jueves, 7 de marzo de 2013

El adiós a Su Santidad Benedicto XVI.


Ya faltan pocos días para que comience la Semana Santa y ahora ha llegado el momento de que nos paremos a pensar y hacer un buen examen de conciencia para ver si todas aquellas promesas que habíamos hecho durante el tiempo de la cuaresma las hemos cumplido. Si es así, sentiremos una gran alegría y paz. Pero si al contrario hemos cumplido sólo alguna o en el último caso ninguna, no nos desanimemos, pues estamos aún a tiempo, quedan días para hacer el esfuerzo final, y sobre todo para sentir arrepentimiento y ganas de comenzar una nueva vida. Pongámonos delante de Jesús crucificado y pidámosle con humildad que derrame su gracia sobre nosotros y nos ayude a poder vencer todas nuestras tentaciones.

En estos días hemos asistido a la despedida de su santidad el Papa Benedicto XVI. ¡Qué gran ejemplo nos ha dado durante su pontificado! Pero especialmente durante estos últimos días de su ministerio Petrino con qué sencillez, santidad y humildad se ha ido despidiendo de cada uno de nosotros haciéndonos llegar con sus palabras sus últimos mensajes de amor a la Iglesia, de amor hacia los demás, de que seamos agradecidos por todos aquellos que nos ayudan y haciéndonos algunas recomendaciones tales como que no tengamos miedo de seguir a Jesús, que sintamos la alegría en nuestra alma de ser cristianos y que no la ocultemos a los demás, sino por el contrario que sepamos compartirla. Y luego su gran recomendación ha sido la oración, que recemos, que pidamos a Dios por todos y por cada uno de nosotros, por nuestros problemas y por el bien en general.

Ha pasado su Santidad durante su pontificado en la Iglesia como una persona humilde, sencilla y afable, cercana a todos, sin darse importancia teniendo una mente privilegiada. Durante estos días le hemos visto sorprendido de tantas muestras de cariño como le hemos demostrado los cristianos, pero no le hemos visto derramar una lágrima, y eso demuestra con la serenidad y la sencillez que ha aceptado que el paso que ha dado de renunciar a su pontificado es lo que Dios esperaba de él en este momento. Él dijo “no me voy a descansar y a hacer lo que me dé la gana, sino por el contrario a dedicarme a la oración y a escribir”. Él no se va a desentender de la Iglesia, pero desde su retiro él será la luz que nos ilumine y nos acompañe a todos. Ya en Castelgandolfo cuando había sido trasladado en el helicóptero y se asomó por última vez desde el balcón de su residencia para dar las gracias y bendecirnos a los allí presentes y a los que lo seguíamos por televisión dijo una frase que se me ha clavado en el corazón: que él ahora era un peregrino que comenzaba a caminar el último tramo de su vida. ¡Qué grandeza! ¡Qué significado tan profundo encierran estas palabras! Si pensáramos lo que él ha dicho, los que ya somos mayores y los jóvenes, pues nadie sabe el camino que nos queda por recorrer, debíamos ser conscientes en peregrinar por esta tierra para prepararnos a alcanzar la gloria cuando llegue nuestra hora.


Parábola de la higuera

El domingo pasado en la misa en el evangelio tocó la parábola de la higuera, y es muy significativa. Dice así:

Jesús les puso a sus discípulos esta parábola. Había un hombre que tenía unas viñas, y en medio de ellas había sembrado una higuera. Al pasar unos años la higuera creció, se hizo grande y frondosa, pero no daba frutos, y el dueño de la viña iba todos los años a recoger los higos de la higuera, y se encontraba que sólo había hojas. Entonces le dijo a su capataz:

-Mira, coge un hacha y corta esta higuera, que estoy cansado de esperar que dé frutos y está ocupando un sitio que puede ser ocupado por otra planta.

Al capataz le dio lástima y le dijo al dueño:

-Amo, espere un año más. Voy a cavar a su alrededor, voy a abonarla con estiércol a ver si así da frutos.

Y el amo consintió y le dijo:

-Un año de plazo doy. Si en un año no da lo que se espera de ella, será arrancada.


¿Esta parábola qué significa? Nosotros, las personas, representamos a la higuera, estamos cada uno en el sitio que nos corresponde. Y todos, por poco que sea, tenemos que dar frutos. Si no lo hacemos nos vemos como la higuera, que la querían arrancar de la huerta. Pero el capataz simboliza a los sacerdotes y a las buenas personas que durante nuestra vida nos ayudan y nos reconducen y por eso labran la tierra a nuestro alrededor y somos fertilizados con la palabra de Dios. Si con todas estas cosas que Dios pone a nuestro alcance no somos capaces de hacer el bien a los demás y dar el fruto que se espera de nosotros, no somos dignos de estar ocupando este lugar en la Tierra.


Oración a San Antonio para recuperar las cosas perdidas

El otro día le dije a Marisa, una joven que tengo en mi casa que me ayuda y me cuida, que cogiese el libro de oraciones antiguo que era de mi abuela para que me buscara en el índice una oración a San Antonio de Padua, pues no sabía si estaría en el libro. Y cuál fue mi sorpresa que encontramos la oración que mi abuela y mi padre siempre rezaban cuando se perdía algo de importancia y no se podía encontrar. Le llamábamos y le decíamos:

-Papá, reza el responso a San Antonio, que todos nos ponemos a buscar lo que se ha perdido.

Y él comenzaba a rezar la oración, a rezar un padrenuestro y un avemaría y echaba en el cepillo de la iglesia una pequeña limosna. Y aunque no os lo creáis siempre aparecía lo que buscábamos. Por eso al encontrar la oración he querido compartirla con todos vosotros, para que la recéis con la misma fe que lo hacían ellos. Aquí a continuación os la pongo:

Si buscas milagros, mira
muerte y error desterrados,
miseria y demonio huídos,
leprosos y enfermos sanos.

El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados,
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.

El peligro se retira,
los pobres van remediados;
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.

El mar sosiega su ira, etc.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo...

El mar sosiega su ira, etc.

Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo,
para que dignos así
de sus promesas seamos. Amén.


Amigos, espero que Dios nos bendiga, nos dé salud, alegría y paz y que celebremos con fervor los misterios de la Semana Santa. Hasta la próxima vez. Con cariño: Laly.

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