Primera estrofa:
Es la Virgen del Carmen nuestra abogada,
que en penas y trabajos, graciosa ampara. (x2)
Estribillo:
Viva María, Viva el Carmelo, Viva el Escapulario Puerta del cielo.
Segunda estrofa:
Es el Escapulario Sol refulgente que alumbra con sus rayos hasta la muerte. (x2)
(Estribillo)
Tercera estrofa:
Los ojos de la Virgen me están mirando para ver si llevo puesto su Escapulario. (x2)
(Estribillo)
Cuarta estrofa:
Mírame, dulce madre, mírame siempre. Y verás que lo llevo puesto hasta
la muerte. (x2)
(Estribillo)
Queridos amigos internautas:
Esta hermosa canción la cantamos todos los sábados por la tarde en la parroquia. Nos la enseñó Doña Margarita, la madre de Don Roberto, nuestro antiguo párroco.
Era Doña Margarita (digo era porque falleció hace año y medio) una anciana joven, alegre, inteligente, afable, cariñosa y de buen trato. Se sentaba en el primer banco de la izquierda delante del altar y allí nos saludaba a casi todos los feligreses. Yo la llamaba mamá Margarita, pues siempre estaba pendiente de la Iglesia y de todos nosotros. Cuando teníamos algún problema se preocupaba y rezaba para que todo se resolviera bien, y cuando no nos veía en la misa le decía a su hijo:
- Roberto, llama a fulana que no ha venido, a ver si es que les pasa algo.
Y entonces Don Roberto nos llamaba y nos decía:
- ¿Os pasa algo? Que mi madre está preocupada porque no os ha visto.
Era presumida, siempre estaba muy bien arreglada y perfumada, y con este gesto nos quería decir que para venir a la Iglesia, había que venir no sólo limpio y aseado por fuera, sino con nuestra alma pura y nuestro corazón alegre.
Muchas veces, cuando iban a saludarla, le decían con cariño: "¡Qué bien está usted, Doña Margarita!", y ella les contestaba: "¡Si ya tengo más de noventa años!", y la gente replicaba: "Pues está usted divinamente", a lo que ella respondía: "Cuando Dios me tiene aquí será por algo". Con esta frase nos quería decir que todos somos necesarios ante los ojos de Dios.
Muchas veces, cuando iban a saludarla, le decían con cariño: "¡Qué bien está usted, Doña Margarita!", y ella les contestaba: "¡Si ya tengo más de noventa años!", y la gente replicaba: "Pues está usted divinamente", a lo que ella respondía: "Cuando Dios me tiene aquí será por algo". Con esta frase nos quería decir que todos somos necesarios ante los ojos de Dios.
A través de ella quiero rendir un homenaje a todas las madres y hermanas de sacerdotes que viven con ellos en las parroquias. Ellas son la mano femenina que de una manera silenciosa y abnegada cuidan de la Iglesia, de que todo esté limpio, que las flores estén frescas y que nunca le falte la luz al santísimo en el sagrario.
Me recuerda la imagen de la Virgen María cuando en las Bodas de Caná se dio cuenta de que se estaba terminando el vino e hizo que su hijo adelantase su vida pública al hacer el primer milagro de convertir el agua en vino.
Parroquia Virgen del Carmen
Está situada en las Chapas de Marbella. Una zona muy hermosa, tranquila y con mucha arboleda. Delante de su puerta se alzan unos hermosos pinos que la perfuman. Es una parroquia joven, mediana, sencilla, alegre, de paredes blancas, con grandes ventanas de colores y en el altar, unas hermosas vidrieras. En el tejado hay un hermoso carrillón de campanas y una torre con una cruz y un reloj.
En su interior, al fondo en el centro detrás del altar hay una imagen de Cristo crucificado. A su derecha está el patriarca San José con el niño y a su izquierda la Inmaculada Concepción, Patrona de España.
Al fondo a la derecha está el lugar más íntimo de la iglesia, pues ahí se encuentra el Sagrario, sitio de recogimiento y de oración, y encima, como no podía ser de otra manera, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
Al fondo a la izquierda está subida en la quilla de un barco de madera y rodeada de flores por todos lados nuestra Patrona la Virgen del Carmen, con su niñito en brazos en una mano y en la otra el Santo Escapulario.
En los laterales está el Via Crucis y al fondo el confesionario. En los sótanos de la iglesia están los salones parroquiales y a la izquierda la sacristía.
Como veis es todo muy sencillo, pero muy entrañable, pues al ser pequeña parece estar más en contacto con los feligreses. Al tener tantas ventanas entra mucha luz que la ilumina y la hace cálida y alegre.
Queridos amigos, os voy a hablar en grandes líneas de los cuatro párrocos que hemos tenido. El primero fue Don Ángel, un sacerdote sencillo, humilde y bueno. El segundo fue Don José. Era muy estricto pero tenía un gran don de Dios, explicaba el evangelio de una manera magistral.
El tercero era nuestro querido párroco Don Roberto. Él supo atraernos a todos a la Iglesia como si tuviera un fuerte imán. Era amable, cariñoso, se preocupaba de todos nosotros, cuando estábamos enfermos nos traía la Sagrada Comunión a la casa, nos oía cuando teníamos problemas y nos daba sabios consejos para poder solucionarlos. Tenía un don especial con todo el mundo, se trataba con todos, desde el más alto al más humilde. Y tenía una costumbre estupenda que yo tan sólo la he visto una vez en mi vida en Margate (una ciudad inglesa) cuando fui con mi familia hace años, que era salir a la puerta a saludar a los fieles (incluso por nosotros, aun sin conocernos, se interesó este párroco de Inglaterra). Eso mismo lo hacía Don Roberto, al terminar la misa siempre salía a la puerta a despedirnos. Siempre tenía una palabra cariñosa para cada uno de nosotros, “que paséis buen domingo”, “que os cuidéis”, a los que se iban “que tengáis buen viaje”. En una palabra: era un padre para todos nosotros.
Y el cuarto se llama Don Antonio Jesús. Lleva poco más de un mes en la parroquia y nos estamos conociendo. Él quiere agradar a todos y se ha ofrecido para todo lo que le necesitemos. Me ha impresionado que canta divinamente. Y nos está enseñando nuevas canciones. Aunque tiene una costumbre, que mientras nos da la comunión está cantando, y es una sensación hermosa ver la alegría con la que nos da la Sagrada Forma.
Amigos, os voy a contar un secreto. Desde que estoy ciega, le doy gracias a Dios porque esto me ha servido para estar más en contacto con Jesús, para no distraerme en tonterías y poder rezar con más devoción. Os invito a que si queréis cerréis los ojos cuando estéis en la Iglesia o rezando, y veréis cómo es más fácil escuchar a Jesús en nuestro corazón.
Hasta la semana que viene, si Dios quiere.