jueves, 2 de agosto de 2012

Cambio de vida. Juan XXIII



Queridos amigos internautas, en estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir, vemos con tristeza como una gran mayoría de personas viven desorientadas, sin rumbo, sin tener metas que realizar, sin fe y han sacado de sus vidas a Dios , pues han olvidado que el primer mandamiento de la ley de Dios dice amarás a Dios sobre todas las cosas.

Vemos con sorpresa el cambio tan monumental que se ha producido en la vida en estos últimos 50 años. Lo que ha avanzado la ciencia y la medicina desde la Revolución Industrial .Era impensable pensar que el hombre llegaría a pisar la luna. Y que el hombre pusiera satélites de comunicación alrededor de la Tierra y que existiese una estación espacial donde vivieran astronautas, haciendo experimentos para mejorar la calidad de vida de los humanos. También mandando sondas a otros planetas para descubrir si hay vida y agua y saber de qué minerales están formados.

Otro gran avance maravilloso ha sido el sucedido en la medicina, ya sea en la cirugía realizando trasplantes y operaciones inverosímiles con muchísimas dificultades o curando enfermedades que antes eran pandemias para la humanidad.

Las máquinas han ayudado al hombre a mejorar su calidad de vida, ya sean en el campo, en la industria o en la ciudad. Todo esto aun siendo importantísimo y buenísimo, hay personas que se han creído tan poderosos como Dios y piensan que no lo necesitan, y no se dan cuenta que si han realizado todas estas cosas es gracias a la inteligencia que Dios nos dio para que la desarrolláramos para nuestro bien y el de los demás.

Los que tenemos cierta edad, nos damos cuenta de otro gran cambio que se ha producido en la vida y es que los hombres han sustituido la imagen de Dios por “el becerro de oro”; en una palabra, todo gira alrededor del dinero. El dinero es bueno y necesario para vivir bien y mantener a nuestra familia, y darles una buena educación a nuestros hijos. La perversión esta en todas aquellas personas que haciendo mal uso de su poder con engaño y artimañas van robando y engañando a los demás. Una gran parte de la sociedad se ha corrompido por el dinero, desde algunos cargos públicos y políticos que manipulan las leyes para aprovecharse y beneficiarse del esfuerzo de otros muchos. Nos asfixian con los impuestos y nos hacen cada vez la vida más difícil. Pero ha calado tan hondo el engaño entre la sociedad, que también a nivel de pequeñas reparaciones domesticas tratan de engañarte. Se ha instalado la filosofía de que todo vale siempre y cuando uno salga beneficiado sin importarle el daño que le produzca a los demás.

Otro gran problema esta en los medios de comunicación y en especial en la televisión, porque un invento tan maravilloso que nos da compañía, nos divierte y nos instruye. Hay algunas cadenas que hacen mal uso de eso poder y de una manera machacona están ejerciendo una mala influencia sobre los mas débiles y les hacen creer que todo esta permitido con tal de que nos de felicidad. Se ha perdido la honestidad y la vergüenza, las personas hablan sin pudor ninguno, relatando su vida intima y sus miserias. Esto repitiéndolo a diario crea un ambiente de inmoralidad.


Juan XXIII

Amigos hoy os voy a hablar de una manera resumida del gran papa que fue Juan XXIII. Yo tuve la suerte de visitar su tumba. He encontrado un decálogo que el papa escribió en una homilía y me ha emocionado tanto que me gustaría compartirlo con vosotros, pues si lo cumpliéramos seríamos muy felices en esta vida y en la otra.

El Papa juan XXIII sembró bondad a su alrededor, y dejó un pequeño “decálogo “lleno de sabias sugerencias que, como pequeñas semillas pueden dar fruto:

1. Solo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi existencia todo de una vez.

2. Solo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, no criticare a nadie y no pretender mejorar o corregir a nadie sino a mi mismo.

3. Solo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no solo en el otro mundo, sino en este también.

4. Solo por hoy me adaptare a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.

5. Solo por hoy dedicare diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

6. Solo por hoy hare una buena acción y no lo diré a nadie.

7. Solo por hoy hare por lo menos una cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procurare que nadie se entere.

    1. Solo por hoy hare un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactare y me guardare a dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9. Solo por hoy creeré firmemente, aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

10. Solo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.

Aquí os pongo la vida resumida de Juan XXIII:

Juan XXIII

(Sotto il Monte, 1881 - Roma, 1963) Pontífice romano, de nombre Angelo Giuseppe Roncalli. Era el tercer hijo de los once que tuvieron Giambattista Roncalli y Mariana Mazzola, campesinos de antiguas raíces católicas, y su infancia transcurrió en una austera y honorable pobreza. Parece que fue un niño a la vez taciturno y alegre, dado a la soledad y a la lectura. Cuando reveló sus deseos de convertirse en sacerdote, su padre pensó muy atinadamente que primero debía estudiar latín con el viejo cura del vecino pueblo de Cervico, y allí lo envió.

Lo cierto es que, más tarde, el latín del papa Roncalli nunca fue muy bueno; se cuenta que, en una ocasión, mientras recomendaba el estudio del latín hablando en esa misma lengua, se detuvo de pronto y prosiguió su charla en italiano, con una sonrisa en los labios y aquella irónica candidez que le distinguía rebosando por sus ojos.

Por fin, a los once años ingresaba en el seminario de Bérgamo, famoso entonces por la piedad de los sacerdotes que formaba más que por su brillantez. En esa época comenzaría a escribir su Diario del alma, que continuó prácticamente sin interrupciones durante toda su vida y que hoy es un testimonio insustituible y fiel de sus desvelos, sus reflexiones y sus sentimientos.

En 1901, Roncalli pasó al seminario mayor de San Apollinaire reafirmado en su propósito de seguir la carrera eclesiástica. Sin embargo, ese mismo año hubo de abandonarlo todo para hacer el servicio militar; una experiencia que, a juzgar por sus escritos, no fue de su agrado, pero que le enseñó a convivir con hombres muy distintos de los que conocía y fue el punto de partida de algunos de sus pensamientos más profundos.

El futuro Juan XXIII celebró su primera misa en la basílica de San Pedro el 11 de agosto de 1904, al día siguiente de ser ordenado sacerdote. Un año después, tras graduarse como doctor en Teología, iba a conocer a alguien que dejaría en él una profunda huella: monseñor Radini Tedeschi. Este sacerdote era al parecer un prodigio de mesura y equilibrio, uno de esos hombres justos y ponderados capaces de deslumbrar con su juicio y su sabiduría a todo ser joven y sensible, y Roncalli era ambas cosas. Tedeschi también se sintió interesado por aquel presbítero entusiasta y no dudó en nombrarlo su secretario cuando fue designado obispo de Bérgamo por el papa Pío X. De esta forma, Roncalli obtenía su primer cargo importante.

Dio comienzo entonces un decenio de estrecha colaboración material y espiritual entre ambos, de máxima identificación y de total entrega en común. A lo largo de esos años, Roncalli enseñó historia de la Iglesia, dio clases de Apologética y Patrística, escribió varios opúsculos y viajó por diversos países europeos, además de despachar con diligencia los asuntos que competían a su secretaría. Todo ello bajo la inspiración y la sombra protectora de Tedeschi, a quien siempre consideró un verdadero padre espiritual.

En 1914, dos hechos desgraciados vinieron a turbar su felicidad. En primer lugar, la muerte repentina de monseñor Tedeschi, a quien Roncalli lloró sintiendo no sólo que él perdía un amigo y un guía, sino que a la vez el mundo perdía un hombre extraordinario y poco menos que insustituible. Además, el estallido de la Primera Guerra Mundial fue un golpe para sus ilusiones y retrasó todos sus proyectos y su formación, pues hubo de incorporarse a filas inmediatamente. A pesar de todo, Roncalli aceptó su destino con resignación y alegría, dispuesto a servir a la causa de la paz y de la Iglesia allí donde se encontrase. Fue sargento de sanidad y teniente capellán del hospital militar de Bérgamo, donde pudo contemplar con sus propios ojos el dolor y el sufrimiento que aquella guerra terrible causaba a hombres, mujeres y niños inocentes.

Concluida la contienda, fue elegido para presidir la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y pudo reanudar sus viajes y sus estudios. Más tarde, sus misiones como visitador apostólico en Bulgaria, Turquía y Grecia lo convirtieron en una especie de embajador del Evangelio en Oriente, permitiéndole entrar en contacto, ya como obispo, con el credo ortodoxo y con formas distintas de religiosidad que sin duda lo enriquecieron y le proporcionaron una amplitud de miras de la cual la Iglesia Católica no iba a tardar en beneficiarse.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Roncalli se mantuvo firme en su puesto de delegado apostólico, realizando innumerables viajes desde Atenas y Estambul, llevando palabras de consuelo a las víctimas de la contienda y procurando que los estragos producidos por ella fuesen mínimos. Pocos saben que si Atenas no fue bombardeada y todo su fabuloso legado artístico y cultural destruido, ello se debe a este en apariencia insignificante cura, amable y abierto, a quien no parecían interesar mayormente tales cosas.

Una vez finalizadas las hostilidades, fue nombrado nuncio en París por el papa Pío XII. Se trataba de una misión delicada, pues era preciso afrontar problemas tan espinosos como el derivado del colaboracionismo entre la jerarquía católica francesa y los regímenes pronazis durante la guerra. Empleando como armas un tacto admirable y una voluntad conciliadora a prueba de desaliento, Roncalli logró superar las dificultades y consolidar firmes lazos de amistad con una clase política recelosa y esquiva.

En 1952, Pío XII le nombró patriarca de Venecia. Al año siguiente, el presidente de la República Francesa, Vicent Auriol, le entregaba la birreta cardenalicia. Roncalli brillaba ya con luz propia entre los grandes mandatarios de la Iglesia. Sin embargo, su elección como papa tras la muerte de Pío XII sorprendió a propios y extraños. No sólo eso: desde los primeros días de su pontificado, comenzó a comportarse como nadie esperaba, muy lejos del envaramiento y la solemne actitud que había caracterizado a sus predecesores.

Para empezar, adoptó el nombre de Juan XXIII, que además de parecer vulgar ante los León, Benedicto o Pío, era el de un famoso antipapa de triste memoria. Luego, abordó su tarea como si se tratase de un párroco de aldea, sin permitir que sus cualidades humanas quedasen enterradas bajo el rígido protocolo, del que muchos papas habían sido víctimas. Ni siquiera ocultó que era hombre que gozaba de la vida, amante de la buena mesa, de las charlas interminables, de la amistad y de las gentes del pueblo.

Como pontífice dio un nuevo planteamiento al ecumenismo católico con el Secretariado para la Unidad de los Cristianos y el acogimiento en Roma de los supremos jerarcas de cuatro Iglesias protestantes. Su pontificado abrió nuevas perspectivas a la vida de la Iglesia y, aunque no se dieron cambios radicales en la estructura eclesiástica, promovió una renovación profunda de las ideas y las actitudes.

Su propósito pronto fue claro para todos: poner al día la Iglesia, adecuar su mensaje a los tiempos modernos enmendando pasados yerros y afrontando los nuevos problemas humanos, económicos y sociales. Para conseguirlo, Juan XXIII dotó a la comunidad cristiana de dos herramientas extraordinarias: las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris. En la primera explicitaba las bases de un orden económico centrado en los valores del hombre y en la atención de las necesidades, hablando claramente del concepto "socialización" y abriendo para los católicos las puertas de la intervención en unas estructuras socioeconómicas que debían ser cada vez más justas.

En la segunda se delineaba una visión de paz, libertad y convivencia ciudadana e internacional vinculándola al amor que Cristo manifestó por el género humano en la Última Cena. Ambas encíclicas suponían una revolución copernicana en la visión católica de los problemas temporales, pues aceptaban la herencia de la Revolución Francesa y de la democracia moderna, haciendo de la dignidad del hombre el centro de todo derecho, de toda política y de toda dinámica social o económica.

Poco antes de su muerte, acaecida el 3 de junio de 1963, Juan XXIII aún tuvo el coraje de convocar un nuevo concilio que recogiese y promoviese esta valerosa y necesaria puesta al día de la Iglesia: el Concilio Vaticano II. A través de él, el papa Roncalli se proponía, según sus propias palabras, "elaborar una nueva Teología de los misterios de Cristo. Del mundo físico. Del tiempo y las relaciones temporales. De la historia. Del pecado. Del hombre. Del nacimiento. De los alimentos y la bebida. Del trabajo. De la vista, del oído, del lenguaje, de las lágrimas y de la risa. De la música y de la danza. De la cultura. De la televisión. Del matrimonio y de la familia. De los grupos étnicos y del Estado. De la humanidad toda".

Se trataba de una tarea de titanes que sólo un hombre como Juan XXIII fue capaz de concebir e impulsar, y que sus herederos recibirían como un legado a la vez imprescindible y comprometedor. Pablo VI, su sucesor y amigo, declaró tras ser elegido nuevo pontífice que la herencia del papa Juan no podía quedar encerrada en su ataúd. Él se atrevió a cargarla sobre sus hombros y pudo comprobar que no era ligera.


Amigos a partir de hoy encendamos cada uno de nosotros un fósforo, para que esa pequeña llama que durante el día a pasa inadvertida pero al encenderla de noche nos sirve para iluminarnos y no tropezar y caernos y tratemos de ser como los apóstoles que Jesús envió a predicar el evangelio. Empecemos a ejercer nuestro apostolado desde nuestra familia y luego ir abriendo el círculo para llegar al mayor numero de personas posibles. Con todo mi cariño hasta la próxima semana.

2 comentarios:

  1. AGRADECERIA MUCHO QUE OREN POR MI ESPOSO, QUE ESTA EN PLENA RECUPERACION, DE UNA TROMBO EMBOLIA PULMONAR, QUE DIOS OBRO EN EL, PARA QUE ESTE CON VIDA GRACIA.

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  2. LES PIDO POR EL AMOR DE DIOS, QUE OREN POR MI HIJO, QUE SE ENCUENTRA CON UNA FUERTE DEPRESION, ES UN JOVEN PROFESIONAL, PERO ESTE AÑO A RECIBIDO MUCHOS GOLPES EN LA VIDA, NO CONSIGUIO TRABAJO, SU PAPA SE AGRAVO DE UN MOMENTO A OTRO Y EN NOVIEMBRE FALLECIO, LA ABUELITA MATERNA, FUERON COSAS MUY FUERTES QUE HA VIVIDO, CREO EN DIOS Y SE QUE CON SUS ORACIONES VAN A AYUDAR, QUE DIOCITO OBRE EN EL., COMO OBRO EN MI ESPOSO.
    GRACIAS POR EL APOYO ESPIRITUAL QUE DAN A TODOS LOS CREYENTES.

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Gracias por participar en el grupo de oración.