domingo, 28 de agosto de 2011

Madre Teresa de Calcuta y la Parábola del Buen Samaritano.


Queridos amigos internautas, al haberse cumplido el centenario de la beata Madre Teresa de Calcuta me he atrevido con humildad a dar unas pinceladas sobre su persona.  

Nació en la que ahora es la ciudad de Skopje. A la temprana edad de 8 años se quedó huérfana de padre y su madre la educó cristianamente. Pronto escuchó la llamada de Dios, y ella al darle a Jesús el sí abrió de par en par las puertas de su alma y se entregó diciéndole “aquí me tienes, Señor, para lo que tú quieras”.

Era pequeñita y menudita, pero dentro de su pecho ardía un corazón lleno de bondad, de misericordia, de amor a Dios y al prójimo. Entró en el convento de Loreto, donde enseñó durante 20 años.

En un viaje a la India, a la ciudad de Calcuta, cuando llegó allí y visitó los suburbios y la periferia de la ciudad se le partió el corazón al ver que en las calles enfermos, hambrientos y desamparados estaban tirados y solos. Eran los más pobres entre los pobres, los que nadie quería y todos abandonaban. Sólo tenían por cama la tierra y por techo el cielo y las estrellas.

Al ver ese espectáculo, en ese momento comprendió que ese era su camino, que eso era lo que Jesús quería de ella: que cuidara y socorriera a esos pobres. Se los llevaba a los enfermos a su casa y allí los asistía.

Entonces empezó la tarea de querer fundar una orden a la que puso de nombre las Misioneras de la Caridad. Luchó muchísimo por conseguir los permisos durante varios años hasta que la Santa Sede la autorizó a fundar la congregación. Se dedicó en cuerpo y alma a abrir casas por toda la India y por todo el mundo. Ella veía en el rostro de los enfermos el rostro de Cristo.

Al final de su vida, cuando le llegó la hora de la muerte y se presentó ante Dios en el Cielo, llevaba sus manos tan llenas de obras buenas que se le caían entre los dedos. Y entonces oyó la palabra de Dios diciéndole “ven, Bendita de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; estaba desnudo y me vestiste; y estaba enfermo y me socorriste”. Ella contestó “¿Cuándo te he hecho yo todo eso, Señor?”, y Jesús le respondió: “cada vez que has socorrido a uno de los pobres es como si me lo hubieras hecho a mí”.

Después de su muerte el beato Papa Juan Pablo II la hizo beata. Le entregaron en vida el Premio Nobel de la Paz y otros premios muy importantes en la India.

  - Parábola del Buen Samaritano:

Al terminar de leer la historia de la Madre Teresa de Calcuta me vino a la memoria que la parábola del buen samaritano encajaba perfectamente con ella, con la vida que ella había llevado.

Estaba Jesús reunido con sus discípulos, los fariseos, levitas y sacerdotes. Y uno de ellos le preguntó a Jesús: “Maestro, ¿cómo podemos alcanzar el Reino de los Cielos?”. A lo que él respondió: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo”. A lo que le respondieron: “¿y quién es mi prójimo?”. Entonces Jesús les propuso esta parábola.

Había un hombre que viajaba a caballo de Jericó a Jerusalén y fue asaltado por unos bandidos. Le robaron, le hirieron y lo dejaron tirado al borde del camino. Llevaba un rato en el suelo y pasó un sacerdote, le miró y siguió adelante. Al rato pasó un levita e hizo lo mismo. Y al rato pasó un samaritano, y viéndole cómo estaba se conmovió, bajó de su caballo, le curó las heridas con vino y aceite, se las envolvió y montándolo en su cabalgadura lo llevó a una posada. Estuvo toda la noche cuidándolo y a la mañana siguiente le dijo al posadero “toma dos denarios de plata y cuídale hasta que se ponga bien. Cuando yo regrese de mi viaje si te has gastado más yo te lo pagaré”.

Entonces Jesús les dijo: “¿quién de los tres creéis vosotros que es el prójimo?”, a lo que los discípulos respondieron que el tercero. Jesús les dijo que habían respondido bien.

He pensado que esta parábola venía bien por la caridad que la madre Teresa tenía con todos los pobres, y nos hace pensar a nosotros que cuántas veces hemos sido como el levita y el sacerdote, hemos mirado hacia otro lado para no ver las injusticias. Que esto nos sirva de lección y que cada uno según nuestras posibilidades ayudemos y socorramos a todo aquel que necesite de nuestra ayuda.

Amigos, que estos pensamientos nos acompañen siempre y no olvidemos rezar a las horas de nuestro blog o a la hora que cada uno pueda, el caso es rezar por este mundo que tanto necesita de la oración.

Hasta la semana que viene si Dios quiere.

PD: os adjunto un powerpoint que me ha llegado por email con respuestas a preguntas hechas a la madre Teresa de Calcuta.

>>> Click aquí para descargar el Powerpoint <<<

domingo, 21 de agosto de 2011

Jornadas Mundiales de la Juventud 2011 y Parábola del Buen Pastor.



Queridos amigos internautas, esta semana vamos a hablar de las Jornadas Mundiales de la Juventud 2011 (la JMJ) presididas por su Santidad el Papa Benedicto XVI y de la Parábola del Buen Pastor.

Hemos tenido la gran suerte de haber sido escogidos por su Santidad el Papa para celebrar la JMJ en Madrid. Muchas han sido las gracias que se han derramado a raudales como gotas de lluvia fina sobre nosotros. España ha acogido con sus brazos abiertos a los miles y miles de peregrinos que han venido de todas las partes de la Tierra; los han cuidado, los han protegido y han procurado que su estancia en Madrid sea lo más agradable posible.

Su Santidad el Papa se ha quedado sorprendido de ver con el cariño y con la alegría que les han recibido. Muchas han sido las actividades que se han celebrado durante estas jornadas: catequesis, misas, confesiones, omilías... en una palabra: el Espíritu Santo ha estado reinando sobre todos nosotros.

Era maravilloso ver a los grupos de peregrinos con sus banderas ondeantes al viento proclamando la fe de Cristo por las calles. Ahora, después de todas estas gracias que hemos recibido, que el Espíritu Santo ha campado sobre nosotros, tenemos la obligación de poner en práctica todas las enseñanzas que hemos recibido del Papa y los sacerdotes y devolver a los demás todo el bien que hemos recibido.

Que nadie se quede sin un consuelo, sin una ayuda y sin una palabra amiga. Seamos capaces de que este espíritu de alegría que ha reinado durante las jornadas siga todos los días de nuestra vida y entonces podríamos decir que teníamos el Cielo en la Tierra.


  - La Parábola del Buen Pastor:

Al ver la imagen estos días del Santo Padre Benedicto XVI como buen pastor, pensé en que era oportuno hablaros de la parábola que Cristo nos enseñó del Buen Pastor.

Estaba Jesús con los fariseos, escribas, gentiles y pecadores, y los judíos murmuraban al ver que Jesús se reunía con lo más malo de la ciudad. Él entonces les propuso esta parábola para que de esta manera comprendieran por qué él actuaba así.

La figura del buen pastor nos ha llegado a través de los siglos. El buen pastor es un hombre ágil, prudente, silencioso y bueno. Él saca a sus ovejas y las cuida para que coman.

Entonces Jesús empezó la parábola. Había -dijo- un pastor que al rayar el alba sacó a sus ovejas de la dehesa para llevarlas a pastar al monte. Él como nadie conoce los caminos, los senderos, las cañadas y los atajos; él sabe muy bien dónde corren menos peligro sus ovejas para que no sean atacadas por los lobos o las alimañas; él va solo, sólo lleva la ayuda de su cayado y de un perrillo que le ayuda a recoger el ganado. No le importa lo que tenga que andar hasta conducir a su rebaño a los prados más verdes y donde la hierba es más fresca y tierna. Cuando llega allí él se pone a la sombra y vigila, siempre está atento a que no le pase nada a su rebaño. Y al caer la tarde, cuando ya vienen de regreso se da cuenta de que le falta una oveja, y entonces corre con las otras, las mete en el aprisco y él se vuelve para buscarla. No le importa lo que tenga que andar ni las voces que le tenga que dar, pues el pastor conoce a todas sus ovejas y sus ovejas le conocen a él.

Hasta que de pronto se da cuenta de que en una cañada, allí está la oveja perdida. Corre raudo a sacarla de allí, la acaricia y gozoso se la pone sobre sus hombros y regresa a la dehesa. Y allí con gran alegría y júbilo celebra con los demás pastores que su oveja perdida ha sido encontrada.

Los discípulos, hombres rudos, no comprendían bien el significado de la parábola. Entonces les explicó: “mirad, la figura del buen pastor es la figura de Dios o de las personas que lo representan; las ovejas somos todos los mortales, que a lo largo de nuestras vidas vamos siendo conducidos por el pastor en todos los momentos de peligro, de alegría, de dificultades y de penas, y nos va llevando al buen camino. ¡Quién no ha sido alguna vez oveja perdida! ¡Quién no se ha separado del redil y ha emprendido un camino equivocado! Pero ahí estaba la mano y la misericordia del buen pastor que nos viene a buscar para llevarnos de nuevo al redil”.

Cristo prosiguió: “mirad, hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente y hace penitencia que por cien justos que se salvan”.

Esto no quiere decir que no se alegre Dios de las personas que llevan una vida cristiana y decente, lo que quiere decir es que nadie se sienta discriminado por haber vivido apartado de la Iglesia y que en el momento en que se arrepienta hay tanta alegría como la de los 99 justos.


Queridos amigos, espero que seamos capaces, como el buen pastor, de que todos lleguemos al final de nuestros días a las verdes praderas del cielo y como siempre os recuerdo no dejéis de rezar a María, nuestra madre que tanto nos ayuda y nos ampara.

Hasta la semana que viene si Dios quiere.

domingo, 14 de agosto de 2011

San Joaquín y Santa Ana.




Joaquín y Ana son los nombres que una tradición, que arranca del siglo II, atribuye a los padres de la Virgen María. Son dos nombres llenos de grandeza que se esconden en la sencillez y la humildad.

Ellos se acercaban al ocaso de la vida sin descendencia pero la tardanza no ahogaba los anhelos de Joaquín y Ana, porque seguían rezando con esperanza. Las oraciones de Ana fueron escuchadas y un ángel, según algunos el mismo de la Anunciación, se apareció a Ana en la Puerta Dorada del templo y le profetiza el nacimiento de una niña que se llamará María y sera la predilecta el Señor

- Mis nietos, y a través de ellos, los nietos de todos los demás:

Queridos amigos internautas hace unos días me dijeron mi nieta Marta y mi nieto Álvaro:

- Abuela, ¿por qué no hablas de los nietos?

Al principio me sorprendí, pero luego me puse a reflexionar y me decidí.

Lo primero que hago es dar gracias a Dios por haberme regalado mis seis preciosos nietos, esas pequeñas personitas que un día llegaron a este mundo para formar parte de nuestra familia.

Ellos son el eslabón de la cadena de la vida que unen el pasado con el futuro.

Mis nietos son mi alegría, mi felicidad, mi ilusión, mi consuelo, mi amparo, mi responsabilidad, mi sacrificio y mi esperanza.

Ellos han llenado mi vida y me hacen cada día más feliz. Cuándo los siento llegar a mi casa y dicen: ¡Abuela, que hemos venido a verte!, ¡Abuela! ¿cómo estás?, ¡Abuela te quiero mucho! o me abrazan y me dicen ¡Ay cuanto te quiero! Al oír estas palabras, mi corazón enfermo reboza de alegría y late tan rápido que no necesito el marcapasos para que vaya a buen ritmo.

Dios que es sabio y poderoso y tiene tanta misericordia y sabe hacer las cosas tan bien, cuándo ya nos hacemos mayores y nos empiezan a salir los achaques nos regala la ilusión de nuestros nietos, ellos son en ese momento muestro motor y nos impulsan a querer vivir.

Yo recuerdo cuándo nació mi primera nieta, ahora tiene 13 años, es preciosa, ,lista, buena es la que muchas veces yo le dicto la página y ella me la escribe para vosotros. Cuándo mi hija me la dio me dijo:

- ¡Cógela mamá! Yo la tuve en mis brazos y sentí una emoción tan grande que nunca la podré olvidar. Con mis brazos le hice la mejor cuna del mundo, me la apoyé en mi regazo y se quedó dormida, ahí estábamos las dos felices ella conmigo y yo con ella.

Como he dicho tengo seis nietos, tres chicas y tres chicos, entre los trece y los tres años. Cuándo nació mi tercera nieta Marina, a mi hija se le adelantó el parto, nació de seis meses y pesó 600 gramos, era tan pequeña que estábamos todos preocupados, pero fue una niña que llegó con muchas ganas de vivir y fue poco a poco superando los problemas que la vida le traía. Se hizo fuerte y es una niña sufrida y valiente y con una sonrisa preciosa.

Cuándo íbamos a verla en la incubadora mi marido y yo, le preguntaba: ¿Cómo es?, ¿cómo está?, ¿la ves más gordita?, y una enfermera buena se nos acercó y nos dijo:

- ¿Sois los abuelos de Marina?, a lo que le contestamos que sí, y ella nos dijo:
- ¿Usted no la puede ver?, y yo le conteste que no.

Y ella me dijo:

- Hoy la va a tocar usted.

Me quedé impresionada y temblorosa al saber que iba a tocarla. Me acercaron mi mano a la suya y entonces mi nieta me agarró el dedo meñique con tanta fuerza que no se soltaba de mi mano. En ese momento mis lagrimas rodaban por mi cara de felicidad y yo le enviaba todos mis pensamientos dándole mi fuerza y mi cariño. Terminaba la hora de la visita y ella seguía agarrada a mi dedo y ¡no me soltaba! Me dio pena tenerme que separar de ella...

Ahora os voy a contar otra anécdota que me pasó con mi segundo nieto Álvaro, que para mi a sido una de las grandes demostraciones de amor que me han echo en mi vida.

Tenía unos cuatro años, su madre me lo dejo conmigo y se puso delante de mí y me dijo:

- ¿Abuela no me puedes ver mi un poquito?

A lo que le contesté:

- No cariño.

Se quedó pensativo y de pronto me dijo:

- Yo te voy a dar un poco de mi vista, cierra los ojos abuela.

Cogió sus dos dedos indices y se los frotó por los parpados y entonces con mucho cuidado me los puso sobre mis ojos. Si ves un poquito mejor.

- Abuela abre los ajos haber.

De sentir ese amor de mi nieto le dije:

- Álvaro, parece que veo un poquito de claridad.

Y entonces él rápido empezó a repetir el mismo proceso para quereme dar su vista, y como temía desilusionarle le dije:

- Álvaro, con este poquito de vista me conformo.

Y él no paraba de abrazarme y de besarme.

Como veis, son cosas de hace muchos años, pero que no se me pueden olvidar y las guardo en mi corazón.

Luego me han llegado otros tres nietos a los cuales adoro y toda la familia esta contentísima con ellos.

Mi nieta me dice: ¡Abuela no te agaches yo te pongo los zapatos!

Y el chico con su media lengua me dice: ¡ Abuela vengo a bañarme!

Son muy obedientes y cariñosos.

Como veis he tenido mucha suerte con mis seis nietos, les encanta que les cuente historias, unas inventadas y otras verdaderas. Puedo estar horas contando cosas que no se cansan sobre todo a Marina que me dice:

- ¡Abuela cuéntame una historia!

Y cuándo ya tengo la boca seca de tanto hablar le digo:

¡Bueno que ya no puedo más!

Y mi nieta me dice: ¡Solo una más!

En todo momento procuro enseñarle a mis nietos lo que esta bien y lo que esta mal, y enseñarles la palabra de Dios para que cuando sean mayores recuerden todas estas enseñanzas. Ahora con buen criterio me han dicho que el 26 de Julio es le día de San Joaquín y de Santa Ana, patrones de los abuelos. En ellos nos tenemos que ver reflejados para ver sus virtudes y ver como ellos cuidaron y trataron con tanto cariño al niño Jesús. En los colegios hay un día dedicado a los abuelos, y ese día recuerdo con cariño como mi nieta me enseñaba las clases y los recreos, hacían teatros y comíamos juntas.

Espero que los que hayáis leído y os veáis reflejados en esta historia, que es la historia de mi vida, os deseo de todo corazón que lo mismo que me quieren a mi mis nietos os quieran a vosotros o igual un poquito más, si es posible.

lunes, 1 de agosto de 2011

Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado.


Queridos amigos internautas, desde que empecé a escribir en el mes de febrero esta página, pensaba en poneros esta oración para que os sirviera para meditar y haceros mejores y mas felices. A mi me ha ayudado mucho en momentos difíciles. Espero que os guste y si así fuera me gustaría que me lo dijeseis en los comentarios.

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; Basta que me ames mucho. Háblame, pues, aquí, sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre, a tu hermano.

¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime enseguida qué quisieras hiciese yo actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir: me gustan los corazones generosos, que llegan a olvidarse en cierto modo de sí propios para atender a las necesidades ajenas. Háblame así con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra si quiera, pero palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón más especialmente ama?

Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una como lista de tus necesidades y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes orgullo, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de encima de ti tales miserias.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos y tantos justos, tantos y tantos santos de primer orden que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad... y poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles en pedirme bienes del cuerpo y del entendimiento: Salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios...

Todo eso puedo darte, y lo doy y deseo me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas?, ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si conocieses los deseos que tengo de favorecerte!

¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa?, ¿qué piensas?, ¿qué deseas?; ¿que puedo hacer por tu hermano, por tu hermana, por tu amigo, por tu superior?; ¿qué desearías hacer por ellos?

Y por mi, ¿no te sientes con deseos de mi gloria? ¿No quisieras hacer poder hacer algún bien a tus prójimos? ¿A tus amigos a quienes amas tal vez mucho, y que viven quizá olvidados de mí?

Dime, ¿qué cosa llama hoy particularmente tu atención?, ¿qué anhelas más vivamente?, y ¿con qué medios cuentas para conseguirlo? Dime si te sale mal tu empresa y yo te diré las mal éxito.

¿No quisieras interesarme algo en tu favor?

Soy, hijo mío, dueño de los corazones y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, donde me place.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores, ¿quién te hirió?, ¿quién lastimó tu amor propio?, ¿quién te ha menospreciado? Acércate a mi corazón que tiene bálsamo eficaz para todas estas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que a semejanza de mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago... recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura? Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías que, no por se injustificadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo; ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti sin que le hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ellas a fuer de buen amigo tuyo que soy? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas; quizá has visto disipados negros recelos; quizá has recibido faustas noticias, una carta, una muestra de cariño; has vencido una dificultad, salido de un lance apurado... Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado. ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: gracias, padre mío, gracias? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios; porque al bienhechor le agrada verse correspondido.

¿Tampoco tienes promesa alguna que hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón; a los hombres se engaña fácilmente, a Dios no; háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado?, ¿de privarte de aquel objeto que te dañó?, ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu interrogación?, ¿de no tratar más a aquellas personas que turbaron la paz de tu alma?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, miraste hasta hoy como enemigo?

Ahora bien, hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu taller, a tu familia, a tu estudio... pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del Santuario. Guarda, en lo que puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima... y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso todavía, más entregada a mi servicio; en el mío encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

Eso es todo por esta semana, muchas gracias por todas las veces que entráis a leer mi pagina y hasta la semana que viene si Dios quiere.