era sagrada como la del Señor. La mesa es el símbolo en nuestra religión de la Eucaristía. Vivíamos en aquel ambiente tan maravilloso y todas aquellas cosas que viví de pequeña con mis padres, hermanos y familiares no se olvidan. La casa de mis padres siempre estaba abierta. Todo el mundo que quería podía entrar en ella y en la cocina siempre había mas gente comiendo que los que allí vivíamos, y siempre había comida para todos. Nunca les cerraron las puertas a nadie. Era hermoso como llevaban ellos su hogar. Allí nos sentíamos fuertes y seguros. Era como si un paraguas nos protegiera de todo. Cuando vivían mis padres, todos los problemas se solucionaban rápidamente. Si había alguno enfermo, cuando entraban en la habitación era como un relax, ya sabíamos que nada malo nos iba a pasar. Esto mismo ocurrió cuando me casé. Todos los días me llamaban por teléfono y me preguntaban si todos estábamos bien, si los niños estaban en el colegio, que habíamos cenado, etc. Si alguno estaba enfermo o tenía fiebre, o cualquier otra cosa, me decían lo que tenía que hacer. Y entonces al cabo de un ratillo, aparecía mi padre en mi casa con su maletín. Yo le decía ¿para qué te has molestado en venir papa? Y él decía que tenía que ver a sus nietos igual que hacía con cualquier enfermo. Se me saltan las lágrimas solo de recordarlo.

Cuando iba yo a visitarlos y estaban en el despacho, yo llamaba con los nudillos y al decir que era yo, esa sonrisa de mis padres al verme es lo que más recuerdo. Esa satisfacción que sentían ellos al verme y veían con el cariño que yo los miraba no se me ha podido olvidar.

Ahora pasa lo siguiente: la vida ha cambiado tantísimo. Hay muchos avances, todo ha mejorado tantísimo en el mundo. Gracias A DIOS vivimos mejor que antes (hay que reconocerlo).En las casas hay mucho confort aunque por desgracia en algunas falta, pero en la mayoría de las casas hay agua, luz, cuartos de aseo, electrodomésticos. Hay algunas personas que lo han estropeado, porque han antepuesto todos estos adelantos sobre todo la televisión, el ordenador e internet a la familia. Ahora la gente se aísla, se mete cada cual en su dormitorio y hace una vida aparte paralela a la de la familia. Ellos juegan, hablan, se conectan y chatean con amigos y extraños y no se comunican con los que ellos viven. Para mi es como vivir un mundo de fantasía y aislados en sus cuartos .Internet nos da la posibilidad de hablar con personas de cualquier parte del mundo, ver países que nunca podremos visitar ,etc. Pero hay que tener mesura, ya que cuando usamos algo demasiadas horas, nos perjudica. Siempre tiene que haber un tope para poder estar con la familia, ya que sino la familia se va empequeñeciendo y cada vez hay menos comunicación y entonces cada uno va por un sitio diferente.

Cuando los hijos son mayores y viven en la casa con los padres (cosa que es cada vez mas normal verlo) por la falta de trabajo, la crisis, etc. Ellos se van aislando, no quieren que se les pregunte, que opinemos y que nos metamos en su vida privada. Yo lo entiendo ya que tienen edad de vivir independientes, pero lo que realmente pasa es que las madres nos sentimos cada vez mas solas. Os voy a poner un ejemplo: Yo veo como todos los días ponemos la mesa y siempre falta alguien a la hora de comer. Menos mal que algunas veces si nos reunimos todos porque si no esto sería tristísimo. La mayoría de los días mi marido no viene a comer, mis hijos por distintas circunstancias ya sea porque no pueden o porque quieran comer antes, o después o porque no quieran, lo cierto es que la que se queda en la mesa sentada y sola soy YO, la madre. Y pienso ¡qué triste! Por fuera sonriendo, la sonrisa nunca me falta de la boca, pero por dentro mi corazón llora, lo tengo partido, me siento sola, aunque disimulo. Y pienso que la cosa no tiene arreglo, porque cuando digo algo se enfadan, y dicen que quiero manipular, que quiero entrometerme, entonces me callo y sonrío. Lo único que me queda es rezar. Yo en el rezo y en la oración pongo todo mi empeño. Siempre que puedo me pongo a rezar, por mis hijos, por mi marido, por que tengan salud, porque tengan trabajo, porque se lleven bien, pero también rezo por los hijos de los demás y rezo por todos vosotros, los que formamos este blog. También rezo porque Jesús extienda su mano y nos ayude a salir de todo esto. Yo comprendo que la gente joven, como no ha vivido todas las cosas antiguas, no lo comprenden, pero los que somos mayores y hemos conocido otros tiempos nos damos cuenta de lo diferente que es el trato que hay hoy en día entre padres e hijos. Con todo esto no quiero decir que sean malos ni mis hijos ni los de los demás, sino que la vida que tenemos marcha de esta manera que es diferente. La televisión tampoco ayuda ni las circunstancias de la falta de trabajo pero hay que adaptarse y sacar cada uno de nosotros mismos lo mejor y en lugar de poner mala cara siempre es mejor sonreír. Si uno sonríe por lo menos cuando te den un beso será con alegría ya que si tienes mala cara la gente se alejará de ti. Con sonrisas los iras atrayendo y comprenderán que su madre y su padre han hecho todo lo que han podido por ellos, por ayudarlos y porque cada día se sientan mas queridos. Por eso cuando le rezo a Jesús le digo “Ay padre mío ten misericordia, ábreme tus brazos y ayúdame. No te canses nunca de ayudarme, extiende tu mano misericordiosa. Haz que seamos cada día mejores, haz que luchemos y que seamos caritativos con los demás. Te lo pido a través de tu madre. Me voy a conchabar con ella,”ay María” me pongo en tu lugar. Cuando un hijo te pide una cosa, procuro ayudarlo. Pues lo mismo hago contigo. Te pongo de escudo para que le pidas a tu hijo que me ayude y ayude a tantos otros que necesitan tu amparo. “Ay María que hermosa eres, Virgen del Carmen bendita, no nos abandones nunca, extiende tu escapulario y con él sácanos de todos los apuros que tengamos, en las enfermedades y en las tristezas y por mediación de tus santos y de tus ángeles Padre mío haz que tu reino brille, y se extienda por toda la Tierra que tan hermosa creaste y que los hombres algunas veces estropeamos. Padre mío te pido perdón por todas las cosas malas que haya hecho y te pido ayuda para cada día sea un poquito mejor. Amigos hoy no sé lo que pensareis al leer esto, pero os digo de verdad que lo he hecho con todo mi corazón. Quisiera que entre todos nos comunicáramos y que lo intentáramos con sonrisas, con abrazos. Cada cual con lo que elija, pero que nadie tire la toalla. Y si no podemos entonces rezar. La oración todo lo alcanza. Hasta la semana que viene si puede y sino hasta que Dios quiera.