Queridos amigos,
he tardado en escribiros porque he estado un poco malilla, pero ya me
encuentro un poquito más restablecida. Hoy quiero que meditemos
sobre la tristeza.
La tristeza es un sentimiento, un estado de ánimo, que se apodera de
nosotros poco a poco y nos va haciendo cada vez más infelices. ¿Qué
nos produce el estar tristes? ¿Cuáles son las causas?
Las causas son muchísimas. Tantas y variadas como gotas de lluvia o
arenas de la playa. Pero he pensado en resumir en algunos grandes
grupos las más comunes. Tales son como el sentirnos que hemos
aparcado a Dios de nuestra vida y eso nos va haciendo cada vez más
infelices. Otras causas son la soledad, la enfermedad, la vejez, el
sentirnos abandonados y ver que todas las cosas por las que hemos
luchado en nuestra vida no salen como nosotros habíamos pensado. Eso
nos hace que nos sintamos fracasados y derrotados. Yo pienso que se
me figura la tristeza como un pozo profundo y oscuro al que vamos
cayendo paulatinamente sin darnos casi cuenta hasta que tocamos el
fondo. Y entonces, si miramos hacia arriba vemos que el brocal del
pozo se ha convertido en un círculo tan pequeño que apenas entra la
luz, y pensamos “¿cómo puedo salir de aquí? ¿qué tengo que
hacer para vencer este estado de ánimo?”. Imaginemos que del
brocal del pozo de pronto descienden una escalera que llega hasta
nuestros pies. La vemos tan alta y tan difícil de subir, pero
tomamos la decisión de subir el primer peldaño. Ese es el más
difícil, el saber reaccionar y poner nuestro empeño en vencerla. Y
así, con esfuerzo y sin darnos cuenta, vamos subiendo con trabajo
peldaño a peldaño hasta que de pronto un rayo de sol nos baña la
cara y la luz radiante del día nos envuelve. Miramos hacia arriba y
ya el pequeño agujero se ha convertido en un círculo grande y
esperanzador. Sin darnos cuenta introducimos la mano en nuestro
bolsillo y nos encontramos con un pequeño crucifijo, lo apretamos
entre nuestros dedos y como por arte de magia este crucifijo se hace
grande y está al lado del pozo. Cuando llegamos hasta arriba vemos a
Jesús con la cabeza reclinada sobre sus hombros y mirándonos
fijamente se sonríe, y sentimos en nuestro corazón que nos habla y
nos dice: “no tengáis miedo, ¿no veis mis brazos abiertos? Aquí
os espero para abrazaros, consolaros y protegeros. Mirad, vamos a
hacer un trato: poned a mis pies todos vuestros pesares, todas
vuestras frustraciones y todo vuestro sufrimiento, y dejad que yo os
consuele”. En ese momento sentiremos una gran paz en nuestro
corazón y unas ganas infinitas de vivir y de disfrutar de la vida.
La purificación de la virgen y la presentación del niño en el
templo.
El mes de febrero. Este es el mes más corto del año, pero no por
eso menos importante, pues su santoral está lleno de grandes santos
y de dos importantes fiestas de la virgen. En él celebramos la
festividad de Fray Leopoldo de Alpandeire, gran santo, humilde y
dedicado toda su vida a postular por las calles de Granada pidiendo
limosna y atendiendo a todos los pobres y enfermos, y siempre
terminaba la conversación cuando hablaba con alguno de ellos
diciéndoles: “rezad tres avemarías a la Virgen María”, pues
era un santo muy mariano.
También celebramos en este mes la festividad de la Virgen de
Lourdes, cuando se le apareció a Bernadette Soubirous en 1858 en una
gruta, y allí hablaba con la niña y le decía que rezara el rosario
por la conversión de los pecadores. Al principio nadie la creía,
pero después de mucho sufrimiento y grandes milagros que hizo allí
la virgen empezaron todos a darse cuenta del milagro que allí se
producía. Y desde entonces son multitud de peregrinos y enfermos los
que acuden a bañarse en las aguas del río que Bernadette desubrió
a través de la Virgen.
Otra de las grandes fiestas del mes de febrero es la purificación de
la Virgen María y la presentación del niño Jesús en el templo.
Esta fiesta de gran importancia para la iglesia se celebra el día 2,
y coloquialmente se la denomina la candelaria, fiesta de candelas y
de luz, de gran significado religioso. Las candelas, el fuego que
todo lo purifica, y la luz, que representa a Jesús iluminando el
mundo.
Siguiendo la tradición de Moisés de que todo varón primogénito
fuese presentado en el Templo, aquella mañana muy temprano la
sagrada familia se dirigió hacia él. San José en una de sus manos
llevaba una pequeña jaula con dos tórtolas para ofrecerlas en el
templo, y en la otra mano un cirio encendido. Y María, la santísima
madre de Dios, con su manto cubriéndole su cabeza, hombros y cuerpo,
arropaba al niño Jesús contra su corazón. Y así felices entraron
en el Templo. Pero en la puerta, en las escalinatas se encontraron
con un anciano sacerdote llamado Simeón. Y al verlos subir dirigió
su mirada al cielo e hizo la siguiente oración: “Dios mío, ya
puedes disponer de la vida de tu siervo, pues me has concedido la
gracia de ver a tu hijo, el Mesías”.
Y dirigiéndose a María le dijo: “una espada de dolor atravesará
tu corazón”. Con estas palabras le pronosticó a la virgen el
sufrimiento que padecería por su hijo.
Otra de las grandes fiestas de la Iglesia es el miércoles de ceniza,
día en que comienza la cuaresma. En ese día el sacerdote al
hacernos una cruz con los óleos mezclados con las cenizas en nuestra
cabeza nos anima y nos dice: “arrepentíos y convertíos”. O
también: “polvo eres, polvo serás y en polvo te convertirás”.
Este espacio de tiempo de la cuaresma, como su nombre indica, son los
cuarenta días anteriores a la festividad de la pascua de
resurrección. Aquí conmemoramos los cuarenta días que estuvo Jesús
en el desierto ayunando antes de comenzar la pasión. Allí fue
tentado tres veces por el maligno. La primera diciéndole que
convirtiera las piedras en pan, pues Jesús sentía hambre. La
segunda llevándolo a lo alto de un monte y ofreciéndole todos los
reinos y riquezas de la tierra si le adoraba. Y la última le subió
al alero del Templo y le dijo “tírate, que tus ángeles te cogerán
y tus pies no tocarán el suelo”. Entonces Jesús le contestó:
“apártate, satanás, que sólo a tu Dios servirás”. Con estas
tres tentaciones nos quiso dar ánimo Jesús para que con su ayuda
seamos capaces de vencerlas.
En este mes se ha producido un hecho histórico, pues hemos conocido
la renuncia del Santo Padre Benedicto XVI a la silla de San Pedro al
no verse capacitado por motivos de salud y no tener fuerzas
suficientes para cumplir perfectamente su ministerio.
Cuánto sufrimiento, cuánta angustia, cuántos ratos de oración de
día y de noche habrá sentido el Santo Padre hasta tomar esta
decisión. En su soledad a mí se me representa a Jesús en la
oración en el huerto, cuando estaba solo de rodillas rezando a su
padre Dios diciéndole: “Padre, si es posible, aparta de mí este
cáliz”. Pero luego decía: “Pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya”. Todos los motivos que el Papa haya tenido para tomar esta
decisión sólo Dios y él lo saben. Ahora la gente dice que se están
cumpliendo las profecías de San Malaquíaas, pero nosotros los
cristianos, que tenemos fe, sabemos que cuando él ha tomado esa
decisión, es la correcta. Y lo que tenemos que hacer es rezar para
que alcance la paz y sepan los cardenales elegir al Papa que más
convenga en este momento para la Iglesia.
Amigos, hagamos que esta cuaresma sea la cuaresma de nuestra vida.
Que intentemos quitarnos todas nuestras faltas y corregir nuestros
errores para celebrar con gozo y alegría la Pascua de Resurrección.
Hasta la próxima vez, con todo cariño: Laly Maíz.
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