viernes, 8 de noviembre de 2013

Hablemos de Los Ángeles y de las misiones con sus misioneros.



Después de que Dios creó el mundo creó a los ángeles, a los arcángeles, a los serafines y a los querubines. Ellos son los espíritus más puros después de Dios y su misión es alabar, bendecir y dar gloria a Dios todopoderoso.

Después de ver Dios tantas maravillas que había creado, pensó que tenía que crear al hombre y hacerlo rey de la creación. Él nos creó a su imagen y semejanza, y entonces pensó que sería bueno poner a cada hombre, desde el mismo instante de su concepción hasta el final de sus días, un ángel guardián o ángel custudio para que le protegiera durante toda su vida. Y entonces llenó la Tierra de ángeles para que cada cual tuviéramos el nuestro y que cuando llegara el final de nuestras vidas recogiera nuestras almas y las presentara ante Dios todopoderoso para que fuéramos juzgados. Y allí, si son más las acciones buenas que las malas, pudiéramos disfrutar de la gloria celestial.

¿Cuántas veces hemos dicho: "¡qué suerte hemos tenido, nos hemos salvado de milagro!" o vemos claramente cómo solucionar un problema que nos agobiaba y para el que no encontrábamos solución? Ahí está la respuesta: en nuestro ángel de la guarda. Él nos aconseja y siempre que puede nos libra de los peligros. Amigos, recemos a nuestro ángel de la guarda para que siempre hagamos caso de los consejos que él nos pone en nuestra alma y siempre podamos seguirlos y hacer el bien.

Y ahora os voy a hablar de los misioneros y las misiones.

Hoy el tema que he creído oportuno para que reflexionemos es la labor que realizan los misioneros en las misiones. ¿Quiénes son los misioneros? Los misioneros son personas como nosotros, con sus virtudes y defectos, pero tienen un "algo" especial que los diferencia de nosotros. Y es que ellos han sentido la llamada de Cristo y con dudas o con rapidez han contestado afirmativamente y han dicho: "aquí estoy, Señor. Pongo mi vida en tus manos. Haz de mí lo que quieras, mándame a donde sea, que yo iré con alegría, con abnegación y con sacrificio a ayudar a mis semejantes en todo lo que necesiten y a llevar tu palabra y tu doctrina hasta el fin del mundo". Y después de prepararse su maleta, pequeña aunque llena de proyectos, se dirigen a la misión que les hayan encomendado, y allí se reúnen con otros compañeros o compañeras en lugares increíbles, difíciles, ya sean bosques, selvas, manglares, el altiplano o a orillas de grandes ríos. Y si van por primera vez a esa misión empiezan a construirla, una casa pequeñita con techos de uralita al principio si hace falta, pero luego poco a poco la van ampliando. Ellos se van ayudando de los que por allí viven, de las tribus, los indígenas… y no creáis que es fácil, pues tienen que vencer múltiples dificultades para que vean que ellos vienen en son de paz y para hacer el bien.

Poco a poco la misión va prosperando y colocan una campana. No hace falta que sea grande, pero sí que tenga un sonido bonito para que cada vez que suene los que por allí viven acudan a la misión. Siempre empiezan haciendo una pequeña escuela para los niños, para enseñarles y ampararles. Después ponen un pequeño dispensario para curar a enfermos y a todo el que lo necesite, y se van ganando con todas estas acciones la confianza de los que los rodean, aunque por desgracia hay veces que por fanatismo, incomprensión, miedo o las razones que sean los matan. Pero esa sangre no se pierde. Esa sangre que riega la tierra es la sangre de los mártires que han dado su vida por extender el reino de Dios.

Amigos, la vida está tan difícil, hay tanta soledad, tanta marginación y tanto desamparo que no sólamente hacen falta las misiones allende los mares, sino en nuestras grandes ciudades, donde se han formado unos anillos de pobreza, delincuencia, marginación y grandes suburbios llenos de favelas en los que es dificilísimo poder vivir honradamente. Por eso tenemos que rezar para pedir vocaciones para las misiones.

Ahora nos podemos preguntar nosotros: ¿podemos todos nosotros ser misioneros en algún momento de nuestras vidas? La respuesta es afirmativa, pues de nosotros depende ayudar a nuestro alrededor, bien sea de palabra o de acción, en lo que se necesite. Por eso es bueno ponerse en contacto con las parroquias, porque así ellos nos pueden indicar dónde nuestra ayuda es más necesaria. Pero hay un grupo de personas, entre las que yo me encuentro y muchos de vosotros también os encontraréis, que por motivos de salud, ancianidad o defecto físico (yo soy ciega) no podemos salir a la calle a prestar la ayuda que nos gustaría. Sin embargo en nuestras manos tenemos una fuerza enorme: es la oración.

Tantas horas que tiene el día y muchas veces no sabemos en qué emplearlas, dediquémonos en cuerpo y alma a rezar, a pedir vocaciones y a pedir para que se solucionen todos los problemas que muchos de vosotros escribís en el blog. Yo no hay un solo día que no rece por vosotros para que se os haga la vida más feliz y más llevadera. Los que somos ya mayores nos acordamos de cuando éramos niños y llegaba el día de las misiones y en los colegios nos daban una hucha para que saliéramos por las calles a pedir un donativo para las misiones. Con qué alegría y con qué ilusión tratábamos de llenar cuantas más huchas posibles, pues sabíamos del buen fin que los padres misioneros o misioneras iban a dar del dinero que habíamos recaudado.


Amigos, diréis que soy una pesada siempre pidiendo oración, pero como dijo Jesús: "pedid y recibiréis, y llamad y se os abrirá". Con la esperanza en estas palabras me despido. Con cariño, Laly Maíz.


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