Después de que Dios creó el mundo creó a los ángeles, a los
arcángeles, a los serafines y a los querubines. Ellos son los
espíritus más puros después de Dios y su misión es alabar,
bendecir y dar gloria a Dios todopoderoso.
Después de ver Dios tantas maravillas que había creado, pensó que
tenía que crear al hombre y hacerlo rey de la creación. Él nos
creó a su imagen y semejanza, y entonces pensó que sería bueno
poner a cada hombre, desde el mismo instante de su concepción hasta
el final de sus días, un ángel guardián o ángel custudio para que
le protegiera durante toda su vida. Y entonces llenó la Tierra de
ángeles para que cada cual tuviéramos el nuestro y que cuando
llegara el final de nuestras vidas recogiera nuestras almas y las
presentara ante Dios todopoderoso para que fuéramos juzgados. Y
allí, si son más las acciones buenas que las malas, pudiéramos
disfrutar de la gloria celestial.
¿Cuántas veces hemos dicho: "¡qué suerte hemos tenido, nos
hemos salvado de milagro!" o vemos claramente cómo solucionar
un problema que nos agobiaba y para el que no encontrábamos
solución? Ahí está la respuesta: en nuestro ángel de la guarda.
Él nos aconseja y siempre que puede nos libra de los peligros.
Amigos, recemos a nuestro ángel de la guarda para que siempre
hagamos caso de los consejos que él nos pone en nuestra alma y
siempre podamos seguirlos y hacer el bien.
Y ahora os voy a hablar de los misioneros y las misiones.
Hoy el tema que he creído oportuno para que reflexionemos es la
labor que realizan los misioneros en las misiones. ¿Quiénes son los
misioneros? Los misioneros son personas como nosotros, con sus
virtudes y defectos, pero tienen un "algo" especial que los
diferencia de nosotros. Y es que ellos han sentido la llamada de
Cristo y con dudas o con rapidez han contestado afirmativamente y han
dicho: "aquí estoy, Señor. Pongo mi vida en tus manos. Haz de
mí lo que quieras, mándame a donde sea, que yo iré con alegría,
con abnegación y con sacrificio a ayudar a mis semejantes en todo lo
que necesiten y a llevar tu palabra y tu doctrina hasta el fin del
mundo". Y después de prepararse su maleta, pequeña aunque
llena de proyectos, se dirigen a la misión que les hayan
encomendado, y allí se reúnen con otros compañeros o compañeras
en lugares increíbles, difíciles, ya sean bosques, selvas,
manglares, el altiplano o a orillas de grandes ríos. Y si van por
primera vez a esa misión empiezan a construirla, una casa pequeñita
con techos de uralita al principio si hace falta, pero luego poco a
poco la van ampliando. Ellos se van ayudando de los que por allí
viven, de las tribus, los indígenas… y no creáis que es fácil,
pues tienen que vencer múltiples dificultades para que vean que
ellos vienen en son de paz y para hacer el bien.
Poco a poco la misión va prosperando y colocan una campana. No hace
falta que sea grande, pero sí que tenga un sonido bonito para que
cada vez que suene los que por allí viven acudan a la misión.
Siempre empiezan haciendo una pequeña escuela para los niños, para
enseñarles y ampararles. Después ponen un pequeño dispensario para
curar a enfermos y a todo el que lo necesite, y se van ganando con
todas estas acciones la confianza de los que los rodean, aunque por
desgracia hay veces que por fanatismo, incomprensión, miedo o las
razones que sean los matan. Pero esa sangre no se pierde. Esa sangre
que riega la tierra es la sangre de los mártires que han dado su
vida por extender el reino de Dios.
Amigos, la vida está tan difícil, hay tanta soledad, tanta
marginación y tanto desamparo que no sólamente hacen falta las
misiones allende los mares, sino en nuestras grandes ciudades, donde
se han formado unos anillos de pobreza, delincuencia, marginación y
grandes suburbios llenos de favelas en los que es dificilísimo poder
vivir honradamente. Por eso tenemos que rezar para pedir vocaciones
para las misiones.
Ahora nos podemos preguntar nosotros: ¿podemos todos nosotros ser
misioneros en algún momento de nuestras vidas? La respuesta es
afirmativa, pues de nosotros depende ayudar a nuestro alrededor, bien
sea de palabra o de acción, en lo que se necesite. Por eso es bueno
ponerse en contacto con las parroquias, porque así ellos nos pueden
indicar dónde nuestra ayuda es más necesaria. Pero hay un grupo de
personas, entre las que yo me encuentro y muchos de vosotros también
os encontraréis, que por motivos de salud, ancianidad o defecto
físico (yo soy ciega) no podemos salir a la calle a prestar la ayuda
que nos gustaría. Sin embargo en nuestras manos tenemos una fuerza
enorme: es la oración.
Tantas horas que tiene el día y muchas veces no sabemos en qué
emplearlas, dediquémonos en cuerpo y alma a rezar, a pedir
vocaciones y a pedir para que se solucionen todos los problemas que
muchos de vosotros escribís en el blog. Yo no hay un solo día que
no rece por vosotros para que se os haga la vida más feliz y más
llevadera. Los que somos ya mayores nos acordamos de cuando éramos
niños y llegaba el día de las misiones y en los colegios nos daban
una hucha para que saliéramos por las calles a pedir un donativo
para las misiones. Con qué alegría y con qué ilusión tratábamos
de llenar cuantas más huchas posibles, pues sabíamos del buen fin
que los padres misioneros o misioneras iban a dar del dinero que
habíamos recaudado.
Amigos, diréis que soy una pesada siempre pidiendo oración, pero
como dijo Jesús: "pedid y recibiréis, y llamad y se os
abrirá". Con la esperanza en estas palabras me despido. Con
cariño, Laly Maíz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en el grupo de oración.