domingo, 18 de septiembre de 2011

El perdón.



Queridos amigos internautas, esta semana he estado reflexionando sobre la palabra “perdón”, lo que significa y lo que nos afecta tanto si lo pedimos como si nos lo tienen que conceder.

Si buscamos en el diccionario el significado de la palabra “perdón” nos dice que es la “remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente”.

Hoy día esta palabra está devaluada. Se usa de una manera improcedente, como un latiguillo, como una cantinela o una fórmula intrascendente, sin darle la menor importancia, como un acto mecánico que lo empleamos más bien por cortesía que por su significado.

Esto nos pasa cuando las ofensas son intrascendentes, pero (¡ay, amigos!) si la ofensa es grande, cuando nos difaman y nos calumnian o nos traicionan los amigos sin motivo o en el trabajo nos ofenden o nos engañan en nuestra vida familiar, entonces es diferente. Levantamos una montaña entre la persona que nos ha ofendido y nosotros y nos llenamos de rencor y de odio. Entonces cuando lleguemos a este punto mi consejo es que nos pongamos delante de Cristo crucificado y al verlo muerto en la cruz, él que era inocente, él que era el hijo de Dios vivo, el cordero pascual, y nos acordemos de las últimas palabras que dijo unos momentos antes de morir: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.

Entonces con humildad pidámosle a Jesús la gracia de saber perdonar de corazón.

Perdonar es muy difícil. Para hacerlo de verdad requiere mucho esfuerzo y según sea el tamaño de la ofensa, sea más grande o más pequeña, cuesta más trabajo.

Yo he pensado hacer un símil con el esfuerzo de saber perdonar de verdad como un gran grupo de alpinistas que quieren subir al monte Everest en el Himalaya. Todos empiezan con fuerza a subir la montaña, pero poco a poco dadas las dificultades se van quedando en el camino. Y son pocos los que consiguen llegar a la cima, coronar la montaña y cuando allí llegan se sientan en una roca con gran satisfacción, miran al cielo y lo ven más cerca. Y miran hacia abajo y entonces se dan cuenta de lo que han tenido que padecer hasta llegar arriba: las gargantas profundas, las aristas, las paredes verticales. Pues ese es el esfuerzo que tenemos que hacer para perdonar de corazón, el esfuerzo que ha hecho el alpinista. Y cuando ya lo hemos conseguido entonces esa montaña la ponemos detrás de nosotros para olvidar la ofensa y dejarla enterrada para siempre, y no volver nunca a recordarla. Y si es que nosotros somos los que tenemos que pedir el perdón, hagámoslo con humildad y generosidad para reparar el daño que le hemos cometido al otro.

Esto me recuerda un pasaje del evangelio. Estaba Jesús con sus discípulos y Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, si me ofende mi hermano, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? ¿7?” A lo que Jesús le contestó: “7 no. 70 veces 7”. (Que lo que quiere decir es siempre).

Jesús les puso un ejemplo para que lo comprendieran mejor. Había un hombre rico que tenía muchos obreros y uno de ellos le debía gran cantidad de dinero. Entonces le mandó llamar y le dijo: “págame lo que me debes, pues si no venderé tu casa, a tu mujer, a tus hijos y si con todo esto no es suficiente pagarás en la cárcel”. Entonces el criado arrepentido se arrodilló y le suplicaba que le perdonara o que le diera tiempo para podérselo pagar todo. Viendo el amo su arrepentimiento le dijo: “levántate, que te perdono tu deuda”. Pero este criado al salir al campo se encontró con un compañero que le debía un poco de dinero, y agarrándole por el cuello y pegándole le increpaba diciendo que le pagara su deuda. Los demás compañeros al ver la actitud de este hombre fueron y se lo dijeron al amo. Entonces el amo, indignado, lo mandó llamar y le dijo: “criado malvado, he sido generoso contigo en lo mucho y tú no has sido capaz de ser generoso en lo poco. Ahora irás a la cárcel”.

Con esta explicación les quiso decir Jesús a sus discípulos que seamos capaces de ver la viga en nuestro ojo antes que la paja en el ojo ajeno, y tengamos generosidad al perdonar en lo poco cuando a nosotros nos perdonan las muchas cosas malas que hacemos.

Queridos amigos, con esta palabra quiero que reflexionemos todos y cuando empleemos la palabra perdón, bien para darlo o para recibirlo, lo hagamos de corazón y no guardemos rencor alguno, como mucha gente dice “yo perdono, pero no olvido”. Pues entonces decimos que no hemos perdonado.

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.

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