Queridos amigos internautas, en estos tiempos difíciles que nos ha
tocado vivir, vemos con tristeza como una gran mayoría de personas
viven desorientadas, sin rumbo, sin tener metas que realizar, sin fe
y han sacado de sus vidas a Dios , pues han olvidado que el primer
mandamiento de la ley de Dios dice amarás a Dios sobre todas las
cosas.
Vemos con sorpresa el cambio tan monumental que se ha producido en
la vida en estos últimos 50 años. Lo que ha avanzado la ciencia y
la medicina desde la Revolución Industrial .Era impensable pensar
que el hombre llegaría a pisar la luna. Y que el hombre pusiera
satélites de comunicación alrededor de la Tierra y que existiese
una estación espacial donde vivieran astronautas, haciendo
experimentos para mejorar la calidad de vida de los humanos. También
mandando sondas a otros planetas para descubrir si hay vida y agua y
saber de qué minerales están formados.
Otro gran avance maravilloso ha sido el sucedido en la medicina, ya
sea en la cirugía realizando trasplantes y operaciones inverosímiles
con muchísimas dificultades o curando enfermedades que antes eran
pandemias para la humanidad.
Las máquinas han ayudado al hombre a mejorar su calidad de vida, ya
sean en el campo, en la industria o en la ciudad. Todo esto aun
siendo importantísimo y buenísimo, hay personas que se han creído
tan poderosos como Dios y piensan que no lo necesitan, y no se dan
cuenta que si han realizado todas estas cosas es gracias a la
inteligencia que Dios nos dio para que la desarrolláramos para
nuestro bien y el de los demás.
Los que tenemos cierta edad, nos damos cuenta de otro gran cambio que
se ha producido en la vida y es que los hombres han sustituido la
imagen de Dios por “el becerro de oro”; en una palabra, todo gira
alrededor del dinero. El dinero es bueno y necesario para vivir bien
y mantener a nuestra familia, y darles una buena educación a
nuestros hijos. La perversión esta en todas aquellas personas que
haciendo mal uso de su poder con engaño y artimañas van robando y
engañando a los demás. Una gran parte de la sociedad se ha
corrompido por el dinero, desde algunos cargos públicos y políticos
que manipulan las leyes para aprovecharse y beneficiarse del esfuerzo
de otros muchos. Nos asfixian con los impuestos y nos hacen cada vez
la vida más difícil. Pero ha calado tan hondo el engaño entre la
sociedad, que también a nivel de pequeñas reparaciones domesticas
tratan de engañarte. Se ha instalado la filosofía de que todo vale
siempre y cuando uno salga beneficiado sin importarle el daño que le
produzca a los demás.
Otro gran problema esta en los medios de comunicación y en especial
en la televisión, porque un invento tan maravilloso que nos da
compañía, nos divierte y nos instruye. Hay algunas cadenas que
hacen mal uso de eso poder y de una manera machacona están
ejerciendo una mala influencia sobre los mas débiles y les hacen
creer que todo esta permitido con tal de que nos de felicidad. Se ha
perdido la honestidad y la vergüenza, las personas hablan sin pudor
ninguno, relatando su vida intima y sus miserias. Esto repitiéndolo
a diario crea un ambiente de inmoralidad.
Juan XXIII
Amigos hoy os voy a hablar de una manera resumida del gran papa que
fue Juan XXIII. Yo tuve la suerte de visitar su tumba. He encontrado
un decálogo que el papa escribió en una homilía y me ha emocionado
tanto que me gustaría compartirlo con vosotros, pues si lo
cumpliéramos seríamos muy felices en esta vida y en la otra.
El Papa juan XXIII sembró bondad a su alrededor, y dejó un pequeño
“decálogo “lleno de sabias sugerencias que, como pequeñas
semillas pueden dar fruto:
1. Solo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer
resolver el problema de mi existencia todo de una vez.
2. Solo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, no
criticare a nadie y no pretender mejorar o corregir a nadie sino a mi
mismo.
3. Solo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para
la felicidad, no solo en el otro mundo, sino en este también.
4. Solo por hoy me adaptare a las circunstancias, sin pretender que
las circunstancias se adapten a mis deseos.
5. Solo por hoy dedicare diez minutos de mi tiempo a una buena
lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida
del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
6. Solo por hoy hare una buena acción y no lo diré a nadie.
7. Solo por hoy hare por lo menos una cosa que no deseo hacer, y si
me sintiera ofendido en mis sentimientos, procurare que nadie se
entere.
- Solo por hoy hare un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactare y me guardare a dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9. Solo por hoy creeré firmemente, aunque las circunstancias
demuestren lo contrario, que la buena providencia de dios se ocupa de
mí como si nadie más existiera en el mundo.
10. Solo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré
miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
Aquí os pongo la vida resumida de Juan XXIII:
Juan XXIII
(Sotto il Monte, 1881 - Roma, 1963) Pontífice romano, de nombre
Angelo Giuseppe Roncalli. Era el tercer hijo de los once que tuvieron
Giambattista Roncalli y Mariana Mazzola, campesinos de antiguas
raíces católicas, y su infancia transcurrió en una austera y
honorable pobreza. Parece que fue un niño a la vez taciturno y
alegre, dado a la soledad y a la lectura. Cuando reveló sus deseos
de convertirse en sacerdote, su padre pensó muy atinadamente que
primero debía estudiar latín con el viejo cura del vecino pueblo de
Cervico, y allí lo envió.
Lo cierto es que, más tarde, el latín del papa Roncalli nunca
fue muy bueno; se cuenta que, en una ocasión, mientras recomendaba
el estudio del latín hablando en esa misma lengua, se detuvo de
pronto y prosiguió su charla en italiano, con una sonrisa en los
labios y aquella irónica candidez que le distinguía rebosando por
sus ojos.
Por fin, a los once años ingresaba en el seminario de Bérgamo,
famoso entonces por la piedad de los sacerdotes que formaba más que
por su brillantez. En esa época comenzaría a escribir su Diario del
alma, que continuó prácticamente sin interrupciones durante toda su
vida y que hoy es un testimonio insustituible y fiel de sus desvelos,
sus reflexiones y sus sentimientos.
En 1901, Roncalli pasó al seminario mayor de San Apollinaire
reafirmado en su propósito de seguir la carrera eclesiástica. Sin
embargo, ese mismo año hubo de abandonarlo todo para hacer el
servicio militar; una experiencia que, a juzgar por sus escritos, no
fue de su agrado, pero que le enseñó a convivir con hombres muy
distintos de los que conocía y fue el punto de partida de algunos de
sus pensamientos más profundos.
El futuro Juan XXIII celebró su primera misa en la basílica de
San Pedro el 11 de agosto de 1904, al día siguiente de ser ordenado
sacerdote. Un año después, tras graduarse como doctor en Teología,
iba a conocer a alguien que dejaría en él una profunda huella:
monseñor Radini Tedeschi. Este sacerdote era al parecer un prodigio
de mesura y equilibrio, uno de esos hombres justos y ponderados
capaces de deslumbrar con su juicio y su sabiduría a todo ser joven
y sensible, y Roncalli era ambas cosas. Tedeschi también se sintió
interesado por aquel presbítero entusiasta y no dudó en nombrarlo
su secretario cuando fue designado obispo de Bérgamo por el papa Pío
X. De esta forma, Roncalli obtenía su primer cargo importante.
Dio comienzo entonces un decenio de estrecha colaboración
material y espiritual entre ambos, de máxima identificación y de
total entrega en común. A lo largo de esos años, Roncalli enseñó
historia de la Iglesia, dio clases de Apologética y Patrística,
escribió varios opúsculos y viajó por diversos países europeos,
además de despachar con diligencia los asuntos que competían a su
secretaría. Todo ello bajo la inspiración y la sombra protectora de
Tedeschi, a quien siempre consideró un verdadero padre espiritual.
En 1914, dos hechos desgraciados vinieron a turbar su felicidad.
En primer lugar, la muerte repentina de monseñor Tedeschi, a quien
Roncalli lloró sintiendo no sólo que él perdía un amigo y un
guía, sino que a la vez el mundo perdía un hombre extraordinario y
poco menos que insustituible. Además, el estallido de la Primera
Guerra Mundial fue un golpe para sus ilusiones y retrasó todos sus
proyectos y su formación, pues hubo de incorporarse a filas
inmediatamente. A pesar de todo, Roncalli aceptó su destino con
resignación y alegría, dispuesto a servir a la causa de la paz y de
la Iglesia allí donde se encontrase. Fue sargento de sanidad y
teniente capellán del hospital militar de Bérgamo, donde pudo
contemplar con sus propios ojos el dolor y el sufrimiento que aquella
guerra terrible causaba a hombres, mujeres y niños inocentes.
Concluida la contienda, fue elegido para presidir la Obra
Pontificia de la Propagación de la Fe y pudo reanudar sus viajes y
sus estudios. Más tarde, sus misiones como visitador apostólico en
Bulgaria, Turquía y Grecia lo convirtieron en una especie de
embajador del Evangelio en Oriente, permitiéndole entrar en
contacto, ya como obispo, con el credo ortodoxo y con formas
distintas de religiosidad que sin duda lo enriquecieron y le
proporcionaron una amplitud de miras de la cual la Iglesia Católica
no iba a tardar en beneficiarse.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Roncalli se mantuvo firme en su
puesto de delegado apostólico, realizando innumerables viajes desde
Atenas y Estambul, llevando palabras de consuelo a las víctimas de
la contienda y procurando que los estragos producidos por ella fuesen
mínimos. Pocos saben que si Atenas no fue bombardeada y todo su
fabuloso legado artístico y cultural destruido, ello se debe a este
en apariencia insignificante cura, amable y abierto, a quien no
parecían interesar mayormente tales cosas.
Una vez finalizadas las hostilidades, fue nombrado nuncio en París
por el papa Pío XII. Se trataba de una misión delicada, pues era
preciso afrontar problemas tan espinosos como el derivado del
colaboracionismo entre la jerarquía católica francesa y los
regímenes pronazis durante la guerra. Empleando como armas un tacto
admirable y una voluntad conciliadora a prueba de desaliento,
Roncalli logró superar las dificultades y consolidar firmes lazos de
amistad con una clase política recelosa y esquiva.
En 1952, Pío XII le nombró patriarca de Venecia. Al año
siguiente, el presidente de la República Francesa, Vicent Auriol, le
entregaba la birreta cardenalicia. Roncalli brillaba ya con luz
propia entre los grandes mandatarios de la Iglesia. Sin embargo, su
elección como papa tras la muerte de Pío XII sorprendió a propios
y extraños. No sólo eso: desde los primeros días de su
pontificado, comenzó a comportarse como nadie esperaba, muy lejos
del envaramiento y la solemne actitud que había caracterizado a sus
predecesores.
Para empezar, adoptó el nombre de Juan XXIII, que además de
parecer vulgar ante los León, Benedicto o Pío, era el de un famoso
antipapa de triste memoria. Luego, abordó su tarea como si se
tratase de un párroco de aldea, sin permitir que sus cualidades
humanas quedasen enterradas bajo el rígido protocolo, del que muchos
papas habían sido víctimas. Ni siquiera ocultó que era hombre que
gozaba de la vida, amante de la buena mesa, de las charlas
interminables, de la amistad y de las gentes del pueblo.
Como pontífice dio un nuevo planteamiento al ecumenismo católico
con el Secretariado para la Unidad de los Cristianos y el acogimiento
en Roma de los supremos jerarcas de cuatro Iglesias protestantes. Su
pontificado abrió nuevas perspectivas a la vida de la Iglesia y,
aunque no se dieron cambios radicales en la estructura eclesiástica,
promovió una renovación profunda de las ideas y las actitudes.
Su propósito pronto fue claro para todos: poner al día la
Iglesia, adecuar su mensaje a los tiempos modernos enmendando pasados
yerros y afrontando los nuevos problemas humanos, económicos y
sociales. Para conseguirlo, Juan XXIII dotó a la comunidad cristiana
de dos herramientas extraordinarias: las encíclicas Mater et
Magistra y Pacem in terris. En la primera explicitaba las bases de un
orden económico centrado en los valores del hombre y en la atención
de las necesidades, hablando claramente del concepto "socialización"
y abriendo para los católicos las puertas de la intervención en
unas estructuras socioeconómicas que debían ser cada vez más
justas.
En la segunda se delineaba una visión de paz, libertad y
convivencia ciudadana e internacional vinculándola al amor que
Cristo manifestó por el género humano en la Última Cena. Ambas
encíclicas suponían una revolución copernicana en la visión
católica de los problemas temporales, pues aceptaban la herencia de
la Revolución Francesa y de la democracia moderna, haciendo de la
dignidad del hombre el centro de todo derecho, de toda política y de
toda dinámica social o económica.
Poco antes de su muerte, acaecida el 3 de junio de 1963, Juan
XXIII aún tuvo el coraje de convocar un nuevo concilio que recogiese
y promoviese esta valerosa y necesaria puesta al día de la Iglesia:
el Concilio Vaticano II. A través de él, el papa Roncalli se
proponía, según sus propias palabras, "elaborar una nueva
Teología de los misterios de Cristo. Del mundo físico. Del tiempo y
las relaciones temporales. De la historia. Del pecado. Del hombre.
Del nacimiento. De los alimentos y la bebida. Del trabajo. De la
vista, del oído, del lenguaje, de las lágrimas y de la risa. De la
música y de la danza. De la cultura. De la televisión. Del
matrimonio y de la familia. De los grupos étnicos y del Estado. De
la humanidad toda".
Se trataba de una tarea de titanes que sólo un hombre como Juan
XXIII fue capaz de concebir e impulsar, y que sus herederos
recibirían como un legado a la vez imprescindible y comprometedor.
Pablo VI, su sucesor y amigo, declaró tras ser elegido nuevo
pontífice que la herencia del papa Juan no podía quedar encerrada
en su ataúd. Él se atrevió a cargarla sobre sus hombros y pudo
comprobar que no era ligera.
Fuente: Biografiasyvidas.com
Amigos a partir de hoy encendamos cada uno de nosotros un fósforo,
para que esa pequeña llama que durante el día a pasa inadvertida
pero al encenderla de noche nos sirve para iluminarnos y no tropezar
y caernos y tratemos de ser como los apóstoles que Jesús envió a
predicar el evangelio. Empecemos a ejercer nuestro apostolado desde
nuestra familia y luego ir abriendo el círculo para llegar al mayor
numero de personas posibles. Con todo mi cariño hasta la próxima
semana.
AGRADECERIA MUCHO QUE OREN POR MI ESPOSO, QUE ESTA EN PLENA RECUPERACION, DE UNA TROMBO EMBOLIA PULMONAR, QUE DIOS OBRO EN EL, PARA QUE ESTE CON VIDA GRACIA.
ResponderEliminarLES PIDO POR EL AMOR DE DIOS, QUE OREN POR MI HIJO, QUE SE ENCUENTRA CON UNA FUERTE DEPRESION, ES UN JOVEN PROFESIONAL, PERO ESTE AÑO A RECIBIDO MUCHOS GOLPES EN LA VIDA, NO CONSIGUIO TRABAJO, SU PAPA SE AGRAVO DE UN MOMENTO A OTRO Y EN NOVIEMBRE FALLECIO, LA ABUELITA MATERNA, FUERON COSAS MUY FUERTES QUE HA VIVIDO, CREO EN DIOS Y SE QUE CON SUS ORACIONES VAN A AYUDAR, QUE DIOCITO OBRE EN EL., COMO OBRO EN MI ESPOSO.
ResponderEliminarGRACIAS POR EL APOYO ESPIRITUAL QUE DAN A TODOS LOS CREYENTES.